sábado, 9 de marzo de 2013

Mi Luna

Lo recuerdo muy bien: la primera vez que vi tu cabeza rondando por ahí, porque la mía dejó de funcionar al verte, y el tiempo paró en ese instante. Y entonces sucedió. Me dejé llevar por la brisa que soplaba, que alcanzaba las partículas más finas de mi ser. Después te imaginé un momento junto a mí, disfrazado con mi piel, que ahora transpiraba tu ser. Y me susurró en el oído "acércate, ven a que te meza en mi cuna de papel y a que te fumes los recuerdos antes de que empiece a llover". Y sentí a cada una de esas palabras calar en cada rincón de mi cuerpo, de mi mente. Y de repente no existía nada más en este absurdo espectáculo de vida llamado mundo. Sólo tú, yo y la huella que dejó en mí aquel momento. Y tu voz, dios mío, tu voz...era la canción más hermosa que mis oídos jamás habían podido escuchar. Tu voz me hacía sentir tan protegida a tu lado, tan tranquila y en paz. Poco a poco fui dándome cuenta de que hay pecados compartidos, de que tú estabas tan cerca, de que mis anclajes no paraban tus instintos ni los míos. Y no quería que lo hicieran. Quería sentirte. Era absurdo negarlo, y cada vez lo veía más claro. Cada recoveco y cada parte de mi ser te buscaban a ti en todo momento; buscaban un recuerdo, un olor, un sonido, una canción, un sitio cercano al río quizás, e incluso imaginaban momentos futuros, siempre junto a ti. Al final, fuiste la luz que siempre me guiaba, allí donde se acababa el mar. Fuiste mi Luna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario