Allí sentada echas tus redes al presente más palpable, a aquel presente, y recoges cansancio de jugar a ser tú la que habita su salón, recoges tinta apelmazada en hojas de cuadernos arrancadas, recoges injustas sinrazones nunca demostradas o justificadas, recoges falta de tiempo mientras sobra espacio, recoges una carta cinco veces leída, recoges la segunda leyéndola de memoria...recoges cosas que nunca sembraste.
Allí sentada piensas que, a pesar de todo, puede existir una vía de escape, la puerta trasera, la oportuna ventana abierta, la coartada perfecta. Vuelve a ser nítido y claro el sonido exterior, y tus oídos se centran de nuevo. Vuelves a enfocar tu alrededor, donde los demás continúan charlando, echando unas risas, dando caladas a cigarrillos a medio morir, compartiendo tiempo y vida, manteniendo profundas miradas que gritan más que hablar en tan solo un segundo, o incluso menos.
Allí sentada tienes claro lo que deseas, y todo parece ser mucho más fácil de lo que la realidad te mostrará al día siguiente, cuando tu mente no esté tan enturbiada. Así que permaneces allí, sentada, comiéndote por dentro las ganas de estallar, fumando y observando cómo expulsas el humo, disfrutando de todo aquello, dentro de lo que cabe.
Allí, sabes que todo podría ser más gratificante, sabes que simplemente podrías estar sentada unos pasos más allá, sabes que podrías no estar explotando por dentro, sabes que no tendrías por qué callar cosas, sabes que todo podría ser más natural, sabes que podría ser. Y, allí, rezas para que esa sea tu vida sin ti.
Por desgracia, tienes que levantarte...
Allí sentada piensas que, a pesar de todo, puede existir una vía de escape, la puerta trasera, la oportuna ventana abierta, la coartada perfecta. Vuelve a ser nítido y claro el sonido exterior, y tus oídos se centran de nuevo. Vuelves a enfocar tu alrededor, donde los demás continúan charlando, echando unas risas, dando caladas a cigarrillos a medio morir, compartiendo tiempo y vida, manteniendo profundas miradas que gritan más que hablar en tan solo un segundo, o incluso menos.
Allí sentada tienes claro lo que deseas, y todo parece ser mucho más fácil de lo que la realidad te mostrará al día siguiente, cuando tu mente no esté tan enturbiada. Así que permaneces allí, sentada, comiéndote por dentro las ganas de estallar, fumando y observando cómo expulsas el humo, disfrutando de todo aquello, dentro de lo que cabe.
Allí, sabes que todo podría ser más gratificante, sabes que simplemente podrías estar sentada unos pasos más allá, sabes que podrías no estar explotando por dentro, sabes que no tendrías por qué callar cosas, sabes que todo podría ser más natural, sabes que podría ser. Y, allí, rezas para que esa sea tu vida sin ti.
Por desgracia, tienes que levantarte...
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