martes, 24 de septiembre de 2013

Desactiva la bomba...prefiero usar dinamita

Qué extraño. Qué decepción. Oportunidades, una tras otra van partiendo cuando apenas han llegado. Pero es que, extrañamente, hoy me sabe a decepción. Sus palabras entraron una vez en mí. Entraron, sí, me taladraron; una vez. Las escuché una primera vez, e inconscientemente creí entenderlas. Más tarde averigüé que no. Y entonces las volví a escuchar, y entonces, no antes, entraron en mí. Y me hicieron daño, para qué negarlo. Y me apagaron también. Eran palabras contrariadas, algunas estúpidas, necesarias también, pero nada agradables. Después de aquello, todo era muy extraño. Ciertas palabras me pedían algo que desde luego no podría ser así, al menos en un tiempo (corto, en un principio). Después de aquello debían llegar mis palabras, pero ellas decidieron ser silencio y una prolongada mirada perdida hacia adelante. Y así fue como mis palabras nunca llegaron. Así fue como creía que todo terminó. Después de mis no-palabras, me vi rodeada de conversaciones, de bandejas con vasos llenos que se vaciarían al cabo de unos minutos para ser recogidos y vueltos a llenar, de saludos y despedidas de extraños cercanos, de risas agudas, graves, falsas o totalmente francas, de llamadas por megáfono a decenas de nombres diferentes, de humo de tabaco. Allí estaban todos menos yo, aunque mi cuerpo permanecía sentado entre todo aquello; yo no me recuerdo allí siendo yo...
Abrir la puerta de casa me cerró muchas otras puertas. Recordaba entonces las palabras que seguían dentro de mí, tirando mientras tanto demasiado esfuerzo a la basura sin ningún reparo.
Veinticuatro horas más tarde seguía tirando demasiado esfuerzo sin ningún reparo. La diferencia es que sus palabras ya no tenían hueco ninguno dentro de mí, pues veinticuatro horas después no fue mi puerta la que se abrió. No la de mi casa. Detrás de su puerta me esperaban palabras totalmente diferentes a las que me taladraron veinticuatro horas antes. Se contradecía demasiado, y aun así, yo no me paré a pensar por qué.
Abrir la puerta de casa después de aquello me derribó. Mi estupidez, mi insensatez, mi locura...
Yo me derribé en el preciso momento en que me dejé llevar por su corriente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario