viernes, 8 de marzo de 2013

La primavera de Y

En mis árboles puedes verla a ella. Sus hojas comenzaron a caer y ella caía también sin darse cuenta. Yo regaba el árbol, ero las hojas seguían cayendo. Pasó el otoño, el invierno ya llegó. Fue duro. Ella se vio desnuda, sin hojas, frente al invierno. Y yo intentaba ayudarla, pero no sabía bien cómo hacerlo. Pasaba las tardes a su lado. Y después me pasaba los días enteros con ella. Me parecía que se iba. Se apagaba por momentos. Así que le compré flores, y las puse en cada una de sus cansadas ramas, hasta que finalmente se la veía hermosa. Era la más altiva entre todos aquellos árboles sin flores. Nevaba y helaba, y ella mantenía sus flores, fuerte. Mantenía el equilibrio. Así, el duro invierno se fue, y ella se quedó conmigo. Llegó la primavera, y juro no haber visto nunca un árbol más hermoso que aquel, pues ahora caían las flores que yo le puse para dar paso a sus propias flores, a su propia vida, repleta de luminosidad y energía.

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