miércoles, 4 de septiembre de 2013

¿A quién le gusta ser un blanco fácil?

Alzo el vaso, más vacío que yo, y lo elevo hacia el infierno.
En un nuevo viaje, calzo nuevos zapatos, mas no zapatos nuevos. Únicamente son nuevos para mí; pero ellos llevan tiempo esperándome, esperando mis pasos, que al fin parecen llegar. Algo desgastadas, las suelas son tan finas que aún puedo sentir el suelo a cada paso que doy como si fuera descalza, pero son sólo los primero pasos.
Cuando avanzo, en mis cielos nocturnos, puedo ver constelaciones de gente, como un planetario. Unas brillan profundamente entre las antenas de los edificios; otras que parecen apagadas y olvidadas, comienzan a parpadear de manera puntual; otras, brillan con una fuerza que llama la atención, pero poco después la van perdiendo (desconozco la razón) y su brillo deja de ser nítido. Todas las constelaciones de mi pequeño planetario tienen historia, a veces increíbles historias, y algunas llevan incluso promesas enlazadas a ellas, y en algunas me encuentro a mí misma.
Así, mis cielos se llenaban de constelaciones.
Y sin brindar, celebraba los días no vividos.


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