jueves, 27 de junio de 2013

¿Qué esperar?

Se deja caer. No esperes otra cosa de ella si fue tu piedra lo que le hizo tropezar. No esperes otra cosa si es tu fantasma lo que ve al irse a la cama. No esperes verdades cuando sembraste mentiras. No esperes vida si la arrancaste de sus manos. No esperes palabras si se quedó sin voz. Música, si desapareció contigo. No esperes confianza, pues, ¿dónde quedó eso para ti?
Ella...ella esperaba a alguien allí cuando cayera. No esperaba tu piedra, no esperaba tus fantasmas, nunca esperó mentiras. No de ti, nunca tuyas. ¿Cómo iba ella a esperar todo eso? ¿Cómo, viniendo de ti? Lo nunca concebido, pero lo más real y palpable.

Ella esperaba poder creerte; quería hacerlo, lo deseaba, porque eres tú. Eras, eras tú. Esperaba poder seguir confiando en ti, esperaba demasiado bien de tanto daño hecho. Esperaba no tener que sentirse insegura contigo. Supongo que esperó muchas cosas, y que finalmente fueron demasiadas para ti.

Ahora no espera nada.
Y mientras se deja caer, ni siquiera espera dejar de hacerlo.

miércoles, 26 de junio de 2013

Uno entre un millón


Lo llaman divagar, estar en las nubes, no estar, no tener los pies en la tierra.
Cuando se cuela por aquí esto se cumple. Cuando mira en mí esto se cumple. Cuando ni siquiera está, se cumple. Es ya una ciencia exacta, es una ley física real en esta realidad, encajando perfectamente como engranajes en un mecanismo tan complejo como se pueda imaginar. Es uno entre un millón. Pero es en ese "uno" donde puedo ver todas las situaciones que se despiertan en mí cuando esto se cumple, porque sorprendentemente es el responsable   de que se cumpla.
Y ahora solo cabe pensar, pensar y esperar.
Y cuando cabe pensar, pues pienso, y pensando, sonrío. Pensar en el uno entre el millón es tan delicioso como un helado de limón en una tarde calurosa, tan gratificante como la ayuda esperada o necesitada en el momento y lugar precisos. Pensarle es el perfecto crimen imperfecto. Pensarle es imaginar...y me es imposible imaginar con los pies en la tierra.

lunes, 24 de junio de 2013

Cigarrillos


Cada situación flota sin más. Mírala: viene, ocurre y muere.
Anoche fumaba un cigarro en la playa, a la orilla. Hacía un frío terrible y se le erizaba el vello. Le dio una calada profunda.
El pelo trenzado caía sobre su espalda y el vestido corto, tan negro como aquel cielo que la sobrevolaba, se mecía entre los empujones del viento que se levantaba entre las dunas. La marea luchaba por alcanzarle los pies pero ella mantenía las distancias. Allí sentada tan solo se preocupaba por mirar el mar tranquilo enfrente suya y darle caladas al cigarrillo que se consumía entre sus dedos.
Le dio entonces otra calada, entrecerrando los ojos. Y cuando fue a espirar, alzó el cigarrillo y se lo puso a la altura de la cara. Espiró entonces, y se quedó observándolo. Todas las cartas que nunca envió estaban allí, consumiéndose con él, y simplemente se iban, como situaciones y oportunidades. Llaman a tu puerta para despedirse.
Después de esto y a pesar de que el cigarrillo no se había consumido del todo, lo hundió en la arena sin apartar la mirada del mar. Sacó el paquete de cigarrillos y el mechero del bolsillo de su vestido y los dejó en la arena.
Olía a verano y a despreocupaciones. Olía bien. Se puso en pie y volvió la cabeza para afirmar que seguía estando sola en aquella playa a oscuras. Se levantó un poco más de viento y apretó los dedos de los pies entre la arena. Sacudió un poco los brazos queriendo expulsar el frío de su interior y después se quitó el vestido. Se descalzó, y echó a correr hacia el mar. Pero algo extraño ocurría, y es que nunca llegaba a él. El tiempo parecía ir más despacio como si la vida ocurriera a cámara lenta. Y así corría ella, a cámara lenta.
Volvió la vista hacia atrás y vio su ciudad en llamas. Todo lo que una vez tuvo ardía ahora, y como uno de sus cigarrillos, se consumía. Asustada, corría viendo su ciudad morir, ardiendo en el reflejo vidrioso de sus ojos, y olvidó que su objetivo era mirar hacia adelante, hacia el mar hacia el que corría pero que nunca alcanzaba. Nunca alcanzaba... Y recordó. Y en el instante en que volvió la vista hacia adelante las cadenas que ataban al tiempo se rompieron y éste fluyó de golpe, a gran velocidad.
Cuando menos se lo esperaba, su pie derecho impactaba brutalmente contra el agua helada de la orilla, y después su pie izquierdo, las rodillas, la cintura, manos...y se sumergió.
Y como situación, vino, ocurrió y murió. Y el segundo cigarrillo comenzó a consumirse, pero no entre sus dedos. Se consumió en su ciudad ardiente, mientras ella se sumergía.

domingo, 23 de junio de 2013

El descanso

¿Por qué iba yo a soltar la pistola ya cargada?
"Sería lo mejor", dirías tú. Pero tú no estás aquí. Así que, ¿por qué tendría que soltarla?
"Suéltala", dirías tú, "se fuerte". Pero sigues faltando.
¿Por qué no morir? ¿Por qué no poder decidir cuándo quiero que mi corazón pare y deje de malvivir? Si mi dedo presiona, tu presión desaparece y yo descanso. Si mi dedo es fuerte, tú...no te vas, y yo muero. Tú sigues. Reinventas tu ciudad. ¿Tuve yo una ciudad? ¿Es que no soy alegre? ¿O risueña? ¿Cómo soy yo ahora?

Pensar en la ventana abierta una y otra vez, pensar y escribir, escribir y recordar, recordar y sonreír, sonreír y llorar, llorar y...tú. Vais de la mano.
Así que, ¿por qué iba a soltar una pistola que tú mismo has puesto en mi mano? ¿Por qué iba a darte esa satisfacción? ¿Por qué te quiero?
No pertenezco a ningún sitio. Allí donde voy nadie me reconoce. Pero la pistola nunca se despegó de mi mano. Me veo y es algo tan miserable y pobre. Aquí no hay nada. Se busque lo que se busque en mí no se encontrará.
¿Por qué no subir a la azotea y solucionar allí las cosas? ¿Por qué no iba a apretar el gatillo allí? Tú no estás, ni te importa. Ya tienes tu entretenimiento, tu fuente personal de olvido, tú ya lo tienes todo hecho. Así que, ¿por qué no...?

Nadie me va a dar la respuesta, porque en el desierto uno se siente muy solo sin nadie, pero incluso entre personas uno se puede sentir solo. Porque estoy rodeada. Rodeada y sola.
Me rodean, pero nadie me apunta con un arma y me grita que alce los brazos...hasta que soy yo misma la que se encañona, porque no me rodeas.
¿Por qué no lo haces? Apunta y dispara.
Podría hacerlo por ti, por mí. Podría ser fuerte. Pero dejarse llevar suena demasiado bien.
"Apunta y dispara. Remata la jugada. Y a ti con ella", pienso para mí misma.
Y tu eco aún resuena. "Se fuerte", decías tú.
"¿Por qué? ¿Cuánto más?", grité yo.


miércoles, 19 de junio de 2013

Después

Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado.
Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma...
Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla, y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida.

martes, 11 de junio de 2013

Hola y adiós


Hoy una pequeña abeja se coló por mi ventana.
Y yo sentada junto a ésta mientras escribía, allí anclada me quedé. ¡Me ancló el miedo!

Nunca me ha picado una abeja, pensé, y cerré los ojos pensando en moverme y dejar el miedo absurdo a un lado. Lo conseguí. Los abrí de nuevo y de un salto me levanté y me giré a observar con cuidado mi habitación vacía por la que debía de estar rondando dicha intrusa.
Venga hombre, ¿dónde estás? Y entonces la vi aparecer al fondo, y respiré más rápido, incluso di un pequeño paso hacia atrás, pero ni uno más. Ella fue acercándose cada vez más, zumbando y dando vueltas, y parecía que se acercaba sin querer, ¡como si disimulara al hacerlo! Como quien no quisiera, y sin embargo yo la sentía cómo una amenaza. ¿Qué hago ahora? ¿Y si me pica?, pensaba yo. Y no hice nada. Me quedé allí plantada, y la abeja bien podría haberme picado con toda la tranquilidad del mundo. Pero no lo hizo.
Vi cómo en lugar de eso -que yo ya había dado por supuesto y que de algún modo ya había asimilado- la abeja pasaba por mi lado haciendo círculos y círculos, y con cuidado, me giré para ver adónde iba la pequeña. Y la vi en el escritorio, allí quieta. No se movía, y me quedé extrañada. Me acerqué un poco y la observé durante unos momentos. Se movía muy poco, cada vez menos.
Y entonces sus movimientos fueron disminuyendo cada vez más...hasta que murió sin más.

Esta es una anécdota sin apenas importancia o relevancia alguna. Es una anécdota vulgar quizás. Pero es la triste y curiosa anécdota de una abeja que entró en mi habitación para morir.


domingo, 9 de junio de 2013

La delicadeza

Camino a través de todas las edades de Nathalie.
Detrás de ese pequeño árbol debió de esconderse cuando tenía seis años.
De adolescente, rechazaba los juegos de su infancia y pasaba entre las rosas enfurruñada.
De joven se sentaba en ese banco, soñadora. François corrió tras ella y se amaron. Luego se encontró sola; él ya no estaría más. Los intentos de su abuela por consolarla no cambiaron nada.
Si camino por aquí voy pisando su dolor. Y es en este lugar, el corazón de todas las Nathalie, donde decido esconderme.

sábado, 8 de junio de 2013

Finales alternativos

Eres...
Una historia hermosa. Una de las historias más gratificantes e inolvidables que jamás haya escrito. Pero, ahora también, una de las más frustantes, pues desconozco cómo ponerle final.

Medio final ya fue firmado.

¿Cómo firmar la otra mitad?

viernes, 7 de junio de 2013

Ha sido un placer desconocerte


Nada. Hoy vi su fotografía, y no ocurrió nada. Nada dije, ni sentí, ni pensé, ni añoré...
Nada fue lo que vi en esa fotografía. ¿Es posible que ocurra? La observé durante unos minutos, intentaba buscar algo, pero nada. ¿De verdad? ¿Nada?
Pero en ese momento de nada me fiaba, de nadie, ni siquiera de mí misma (de hecho, de mí misma era de quien menos me fiaba). Por suerte, lo entendí un poco mejor: el "para siempre" es "casi", y en nada se quedó.


Pero por desgracia, muchas veces prescindo de observar esos trozos de papel para verle. Porque caigo y sé que caeré. Prescindo de las fotografías para seguir pensando en eliminar los recuerdos y desconocer. Desconocer sería un placer. Aunque, desconocer, también sería triste cuando se piensa conociendo.
Sería tan fácil simplemente mirarle y decir: por la mañana habrás desaparecido... Ha sido un placer desconocerte. Y ya está. Y después, nada. Después libertad. No más recuerdos, no más tropezones con alguna foto, carta, piedra o cualquier cosa que no escondí bien intencionadamente, no más lágrimas en vano, no más evitarle y esforzarme para ello. Nada.
Lo fuimos todo, y ya no somos nada.

Pero ahora, como el ruido sin aire, ¿qué haré?

Nada.

lunes, 3 de junio de 2013

Ella ha caído otra vez

Se abrió de golpe el tragaluz de mi cárcel, que llevaba ya cerrada y abandonada bastante tiempo. Sin embargo, siempre conservé la llave.
No sé muy bien cómo o por qué...