lunes, 6 de mayo de 2013
Se marchó por donde vino
Efímero. Así me resultaste hoy, así me resultas en este mismo instante.
Hoy paseé por algunos recuerdos importantes, recuerdos de gran valor. Recuerdos que salen caro recordar, pero -tonta de mí- he estado dispuesta a pagar por pasearlos.
Pensaba que no pasaría nada por entrar en ellos, pero me equivoqué. Caminando, inmortalizaba trazos que una vez, tiempo atrás, pintamos con nuestras pisadas, y ahora era yo allí una forastera, una extranjera que visita un museo de recuerdos donde yo misma soy cliente y guía. Mis ojos corrían de un lado a otro y las imágenes se me aparecían como relámpagos, y me inquietaban en mi tarde tranquila. Me pesaba el alma cada vez más a medida que me adentraba en ellos, y se me iba cayendo a parches por el camino.
Un bosque que una vez fue precioso, lleno de luz y de vida, ahora me parecía cochambroso, desgraciado, gris e incluso, a veces, me llegaba a dar miedo. Me sentí muy vulgar e insignificante allí en medio...Sola.
Y crucé el puente de tu tormenta pensando que podrías estar en la otra orilla, aquella de la que viniste corriendo hasta mis brazos una vez, aquella por la que te has ido para no volver. Y cuando llegué hasta ella, ya no me quedabais ni tú ni mi alma.
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