Muchas veces caminamos teniendo que saltar grietas secas en el suelo. Y parece muy oportuno escapar, pero al mismo tiempo parece imposible irse sin más. Parecemos pedir a gritos un castigo, un insulto. Parecemos temblar inútilmente ante un vendaval que no existe más allá de nuestra debilidad. Y temblando, parece que gozo y dolor pueden llegar a bailar en un mismo renglón. Temblamos y nos castigamos. Olvidamos nuestro derecho a temblar. Olvidamos nuestra condición de tembladores profesionales.
Y es que temblando se derrumban las fachadas y barreras. Temblando nos quedamos a solas con nosotros mismos, nos quedamos sin más capas con las que ocultarnos, ni más máscaras con las que intentar pasar desapercibidos. Temblando podemos vernos casi como iguales. Pequeños, humanos. Temblando se nos caen las mentiras al suelo y quedamos al desnudo, y sólo nos queda en los bolsillos nuestro olvidado derecho a temblar. Y entonces el otro temblador profesional nos ve enteramente, y ve todo lo que se nos ha derrumbado. Vemos y somos vistos.
Y es curioso cómo disminuye el temblor y se calma el vendaval cuando, íntimamente, nos encontramos tan indefensos ante el otro temblador profesional.
jueves, 11 de septiembre de 2014
martes, 9 de septiembre de 2014
¿Cuánto más?
Ofrecí durante largo tiempo. Ofrecí muchas veces ignorando lo que me rodeaba. Ofrecí cuando ni siquiera me quedaba nada por dar. Ofrecí mintiéndome. Me ofrecí cuando nadie lo hacía. Me volqué en una realidad absurda. Yo, luché por una realidad absurda.
He tirado tiempo a la basura y he desechado metas. Pagué conmigo misma, con todo lo que me quedaba. Pagué por dos, cuando ni siquiera era mía la jugada. Mordí el polvo, me dejé pisotear; y convivo con ello. Me perdí a mí misma, desaparecí; pero aquí estoy de nuevo. Tracé sola un maldito camino de vuelta porque no existía otra opción.Y lo conseguí. Conseguí volver a mí y nada de lo anterior me importa ya. Ese camino terminó hace tiempo. Hace tiempo que volví a casa. Yo ya hice mi trabajo; un trabajo que no me correspondía. Pero se acabó. Volví a dormir tranquila, a disfrutar de todo mi tiempo, a disfrutar de mi vida, a buscar, a ser crítica, a mirar por los demás sin abandonarme a mí. Y ahora nada importa, porque el pasado es un prólogo.
Ahora yo juego mis cartas en una vida en la que -sin dolor, ni desprecios, ni lástima, sin sentir absolutamente nada- tú no entras. La mía.
Quédatelo todo. Al fin y al cabo, la arena está sobrevalorada.
He tirado tiempo a la basura y he desechado metas. Pagué conmigo misma, con todo lo que me quedaba. Pagué por dos, cuando ni siquiera era mía la jugada. Mordí el polvo, me dejé pisotear; y convivo con ello. Me perdí a mí misma, desaparecí; pero aquí estoy de nuevo. Tracé sola un maldito camino de vuelta porque no existía otra opción.Y lo conseguí. Conseguí volver a mí y nada de lo anterior me importa ya. Ese camino terminó hace tiempo. Hace tiempo que volví a casa. Yo ya hice mi trabajo; un trabajo que no me correspondía. Pero se acabó. Volví a dormir tranquila, a disfrutar de todo mi tiempo, a disfrutar de mi vida, a buscar, a ser crítica, a mirar por los demás sin abandonarme a mí. Y ahora nada importa, porque el pasado es un prólogo.
Ahora yo juego mis cartas en una vida en la que -sin dolor, ni desprecios, ni lástima, sin sentir absolutamente nada- tú no entras. La mía.
Quédatelo todo. Al fin y al cabo, la arena está sobrevalorada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)