martes, 30 de mayo de 2017

No te preocupes, mi niño. No te lastimes, no lo pases peor de lo realmente necesario. No te lamentes, no te arrepientas, no te fustigues.
No me pienses más.


Que no seré viento, ni brisa cargada de primavera.
Que no seré un ramo de amapolas, ni tampoco un campo de girasoles a pleno sol mientras viajamos.
Que no seré tu nombre, ni tú serás el mío.
No seré aroma, ni seré adrenalina.
No seré la música, ni el cantar de una guitarra.

No te preocupes, mi pequeño, tan asustado, tan lleno del mundo más cruel y más vacío.

Que no seré inseguridades, ni despertares, ni anocheceres, ni puestas del sol en sitios desconocidos.
Que no seré mi reflejo en tus lindos ojos, ni caricias en los desvelos que se buscan, ni palabras de las que desnudan sin quitar la ropa.
Que no seré canción, ni seré memoria o recuerdo triste; tampoco feliz.
Que no seré mano, abrazo, hombro o mirada.
Que no seré risas, ni lágrimas amargas, ni manantiales de pura felicidad, ni océanos en llamas, ni incendios de nieve.

No te preocupes, mi niño, tan lejos y tan cerca de todo y de nada.
No te lamentes, mi apenas historia, mi trocito de tiempo en pausa.

Que no seré.
Que no serás.
Que no seremos.


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