domingo, 15 de junio de 2014

Cénit

¿No lo ves?
Apenas necesito abrir la boca, y ya sabes todo lo que tengo que decirte. Ya se van desbordando las horas dentro de mí, y ya mis ojos casi te gritan como locos. Poco a poco me destapo como llevaba ya tiempo sin hacer. Llegas y me descubres casi sin esfuerzo, como si tuvieras todos los derechos ganados de hace tiempo. Y yo me juego todo lo reservado hasta ahora, escondido en un rincón, y te dejo entrar como quien da la bienvenida al sol después de un largo invierno, y caes despacio sobre mi cintura y yo lo acepto, bebo de lo que creía que sería veneno, y arrojo la copa al suelo.
Apenas necesitan rozarme tus dedos para imaginarme disfrazada con tu piel, transpirándote poquito a poco, rompiendo todos mis esquemas. De forma irreversible, media de tu sonrisa me asegura soñar bonito, con la delicadeza y la fragilidad de toda esta casualidad. Y apenas consigo perderte de vista incluso cuando no estás a mi vera, porque te recuerdo y juro que estás clavado en los dos lados de mi cama, para las buenas noches y los buenos días. Voy bajando la impasible guardia y me descongelo en tu fuego amigo.
Apenas necesito oír tu voz para escucharte en mil canciones, en cientos de acordes diferentes, anclado en cada nota que arranco de la guitarra. Me quedo más tranquila si son tus brazos los que me envuelven. Encuentro mayor placer al cerrar los ojos y dormir si es tu calor el compañero con quien las comparto. Me crezco un poco más si son tus dedos los que me brindan sonrisas cómplices, y ya casi vuelo mejor leyendo páginas de libros que te llevan atado a sus historias.
Apenas ha llegado tu complicidad, como una libertad soñada, y la vida sabe ya un poco mejor.

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