Está bien, está bien...
Dejadme un momento que controle lo que tengo bajo los pies. Hay mucha tierra. Hay barro. Si lo piso demasiado me hundiré, porque ha llovido. Y no puedo volar, así que...Eso es: tengo que pisar el barro, y tengo que hundirme. Necesito hundirme en los más profundo del asqueroso lodo que tengo bajo mis pies. Eso es, dejaré que me asfixie, que me inmovilice y que la presión de toda la tierra sobre mi cuerpo me rompa las costillas, fracture cada hueso de mi esqueleto, desencaje cada vértebra de mi columna, reviente cada vena y arteria y haga brotar la sangre de cada uno de mis orificios. Dejaré a las olas de dolor inundar mi playa, destruir todo lo que se encuentren a su paso, y después convertirán mi playa en un desierto donde ya no habrá barro ni lodo, sino dunas infinitas de arena que arde bajo un sol abrasador. Caminaré descalza por ese desierto, y sentiré las tiras de piel desprenderse de mis pies a latigazos por el calor insoportable de la arena. Mi lengua seca pedirá a gritos un poco de agua para calmar la sed que corroe a mi boca y mi garganta, pero mi desierto solo me dará a cambio más sol, más dolor. Y menos esperanza. Mucha menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario