Si el volante se ha roto y salir por la ventana es la única elección, si son desiertos de fango, de ésos que a cada paso es un millón, tú saldrás de ésta, créeme, y pronto entonarás pequeños cánticos. Y en algún bar apartado, ahogaremos al espanto y nos pedirá perdón.
Tu ansiedad cederá. Como el rastro de un avión, se esfumará. Si tras el naufragio hay tempestad, nadie desertará. Tú sube a cubierta y ya verás, mil comandantes más. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán de viento, y tú harás de mástil, no será fácil, pero si ganas habrá valido por dos. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán viento, y tú atado a un mástil, tu propio mástil, mientras yo sigo bebiendo el agua que entró.
Nadie más lo entenderá, sólo los que allí estuvieron sonreirán.
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