Cuando menos me lo esperaba, cuando me di cuenta, estaba en esa playa, donde solo encontraba memorias con cuerdas atadas a ti. Mirando entre las dunas de suaves arenas nos veía aparecer y desaparecer, y yo nos seguía con la mirada, curiosa, como quien descubre un tesoro, un diamante embruto, intentando no perdernos la pista. Y me acercaba a paso rápido a las dunas, porque nos perdí de vista, y cuando llegué a ellas vi cómo salíamos por mi derecha corriendo felices hacia el mar, y tú me perseguías y reíamos tan felices...Y tan solo escuchaba nuestras respiraciones agitadas y nuestras risas cuando por fin me alcanzabas en la orilla del mar, bajo un cielo oscuro con brillantes estrellas.
La expresión de mi rostro que nos observaba desde fuera no cambiaba a pesar de vislumbrar tan tiernas memorias, y tan solo reflejaba vacío, sin siquiera una pequeña sonrisa, pero mantenía aún esa mirada de curiosidad, una mirada hacia algo magnífico y delicado. Guardaba íntegro silencio y medía cada movimiento de mi cuerpo cuando me acercaba a nosotros, como intentando no ser descubierta por nuestras memorias y así pasar desapercibida, para no alterar ni el más mínimo detalle. Pero entonces algo falló, y bajo mis pies que se acercaban a la orilla, se rompió una pequeña caracola, y su pequeño y frágil crujido bastó para alterarnos en mi memoria, y nosotros me descubrimos allí, acercándome a nosotros. Y la imagen se fue desenfocando, iba desapareciendo, mientras tú y yo manteníamos una fría y distante mirada en mis ojos, como quien mira a una amenaza con precaución. Nos alejábamos de mí, pero ninguno se movía; se movía mi mundo, en el que todo es una memoria con cuerdas atadas a ti. Yo comenzaba a ver todo borroso, viendo solo grandes manchas deformes y oscuras, y entonces nos perdí por completo de vista, y acto seguido perdí también el equilibrio, y caí.
Cuando menos me lo esperaba, cuando me di cuenta, estaba en esa playa, donde solo encontraba memorias con cuerdas atadas a ti. Sentada en la orilla frente al mar, el sol acariciaba mi piel y me sentía bien respirando sola, en tranquilidad. Observaba a las olas romperse, como aquella caracola que sin quererlo me delató dentro de mi propia mente, buceando entre memorias que ya creía haber enterrado en lo más profundo de aquel mar que se extendía ante mí. Pero allí mismo me di cuenta de otra cosa; y es que nunca podría ni querría enterrarlas, y que gracias a eso, poco a poco, pude aprender a vivir con ellas a flor de piel.
Me puse entonces en pie y me di la vuelta para volver a casa. Y allí a lo lejos nos vi de nuevo corriendo felices y riendo entre las dunas, y sonreí, feliz por poder conservar de aquella manera todas esas memorias con cuerdas atadas a ti.
Y yo volví a casa, tranquila y en paz. Y entre las dunas, para siempre, parte de nosotros siguió corriendo y riendo, felices.