Enferma, sé que voy a dejarme caer. Sé que subiré de nuevo, y que de nuevo miraré hacia abajo desde lo más alto. No sabré después adónde mirar, y siempre seguirá pareciendo que no me ves. Y sin embargo, yo seguiré viéndote dormir, y caerá sobre mí todo el peso necesario, y hasta que mis huesos no se quiebren, jamás podré dejar de hacerlo. Hasta que no vea a alguien que ya no reconozco, no podré dejar de pensarte. Hasta que no me pudra, me parta en dos y se abra mi pecho, no podré quitarte los ojos de encima. Hasta que el tiempo no se canse, no podré borrarte, pero tampoco encontrarte. Como un espantapájaros, permanecerás anclado en mitad de mi cabeza, ahuyentando cada mínima posibilidad para extenderme un poco más alto, más libre. Mis dedos se van disolviendo y desaparecen, y le siguen mis manos, muñecas, brazos...
Extraño a un desconocido que nunca llega. Extraño a una sombra que no conozco. A un fantasma que no existe. A una creencia, una hipótesis, un sueño, un deseo. Extraño esquinas que construyo en mi cabeza. Recovecos oscuros y arrugas en mis sábanas. Extraño dar los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches. Extraño las noches reversibles. Extraño al tiempo que se ha ido y al que no llega aún. Extraño poder recordar cómo era reír hasta no poder más, reír hasta doler.
Es extraño sentirse así y no sentirse fuera de lugar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario