martes, 28 de mayo de 2013

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En el momento en que nos preguntamos si realmente queremos a una persona, es que ya hemos dejado de quererla...

Un mundo y tú

Soy una fortaleza milenaria.
Llevo ya mucho tiempo en pie, pero justo hoy vi cómo se derrumbaba una de mis torres. Se esfumó por culpa del tiempo, o quizás fue por tu culpa...Cedió, y los años pesaron demasiado.
Pero, ¿qué será de la fortaleza cuando vueles? Nadie sabe si se abrirán sus puertas o si, simplemente, se limitará a observar caer y desfallecer cada una de sus torres y sus gruesas murallas.

Tras las vidrieras de sus habitaciones observo la vida al desnudo de esos seres, que a mis ojos son muy únicos. Y descubro que allí fuera estás tú: especialmente brillante entre tantos únicos. Y vi al mundo y te vi a ti. Me aparté lo antes posible de la ventana desde la que te vi, y crucé muchos pasadizos desconocidos por mi propia fortaleza para alcanzar otra ventana diferente desde la que seguir observando a los seres únicos.
Me arrepentí en lo más profundo de mi ser nada único, sabiendo que ese sentimiento estaba mal colocado si había aparecido allí. Quise colocarlo en su sitio, que no era otro sino un pequeño baúl insonorizado, para paliar la voz de aquel sentimiento. ¿A quién iba a engañar? Tenía que hacerlo callar cuanto antes mejor.
Hice de mi vida una dictadura y me encerré en mi fortaleza, pues ya hace algún tiempo salté las murallas y caí justo aquí, así que no debía saltar de nuevo. Sabía que, pronto, verte sería lo más hermoso y triste del mundo. Por esa misma razón me encerré. Pero yo misma me ponía trampas, y al asomarme a las vidrieras, sin quererlo, te buscaba con la mirada.

Envidiaba a los seres únicos.
Vivían sin murallas ni fortalezas. Eran todo vida y risa. No necesitaban vidrieras para observarte porque te tenían al lado. Me fui rompiendo allí dentro; dentro de mí misma. Y las torres se fueron haciendo débiles y las murallas frágiles; hasta que una segunda torre se hundió entre las murallas.
Para cuando quise salir de mi fortaleza ya era demasiado tarde y no podía. A cada día que pasaba, mi miedo a verme enterrada por un derrumbamiento inesperado aumentaba, y tenía que pisar con extrema precaución cada rincón de la fortaleza, o de lo que iba quedando de ella.
Mi dictadura se había transformado sin avisar en una cuenta atrás. Y mientras observaba, derrotada, cómo mi fortaleza inestable se derrumbaba, en mi mente se dibujaban imágenes de mundo en el que, una vez, fuimos un mismo ser. Y, tras la vidriera, me dispuse a esperar que el derrumbamiento me alcanzara...
Pero entonces lo escuché. Escuché aquel sentimiento que tiempo atrás escondí en el pequeño baúl insonorizado, tal y como hice conmigo misma en la fortaleza. Tal era la fuerza de su voz, que el baúl estalló en mil pedazos e inundó toda la fortaleza. Comencé a correr por los pasillos infinitos donde la noche parecía haber caído ya, cuando fuera, donde estaban los seres únicos, brillaba con fuerza el sol. Sabía que buscaba algo, pero no sé qué exactamente. Y llegué a una puerta que jamás había visto antes.
Se trataba de una vieja puerta de madera, grande e imponente. Pero lo curioso de esta puerta inesperada, era la llave de metal que estaba metida en la cerradura. Me quedé quieta, allí plantada. Era como si alguien hubiera colocado esa puerta allí, justo en ese momento, cuando más la necesitaba, e incluso me cedía la llave para cruzarla. Cuando me acerqué tímidamente, pude comprobar que la voz del sentimiento se hallaba tras la gran puerta, y mi mano temblorosa giró la llave para abrirla.

Me inundó una cegadora ola de luz blanca, y mientras cruzaba, me vi forzada a cerrar los ojos ante tal intensidad. Sin embargo, cuando los volví a abrir me envolvía la noche eterna.
Ya había anochecido en el mundo de los seres únicos.
Me encontraba en la azotea de un alto edificio, y junto al pequeño muro que nos separaba de la caída más brutal, allí, estabas tú. Tan sólo veía la silueta negra de tu cuerpo que recortaban las luces lejanas de una gran ciudad a kilómetros y kilómetros de distancia de nosotros. En el cielo brillaban, pequeños, los seres únicos; pero tú te habías quedado aquí abajo.
Y entonces tan sólo pude decir:
Puede que en realidad sea como tú...



domingo, 26 de mayo de 2013

Sí, ya lo verás

Esa noche ya fue muy cruel; empezó despidiéndose.
Será un reencuentro inesperado en noche azul; sí, ya lo verás.
Cuando me gire entre la gente serás tú; sí, ya lo verás.



jueves, 23 de mayo de 2013

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Alguien dijo una vez que lo que más nos aproxima a una persona es esa despedida, cuando acabamos separándonos, porque el sentimiento y el juicio no quieren ya marchar juntos; y aporreamos con violencia el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros...

miércoles, 22 de mayo de 2013

Aquella brisa que vuelve a abanicar tu mirada

Parece que se haya empeñado en entrar en mi lista de promesas a olvidar. Parece que sólo quede la última opción: quemar sus recuerdos.
Y, sin embargo, parece que ésa es justamente la opción que menos deseo...

No paro de preguntarme por qué ha tenido que acabar todo así. Por qué ha tenido que esfumarse. Por qué ya apenas sé de su vida. Por qué ha tenido que ser así. Por qué perdernos ha sido el final. Ni siquiera quedan miradas o palabras sueltas. No queda nada. ¿Por qué ha ocurrido así? A veces se me pasa por la cabeza que quizás todo esto ya no le importe lo más mínimo, no le preocupa.
Nos hemos convertido en una eternidad de ausencias, y ni siquiera soy del todo consciente de la forma en que llegamos hasta aquí. Creo que me ha convertido en una desconocida. Creo incluso que él ya se ha convertido -un poco- en un desconocido para mí. Soy algo externo a él mientras duerme tranquilo entre sábanas que llevan mi aroma impregnado en los pliegues más recónditos. Es como si tuviera en mi poder el título de "licenciada en esa persona" que ya no me sirve para nada, pero que, a pesar de ello, guardo con todo mi aprecio.

Mi pobre corazón, no importa que sea pequeño, mi pobre corazón siempre te echa de menos.
Juntitos, no teniendo nada, nos sobraba la mitad...¿recuerdas?

lunes, 20 de mayo de 2013

Ayer se repite

Puedes gritar. Puedes correr. Maldecir. Llorar. Cerrar los ojos. Puedes pedir ayuda. Puedes pensar que no es real. Pensar que esas cosas no existen. Pensar que son imaginaciones.
Pero no vas a escapar a ellos.

Clavarán sus miradas en ti desde rincones donde no puedas verlos, tan sólo sentirlos. Sabrás que están ahí, esperando ansiosos a que caigas. Dormirán contigo y se introducirán en tus sueños. No se van a alejar, porque siempre han estado cerca.

Tienen forma de mar azul aquí dentro. Tienen forma de tornados de edificios destrozados y ruidos. Tienen forma de arena blanca. Tienen formas extrañas. Hablan y no dicen nada. Transmiten miedo e inseguridad. Trastocan la aparentemente "firme y definida" realidad que sostenía en mi cabeza.

Rompen. No me ayudan. Me ponen nerviosa. Me hacen actuar de manera irracional. No me siento yo cuando los noto aquí. Y ahora los noto aquí. Me miran y me rompen. Escribo mientras pienso que me da miedo alzar la mirada.

Existe, aquí y ahora.

domingo, 19 de mayo de 2013

Mar azul


Estaba sentada en la orilla de una playa de arena blanca, mirando al azul infinito del mar que se extendía antes sus ojos. Corría viento del este y mecía su pelo con cierta agresividad, como si quisiera llevárselo muy lejos de allí. Era una mañana nublada de invierno, y salvo el intenso azul del mar, el resto del mundo que le rodeaba parecía estar dominado por diferentes tonos de gris. El aura de aquel lugar no dejaba de resultarle un tanto extraña y artificial. Se sentía insegura allí sentada, sin vigilar sus espaldas. Llegaba a sentir miedo y estaba intranquila. Sin embargo, no apartaba los ojos de la vasta mancha azul.
Pero allí había demasiado silencio, todo era demasiado perfecto, y a pesar del viento que corría, en el mar no rompían olas y apenas se percibían ondas o algún vago movimiento.
Tenía las pupilas extremadamente dilatadas y los ojos abiertos de par en par, pues ni un sólo grano de arena se alzaba con el viento. Parecían anclados al suelo, como si cada uno pesara toneladas. Aquel sitio le ponía los pelos de punta, sentía miles de miradas clavándose en su nuca, un frío horrible le calaba los huesos, se sentía en peligro y encerrada, atrapada, a pesar de encontrarse en aquel sitio abierto. Allí no había salida, no podía respirar con tranquilidad.
¿Por qué no se movía el mar? ¿Por qué no se alzaba la arena? ¿Por qué no podía moverse? ¿Por qué ni siquiera podía apartar la mirada de aquel azul envolvente? ¿Por qué sentía el aliento helado de la muerte en su nuca?
Su respiración era más acelerada a medida que transcurrían los minutos allí, que parecían marcar una cuenta atrás. Comenzaba a escuchar sonidos extraños en la lejanía, a sus espaldas. Escuchaba edificios derrumbarse, crujidos terribles, algún grito que desgarraba los oídos, bombas estallar, emisoras de radio dando noticias a gran velocidad en diferentes idiomas. Todo se le acercaba lentamente, y los sonidos a sus espaldas eran cada vez más próximos e intensos. Se amontonaban, se pisaban unos con otros, le aprisionaban, aceleraban su pulso y su respiración, se atropellaban, atropellaban sus pensamientos, le estaban acorralando y se asfixiaba.
Los sonidos de los gritos, las emisoras de radio e incluso las bombas, crujidos y derrumbamientos, se transformaron y le pareció que formulaban una palabra estridente en su cabeza: ayúdanos. Y no pudo más. Necesitaba levantarse y salir corriendo de allí. Si no lo hacía enseguida acabarían encontrándole y quién sabe qué ocurriría entonces. Y se levantó, con los ojos clavados en el mar. Y fue a volverse hacia el peligro; pero sus ojos estaban anclados en el mar. Y salió corriendo por la orilla de la playa, pidiendo a gritos que alguien le ayudara; pero sus ojos estaban anclados en el mar. Tropezó con sus propios pies y cayó, pero cuando levantó la cabeza tan solo veía el absorbente mar. Gotas de sudor resbalaban por su frente y un grito desolador le desgarró la garganta al brotar de su miedo interior; y solo veía mar.
Fue entonces cuando la pesada arena blanca tomó vida y le atrapó brazos y piernas, rompiendo cada unos de sus frágiles huesos, impidiéndole tomar cualquier posible vía de escape. Los gritos se mezclaban con todo el estruendo y el ruido que para entonces ya le había alcanzado. Se había convertido en desesperación y miedo puros.
Pero en todo aquel caos de tornados, ruido, dolor, y miedo, lo último que videaron sus ojos de pupilas dilatadas e inyectados en sangre fue la tranquilidad y la paz del inmenso, estático, y constante azul infinito del odiado mar donde quedó encadenada.

martes, 14 de mayo de 2013

El principio del agua


Adaptación. Analizar la situación y sí, ser agua.
Por una vez dije lo que debía decir. Quería decir precisamente lo que salió de mi boca. No me permitiré seguir vacía, como tus promesas. Las mentiras ardieron durante demasiado tiempo, pero la verdad mordió con rapidez. Y ahora quiero ser agua.
Llegará el momento en el que tus derechos y los míos sean leídos, y entonces, no antes, podré pensar en ti a menudo. Quizá incluso pueda mirarte y quién sabe si incluso podré dedicarte alguna que otra frase desinteresada, por resultar "cortés" o porque de verdad quiera hacerlo.
Pero ahora seré agua.

Ya está bien de mirar atrás. Ya está bien de verte en cada rincón que alcanzan a ver mis ojos.  
Basta de pensarte, de pensarle; de pensaros. De perder mi tiempo de esa forma tan estúpida, de no ser yo, de no llevar las riendas de mi vida, de permitiros ser los protagonistas de mi historia, de que me hagáis tocar fondo y me hundáis como lo estáis haciendo. No voy a permitir que hagáis eso conmigo. Tan sólo quería la verdad, y solo recibía mentiras. Mentiras que, lamentablemente, no solo me engañaban a mí, sino también a vosotros mismos...

No merezco todo esto. No merezco esta puñalada por doble. Así que se acabó, no estoy dispuesta a seguir recibiéndola. Seré agua, y vuestra decepcionante puñalada por la espalda no podrá hacerme daño. Y haré mi corazón de mimbre, para que se doble antes que partirse. Llenaré mis miradas de un frío ardiente que congele todo intento de acercamiento.
Habéis dejado demostrado no merecer más que eso...

lunes, 13 de mayo de 2013

Fin

Se acabó: el final perfecto para una perfecta historia de mierda.
Se acabaron las mentiras. Se acabó el amor. Se acabó la amistad. Se acabó él, se acabó ella y me acabé yo. Y además en un tiempo récord. Todo se acabó en el tiempo que tarda una gota de agua en aparecer y desaparecer en el mar de agua al que cae. 
Todo se esfumó en un "plic", y no quedó nada. Poco más... Tarde o temprano acabaría ocurriendo.
No entiendo en qué pensaba guardando tanto silencio, sembrando tantos engaños y mentiras, ocultando la realidad que todos veíamos por mucho que intentara evitarlo. No le sirvió de nada. Mentir no le sirvió de nada. Fue algo absurdo al intentar ocultármelo.
A pesar de la enorme contradicción que tengo dentro, aún me pregunto: ¿cómo pueden hacerme esto a mí? Precisamente ellos...



miércoles, 8 de mayo de 2013

Reflejos y realidad

Ando sin saber la verdad. Ando ignorando. Soy una sinrazón sin lógica ni sentido. Por no tener, no tengo ni dirección siquiera. Soy desorden y culpa. Humana.
No tengo amor ni destino con señales. No sé si tengo metas. No me queda música dentro. Pero ando.
Ando tras perder la fe en todo lo que viví. Ando notando la pérdida de amistad. Ando sintiendo las distancias y el silencio absurdo. Me lleno de un extraño y desagradable odio al avanzar, injusto e irracional en parte. Ando sin saber bien qué decir o pensar a cada instante. 
Veo el mundo a través del reflejo deforme del río que capta mi cámara, sentada en los viejos tablones de madera, sin ganas de levantar la mirada para ver la realidad sin deformar. Y mientras caminaba viendo mi mundo en aquel tranquilo reflejo, alguien se asomó por allí. Me pilló algo desprevenida y no supe bien cómo actuar.
Era un chaval algo desaliñado. Él también miraba el reflejo del río mientras andaba, y entonces se detuvo, y automáticamente, yo me paré tras él. Me quedé al margen, observando con cautela a aquel chico que miraba absorto el río. Los peces que saltaban a veces por la superficie provocaban ondas y la imagen del chico se deformaba en el agua. Por más que me fijaba, nunca lograba del todo verle con claridad, definir sus rasgos. Intenté capturarle en alguna fotografía, pero siempre salían movidas y borrosas.
Él parecía no verme en ningún momento, como si mi reflejo en nuestro mismo río fuera invisible a sus ojos.
Hasta que un día, tras haber dormido una plácida siesta junto al río, abrí los ojos y miré al río; allí estaba él, sentado junto a mí. Me miraba y le miraba. Los dos guardamos silencio durante unos largos segundos, y entonces me saludó con un hola decidido, pero tímido.
Fue en ese momento cuando comprendí que sólo quedaban buenas cosas por llegar, pues había estado tan hundida en la miseria que nada peor podía ocurrir. Supe que comenzaba a cumplirse aquello de que después de la tormenta llega la calma. Supe que en un tiempo, quizá más rápido de lo que yo pensaba, levantaría la mirada más allá del reflejo del río, y le miraría a la cara. Y, por fin, podría verle. Podría verme, y levaría mis anclas.



martes, 7 de mayo de 2013

¿Tienes fuego?

No sé distinguir entre besos y raíces,
no sé distinguir lo complicado de lo simple.

Y ahora estás en mi lista de promesas a olvidar,

todo arde si le aplicas la chispa adecuada.



lunes, 6 de mayo de 2013

Se marchó por donde vino


Efímero. Así me resultaste hoy, así me resultas en este mismo instante.
Hoy paseé por algunos recuerdos importantes, recuerdos de gran valor. Recuerdos que salen caro recordar, pero -tonta de mí- he estado dispuesta a pagar por pasearlos.
Pensaba que no pasaría nada por entrar en ellos, pero me equivoqué. Caminando, inmortalizaba trazos que una vez, tiempo atrás, pintamos con nuestras pisadas, y ahora era yo allí una forastera, una extranjera que visita un museo de recuerdos donde yo misma soy cliente y guía. Mis ojos corrían de un lado a otro y las imágenes se me aparecían como relámpagos, y me inquietaban en mi tarde tranquila. Me pesaba el alma cada vez más a medida que me adentraba en ellos, y se me iba cayendo a parches por el camino.
Un bosque que una vez fue precioso, lleno de luz y de vida, ahora me parecía cochambroso, desgraciado, gris e incluso, a veces, me llegaba a dar miedo. Me sentí muy vulgar e insignificante allí en medio...Sola.
Y crucé el puente de tu tormenta pensando que podrías estar en la otra orilla, aquella de la que viniste corriendo hasta mis brazos una vez, aquella por la que te has ido para no volver. Y cuando llegué hasta ella, ya no me quedabais ni tú ni mi alma.