martes, 30 de abril de 2013

Allí se paró mi reloj de arena

Cuando el tiempo se detuvo, pude visualizarlo desde fuera...

Flotaba tranquila entre sábanas negras que acariciaban mi cuerpo desnudo. Tocaban, fingiendo casualidad, mi espalda marmólea, mis labios dormidos, mis pies entrelazados, y entre ellas soplaba una leve brisa que traía el aroma del mar hasta mi nariz, y el sonido de las olas al romper hasta mis oídos aún despiertos. Cabellos de cobre bailaban alrededor de mi cabeza, como si me encontrase sumergida bajo el agua de un mar donde convivían armoniosamente la música y el silencio. Nunca jamás había visto existir la paz sin la guerra, la satisfacción sin el dolor, la vida sin la muerte; a excepción de allí.
Allí, mirándome a mí misma, pude ver paz sin necesidad de conocer la guerra. Pude sentir satisfacción sin recordar qué era el dolor. Pude sentirme viva, y perder de vista a la muerte.
Allí pude sentirme tan pequeña y protegida como si me encontrara en el vientre de mi madre. Se justificó mi existencia y sentí que volvía a amar.
Allí no tenía la necesidad de desear, pues el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. Y el amor, en cambio, es un eterno insatisfecho, que a veces hace de la bestia un hombre, y del hombre una bestia.
Allí, volví a mi interior y dormí durante varias eternidades...cuando se detuvo el tiempo.

domingo, 28 de abril de 2013

Compañero de viaje

Me topé hará un mes o así con un singular anciano, bastante rico (millonario, decían), y por unas u otras circunstancias, finalmente acabé junto a él paseando por un parque cerca de casa. Era una tarde bastante agradable, y la conversación con el sabio y rico anciano era fácil y se hacía amena. Llegamos caminando a unos rosales, punto en el que mi desconocido acompañante quiso hacer una parada. Nos sentamos en un banco que estaba juntos a los rosales, y entonces el anciano sonrió y comenzó así una de las lecciones más valiosas que jamás haya aprendido:
"Debo de haber olido estas rosas miles de veces y, sin embargo, cada vez es una experiencia diferente. ¿Sabe usted por qué? Porque he aprendido a vivir aquí y ahora. Olvidándome del pasado, sin importarme el futuro. 

El secreto es extremadamente simple. Todo reside en la concentración mental. Cuanto más se concentra su mente, más vive ésta el presente, más absorta está en lo que hace. La concentración es la clave del éxito en todas las facetas de la vida. Cuanto más aumente su capacidad de concentración, con mayor rapidez y mayor eficacia podrá trabajar. Usted descubrirá los detalles que los demás pasan por alto. Llegará a darse cuenta de que los problemas de la vida no tienen ningún dominio sobre usted. Entonces comprenderá lo que voy a decirle a continuación, y que en estos momentos quizá le parezca una perogrullada un tanto banal. Las rosas sólo son importantes en la medida que la mente cree que lo son. Un problema sólo es un problema cuando se piensa que lo es. ¿Qué significa esto? Si usted considera que nada es serio, que nada es realmente importante, entonces nada será serio a sus ojos, nada será realmente importante. Los problemas le parecerán grandes e insolubles en proporción directa a la debilidad de su mente. Cuanto más fuerte sea la mente, más insignificantes le parecerán los problemas. Este es el secreto de la paz eterna. Así que concéntrese. Esta es una de las grandes claves del éxito.
Recuerde siempre que, a cierta altura, jamás hay nubes. Si las nubes en su vida le tapan la luz, es porque su espíritu no se ha elevado lo suficiente. La mayoría de las personas cometen el error de luchar con los problemas. Es como si constantemente se dedicaran a eliminar las nubes, a disolverlas a través de una especie de proceso mágico. Desde luego, tal vez puedan disolverlas temporalmente, pero las nubes siempre volverán a interponerse entre ellos y el sol, ocultando la luz, por brillante que esta sea. Lo que usted debe hacer es elevarse de una vez por todas por encima de las nubes, que se renuevan incesantemente...
Tal vez no haya entendido lo que acabo de decirle, pero acéptelo de buena fe."

Dicho esto, el anciano se puso en pie y dijo que debía irse a arreglar unos asuntos que le quedaban pendientes. Se despidió con un "ha sido un placer pasear y charlar con usted", y se marchó por donde habíamos venido. Y allí sentada en el banco, me quedé yo, junto a los rosales, atesorando cada palabra que el enigmático anciano con el que me topé me había dedicado. Me dije a mí misma que todo ocurría por alguna razón, y supe, sin lugar a dudas, que aquello había sido una señal. Una de las mejores y más valiosas de mi vida.











Extraña risoterapia de un árbol sin raíces


Veía el mundo desde el interior de la bañera llena de agua. La burbujitas que salían de su nariz ascendían como pececillos. Qué bonito y sencillo era todo visto desde esa perspectiva, simplemente porque no había nada más que su cuerpo allí dentro. Soltó un poco de aire, y su mundo se balanceó inestable formando ondas, y sonrió ante aquella visión.
No malgastó su tiempo pensando en alguien allí abajo. Era extraña la alegría que sentía, pero era tan bienvenida que comenzó a reir allí abajo, escuchando a su voz sorda. Bajó la mirada a sus pies y observó a sus deditos moverse y bailar; estaban vivos. Ella estaba viva, y no estaba necesitando del aire podrido de siempre; ese aire que tenía que respirar cuando no lograba sumergirse todo lo que debería.
El agua se estaba helando cada vez más y su piel comenzaba a ser cristal, era su propio desafío a la muerte en su eterno estar presente, acechando a cada instante, sin dejarse conocer, para ser temida por todos. Las cadenas le habían enseñado a volar, el amor le había enseñado a mentir, y la vida le había enseñado a morir.
Cerró los ojos.
Aún quedaba un poco de su sabor en su boca, aún resaltaba un poco difícil decir qué estaba pasando. Aún quedaba un poco de su fantasma en ella: su debilidad. Aún quedaba un poco de su cara que no había besado. Se alejaba un paso de ella cada día, y le resultaba aún un poco difícil definir qué pasaba. Aún quedaba un poco de su canción en su oído, aún quedaban algunas palabras que seguía esperando oír. Sin embargo, no se permitió centrar sus pensamientos en lo que aún quedaba de él. Su mente, en esos momentos, bajo el agua, se asemejaba más a algo así:

"Lo que quiero de ti es que vacíes tu cabeza. Dicen que pasará, así que ya está bien de mojar  mi almohada. Hacemos lo que podemos para ser libres, pero se me viene todo encima y soy un árbol sin raíces.
Lo que quiero de nosotros es que borremos nuestras mentes. Finjamos un escándalo, y ni una despedida más. Nos volvimos ciegos cuando más necesitábamos ver, y a mí se me derramó el mundo entero cuando vi cómo, ante mis ojitos llenos de la nada más infinita que se pueda imaginar, rompías nuestra historia en mil pedazos diminutos e insignificantes. La matabas.
Así que, que te jodan, a ti y a todo lo que me haces pasar. Te digo que lo dejes, porque esto no significa nada para ti. Y si me odias, ódiame tanto que puedas dejarme fuera, dejarme marchar, dejarme ir de este infierno que siento cuando estáis cerca. 
Déjame ir, déjame marchar. Lo que quiero de todo esto no es más que aprender a dejarlo ir. No sólo a ti, sino a todo lo que hemos pasado. Los asesinos reinventan y después se lo creen, así que déjame decirte que te jodan. A ti, a todo lo que ya no me das, a todo lo que no me dejas ofrecer, a todo lo que pretendes y -no entiendo cómo- consigues ignorar. Y ódiame; ódiame tanto que seas capaz de dejarme fuera de todo esto.
Ódiame tú, porque yo no puedo..."

Había caído para entonces en un dulce letargo, y suavemente abrió los ojos. De su nariz no ascendía ya ninguna burbuja. El mundo no se deformaba en ondas tranquilas. Y a pesar de tener los ojos abiertos, éstos ya no veían nada. Su piel de cristal se había vuelto pálida y sus labios habían perdido su color. Los dedos de sus pies terminaron su baile hace rato. Y el árbol sin raíces se marchitó.





sábado, 27 de abril de 2013

Leahna

No entendió por qué sucedió, ni cómo llegó a ese momento. No estaba planeado que ocurriera así. Si alguien le hubiera preguntado, habría dicho que aquello era lo último que pensaba que podría suceder. Pero allí estaba ella, en la parte de atrás del coche en marcha, a 100 km/h, de vuelta a casa. Escuchaba esas canciones que no suelen ser muy oportunas para alguien con una estabilidad emocional tan dudosa como la suya, que además mira las estrellas en medio de la oscuridad por la ventana del coche, reflexionando acerca de esos temas igual de inoportunos que las canciones. Ella misma se reprochaba que eso estaba mal, que no debería de estar haciendo aquello. Intentó pensar en otros temas, o al menos no pensar en ese, pero los resultados dejaron bastante que desear. Tanto, que segundos después ocurrió. Se encontró a sí misma llorando en silencio. Pero su cara no mostraba tristeza, tan solo vacío. No mostraba absolutamente nada. Miraba a las estrellas, y a cada parpadeo, gotitas saladas caían suaves. Y contemplando aquel panorama, se dijo: hoy las estrellas son bonitas, pero están vacías. Su mente comenzó a divagar, y las palabras comenzaron a conectar.

"Salud, querido. Esto es por ti y por tu adorable chica.

Salud, querido. Me diste tres cigarrillos para fumarme mis lágrimas. Y muero cuando mencionas su nombre. Y miento; debería haberte besado cuando corríamos bajo la lluvia, solos tú y yo. Dime, ¿qué soy? ¿Un susurro en tu oído? ¿Un trozo de tu tarta? ¿Qué soy yo? ¿La chica a la que puedes temer? ¿Un gran error? Salud, querido... Esto es por ti y por tu adorable chica." 

Una pobre borracha mental. Una idiota tan vacía como una de esas promesas que tanto desearía poder cumplir, esas que una vez tuvieron tanto, esas que ya apenas tienen lo que tuvieron. Una desconocida a sus propios ojos. Una máscara constante. Una contradicción en toda regla. Un acúmulo de miles de palabras retenidas en la garganta, de miradas desviadas, de pensamientos estampados en papel y no transmitidos jamás, de memorias y cuentos sobre elefantes y un loro que podía hablar, de fotografías que nunca llegó a tomar.
Y allí estaba todo eso, sentado en la parte de atrás del coche en marcha, con forma humana, mirando inútilmente por la ventana, dejando al tiempo marchar. Sin despedidas.
Allí estaba yo.

jueves, 25 de abril de 2013

Máscaras

Me ha ocurrido varias veces ya.
Miro en el espejo y no tengo ni idea de quién me devuelve la mirada. Como si cada vez que me mirara al espejo cada día, viera a una persona diferente. A veces una persona triste, sin metas en su vida; otras veces una persona con unas ganas inmensas de devorar al mundo entero, segura de sí misma (aunque esto ha sido muy raro de ver); otras veces veía a una persona vacía, en la que no había de nada, tan solo la carne y los huesos que la sostenían; otras veces en los ojos de esa persona solo se leía rabia y enfado. Y así innumerables veces.
Cada día lleva una máscara diferente, ya se ha convertido en algo automático. Lo extraño de todo esto es que esa persona que se refleja en el espejo tiene mi forma: tiene mi cara, mis brazos, mis piernas, mi pelo. Es físicamente idéntica a mí, y sin embargo me resulta una desconocida. Esta persona con tantas identidades diferentes llegó hace unos meses a mi espejo. Alguna que otra vez le he preguntado el por qué de tantas máscaras diferentes, según la situación, los que le rodean, los días de la semana, pero nunca se ha molestado demasiado por contestarme. Todo lo que hace es devolverme la mirada. Y es algo curioso su mirada. Cuando no soy yo la persona a quien devuelve la mirada, usa la mirada que la máscara indique que debe usar. Sin embargo, cuando soy yo a quien va a devolver la mirada, no importa qué máscara lleve en ese momento; su mirada es siempre vacía y penetrante. A pesar de ser así conmigo, espero que algún día se encuentre. Espero que logre averiguar qué hay más allá de las máscaras. Y que vuelva sin máscara en el rostro.

Si no sales de mis sueños dejaré de despertar

Estamos tan acostumbrados al aire que respiramos...Estamos acostumbrados a entender que cerrar los ojos por la noche y tumbarse en la cama significa dormir. Pero no siempre es así. Mientras el mundo pensaba que mis ojos se cerraron para dormir, mis ojos sabían que esa noche no dormiría, porque se cerraron para pensar. Fue al cerrar los ojos cuando te vi, y entonces caí en la cuenta: tan solo puedo verte cuando cierro los ojos, cuando hay oscuridad en mis párpados y mis pestañas se entrelazan unas con otras, cuando me refugio donde nadie puede verme, solo tu visión imaginaria en mi cabeza puede, pero nadie, ni tú, eres consciente de ello. Tan solo tu sombra mental de mi inconsciente y yo. Me centré entonces en tu imagen. Estabas dulcemente tumbado en una cama; tus ojitos cerrados y la respiración tranquila y pausada. Esta vez sí, dormías. Podría afirmar que no existía belleza igual en todo el mundo, tan delicada y natural, como la que reflejaba tu rostro dormido. Tu rostro de niño, tan lindo como lo recordaba, como siempre lo he visto. Mis piernas comenzaron a moverse muy lentamente y me vi avanzando hacia ti, procurando no romper el equilibrio de la brisa que mecía a tus pestañas en sus sueños enigmáticos. A medida que me acercaba cada vez más, desde lo lejos comenzó a sonar la suave melodía de un piano, y a medida que la melodía avanzaba cada vez más, mis ojos profundizaban en tu rostro y exprimían cada milésima de segundo observándote. Llegué al fin y me senté en la cama junto a ti, sin dejar de mirarte, y fue cuando te tuve cerca cuando millones de pensamientos comenzaron a fusilar a mi mente en cuestión de segundos. Había pensamientos, teorías, preguntas, respuestas, recuerdos, música: tú. Tú ocupaste la totalidad de mi mente, y todo se desbordó allí dentro. Cuando me di cuenta, la dulce melodía del piano había desaparecido, y en su lugar, comencé a escuchar el sonido de dos copas al chocar en un brindis repetidas veces. Mi mano, atrevida, se posó sobre tu cálida mejilla. Me sorprendió ver que seguía encajando a la perfección y cerré los ojos. No, no cerré los ojos para dormir. Cerré de nuevo los ojos porque no querían permitirme llorar, pero habían llegado tarde. Noté cómo mis lágrimas, ácidas en lugar de amargas, quemaban mi cara al surcarla. Dolía tanto. Abrí los ojos y centré mi mirada y a todo mi ser, en ti. Mis cinco sentidos te anhelaban. Me acerqué a tu oído, sin hacer ruido, y te canté, con el alma y el corazón en las manos, entre lágrimas y susurros...
Sleep, don't weep my sweet love.

My face is all wet 'cause my day was rough.
But do what you must do to find yourself, wear another shoe to comfort the soul.
Those times that I was broken and you stood strong...
Think I've found a place where I can sleep, not weep.
So sleep, don't weep my love.
Abrí los ojos. Ya no estabas. Y me quemaban las mejillas.


martes, 23 de abril de 2013

Un semáforo en rojo


Hoy mi cabeza te ha soñado. Ha soñado a tu abrazo y a tu inocente beso y, no sé si por desgracia o por suerte, no recuerda nada más. Un sueño de cartón en medio de una fuerte tormenta. Sin embargo, se sentía tan real y cercano, que odié con todas mis fuerzas despertar. Lo odié como nunca he odiado, y grité a esta puta realidad. Le pregunté a gritos que por qué, por qué, no me dejaba seguir bañándome en ese sueño. Por qué no me dejaba ser feliz, y sentir ese calor que hoy he extrañado, cuando, esperando a cruzar en un paso de peatones, mi mente divagando se perdió en recuerdos y se asustó. Se asustó, y me asusté, y me entristeció el alma darme cuenta de que esa sensación de calor, esa intimidad con la que yo convivía, nuestro fuerte enlace que veo en mis recuerdos, todo eso, ahora me parecía...extraño. Como si todo eso fuese ahora irreconocible. ¿Dónde está aquella increíble confianza? ¿Dónde quedó? ¿Es que está aparcada para no regresar jamás? Me apenó muchísimo, porque cuando me veía en mis recuerdos, me di cuenta de que no me veía a mí, sino que era como si viera a una extraña que hacía y vivía en mis recuerdos todo aquello que yo hice y viví en su momento. Las vivencias se me escapaban de la memoria, y esto no quiere decir que las olvide ni mucho menos; es algo más complejo. Como si los lazos que me unen a ellas fueran desgastándose y cada vez me fueran resultando más y más extrañas, más raras, menos parte de mí. Fue entonces cuando el pitido intermitente y constante que indicaba que podía cruzar comenzó a sonar, haciendo que volviera de sopetón al mundo real, que abandonara mi mente caótica y que mis ojos enfocaran de nuevo lo que tenían delante. Después mi cerebro ordenó cruzar, y así lo hice.



lunes, 22 de abril de 2013

Mírame joder

La marea me dejó la piel cuarteada, la miel en los labios, las piernas enterradas.
Si ayer no hubo sonrisa alguna en mi rostro, sabes por qué fue. Si hacía las cosas sin ser yo quien las hacía, si miraba sin ver, si respiraba intentando al mismo tiempo no hacerlo, si oía pero no escuchaba, si sentía pero no interiorizaba, si estaba pero no estaba, sabes por qué fue. Y ahora que blasfemo por Dios me gustaría decir(te):
Mírame, ¡soy feliz! (¿?) Tu juego me ha dejado así. No sé dónde quedó el rumor que nos vio nacer.

jueves, 11 de abril de 2013

La media naranja

Si llega un momento en que dependemos y estamos totalmente apegados a una persona o a una situación, entonces tenemos un grave problema. Cuanto más desapegados de ese néctar de dependencia que nos atrapa, más cerca estaremos de encontrarnos a nosotros mismos. La mayoría de las personas crece con la errónea y, desafortunadamente, extendida idea preconcebida de la "media naranja". No se dan cuenta de que, con esos pensamientos, tan solo conseguirán someterse a una persona, que al fin y al cabo, es solo una persona más de este vasto mundo en el que vivimos. Y por desgracia, tarde o temprano acabarán volcando su mundo y su futuro (su vida) en esa persona. Perderán otras cosas de mucho valor (y valor importante) por esa persona. Podrán pasar años incluso antes de que ambos se den cuenta de lo que hacen. Si antes no te conocías del todo a ti mismo, al crear esa dependencia tan fuerte y adictiva puedes estar seguro de que te alejas de ti mismo y, tranquilamente, puedes darte por perdido. Garantizado.
Pero como decía, desafortunadamente, esta "teoría de la media naranja" está bastante extendida, y a pesar de lo cara que acaba resultando (perdernos a nosotros mismos), demasiada gente está dispuesta a pagar el precio. Una vez se ha experimentado, es curioso observar desde fuera cómo caen todos, al igual que caí yo una vez. Un bonito letargo de tres años. Para mí sólo existía una persona. Porque a mí nadie me habló de la otra cara de esta teoría. Nadie me contó el precio que habría de pagar. Nadie me habló del peligro que tendría el final de mi historia si cada vez ésta era más y más larga, y la teoría me absorbía más y más, y me perdía en ella.
Tirarse y sumergirse en esta teoría tiene peligro. No es ninguna broma. Llega un triste momento en que ni siquiera se es consciente de que nos hemos perdido a nosotros mismos. Ya no recordamos cómo éramos, qué queríamos, qué nos gustaba...quiénes éramos. Quiénes somos. Porque sin quererlo, un día, lo dimos por olvidado, y nuestra mente y nuestro ser así lo asimilaron. Y nos olvidamos de nosotros mismos. Nunca nos vimos completos sin tener que depender de ese néctar, y ahora solo queda una sonrisa triste y desganada en la cara cuando nos damos cuenta. Así que, sin saberlo, podemos llegar a cargar con un grave y pesado problema, y éste pasa tan desapercibido y la ceguera puede ser tal, que el peso del problema se asume sin más y pasa a ser parte de nosotros, como una extensión del alma. Allí anclado, queda el recuerdo olvidado de quienes éramos realmente, de quienes necesitamos volver a ser para darnos cuenta de que aparcar ese recuerdo fue un grave error del pasado, que por nuestro bien, no debería repetirse en el futuro.
Es todo parecido a un juego de malabares, bailando las pelotas, de una mano a otra, de arriba a abajo, dando vueltas y vueltas. Es divertido mientras lo haces, cuesta trabajo conseguir que fluyan sin problema, pero así la recompensa sabe mucho mejor. Sin embargo, requiere para ello demasiada atención y concentración. Requiere mucho tiempo y dedicación llevarlo a cabo. Pero supongo que al final solo es necesaria mucha práctica y experiencia para pillarle el truco y, finalmente, conseguir encontrar el equilibrio, en el que aprendas los malabares y al mismo tiempo no necesites y no tengas que perder de vista el mundo que te rodea para poder seguir bailando sin problema las pelotas.
Todo se trata de tiempo, para poco a poco, aprender a no perdernos y encontrarnos a nosotros mismos, sin depender de nada ni de nadie.

miércoles, 10 de abril de 2013

Créeme

Esto ya va tomando forma. Ahora todo se va aclarando un poco más.
Enciendo mi cigarro, empiezo la primera calada. Entrecierro los ojos y observo cómo se desata el humo. Por las esquinas de la habitación rebota sin cesar la melodía de un piano. Rebota y choca, cambia su rumbo, su dirección, su norte, su sentido. Cambia. Y si cierro los ojos, despacito, puedo sentir que me transformo en las notas que se desprenden del piano, que rebotan y viajan dando vueltas, rodando, por las esquinas y paredes de la habitación. Pero esto no es una de esas decisiones que siempre duelen, así que abro los ojos de nuevo y decido transportarme de vuelta a mi cuerpo, mi instrumento de vida, y refugiarme allí de sus demonios. Así mejor. Mis pulmones van expulsando el humo también, y se siente bien estar allí y no hacer nada. Se siente extrañamente bien, porque por fin estaba teniendo un momento para mí. Y mientras consumía aquel cigarro, calada tras calada, pensé en ti. Pensé en las palabras que escribiste, y créeme si te digo que, en mi cara, apareció una de esas sonrisas extrañamente reales y profundas. Las echaba de menos, esas que tú me das. Créeme. Y ahora se convierten en mi droga personal, un deseo garantizado si tú rondas por aquí cerca. Me conviertes poquito a poco en prisionera del cielo de tu boca, en drogadicta a ti. No eres fácil de olvidar, y te quedas anclado en los recovecos de mi cabeza, y mis huesos y piel te llaman a ti. Y me siento bien, y pienso: no leves anclas, y quédate cerquita.
Y el cigarro se consumió por completo, pero esa sonrisa seguía en mi boca. Créeme.

martes, 9 de abril de 2013

Posdata

Era 1 de abril cuando escribía esto en el cuaderno. Autobús 27. 10:31 de la mañana.

"Debería estar en clase. Estoy de vuelta del centro. Sé dónde estoy, y sin embargo me siento perdida. Sé adonde voy. Bueno, mejor dicho, sé adonde va este autobús, pero, ¿y yo? No...Yo no. Me planteo seriamente dejar la carrera. No me motiva. Creía que era lo que yo quería, pero no encuentro nada que me motive, y si lo encuentro siempre acabo pensando que no sirvo para eso. Así nunca llegaré a ninguna parte."

Hoy es 9 de abril. Mi cama. 22:44 de la noche.

"Q__  T_  F_____"

miércoles, 3 de abril de 2013

Noches eternas

Hermosa brutalidad de tus labios chocando de pleno contra los míos. Escuchar el "crash" de nuestros cuerpos de cristal que se rompen al encontrarse en el choque clave. La unión, el momento, ese segundo. Tan vulnerable, delicado y brutal al mismo tiempo. Joder. Imagínalo. Congela ese momento en tu mente, y avanza a cámara lenta. Vive y exprime cada movimiento de vuestros cuerpos, cada entrelazamiento. Cada instante, en el que sabes que actúa tu alma, en el que te dejas llevar totalmente por las emociones, los sentimientos, el momento, y sin embargo, sabes perfectamente lo que está ocurriendo. Le hablas, le cuentas todo a la otra persona, y de tu boca no sale ni una sola palabra.
Y ahora que soy medio dos, el antídoto es peor que mi adicción a ti.

Y de un bocado...

...comerte la vida.

martes, 2 de abril de 2013

Bienvenidos a mi subconsciente

¡Ahora relájate! Ella lo lleva bien, está aliviada, ¿ves? Todo ha acabado bien. Te dice: "Fíjate. Mira mis manos, ¿ves? No pesan nada, ¿ves? Están flotando, ¿ves?"

No sé yo si funcionará así. No sé si es posible que sea tan simple como creer tus propias mentiras. ¡Despierta de una vez! ¿De verdad te las estás creyendo? Es cierto que las palabras tienen un gran poder para la mente, pero también es igual de cierto que hay que darles el uso justo; un buen uso al fin y al cabo. Las mentiras son palabras, y si usas las palabras de esa forma para levantarte de nuevo, te habrás levantado solo en la mentira que has creado y no habrás aprendido cómo afrontar la verdadera situación (y resalto la palabra verdadera)...
Ahora me pregunto si puedes oírme al menos, o si quieres. Si es que simplemente te resignas o no afrontas las cosas y guardas silencio, nada más. Miras con ojos selectivos que solo ven lo que quieren, que es por supuesto lo más agradable al alma, para que cada vez más, te pueda ser propiciada un poco más de paz por dentro. ¿Caeré alguna vez en ese truco barato? Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo, pero desde luego no pienso decirme a mí misma esas mentiras...¿o sí? ...no, jamás. Que sea cierto el jamás, o muérete. Porque si cabe una pequeña duda dentro de mí acerca de usar ese estúpido método es tan solo porque pienso, y me digo y me pregunto, con cautela y un poco de miedo: y si me repito todos los días que te odio...¿llegaré a hacerlo alguna vez?Pero algo dentro de mí me dice que no soy tan valiente como para probarlo si quiera. Aunque no creo que la palabra sea valiente...Puede que la palabra que busco sea totalmente lo contrario: cobarde. Sí. Yo, he dicho cobarde...Yo. Para ti. Por ti.
Y, de repente, otras nuevas preguntas en mi cabeza, recién sacadas del horno: ¿soy valiente?, ¿soy cobarde?, ¿quién soy...? Y termino mi día pensando y entonando con un leve susurro: luz aural, vuelve a mí. Y empieza mi noche, mi sueño. Como si alguien pulsara un interruptor que debe estar escondido en alguna parte de mí, y de un momento a otro, ¡puf!, transportada a un mundo totalmente desconocido y, sin embargo, muy cercano a mí. Comienzo a avanzar olfateando el aire que se respirar por allí. "Mierda", pienso, y frunzo el ceño. De vez en cuando huele a ti. Por un momento me confundí, y creí escuchar tus pasos, pero solo se trataba de las marcas que dejaron tus huellas el día que te fuiste. Como una niña que juega, comienzo a andar sobre tus huellas, pero noto como se me anclan los pies a ellas cuando las piso. Avanzar se hace lento y pesado. Se me engarrotan las piernas y duele. Pero me mantengo firme y constante con las ansias de descubrir propia de los niños, hasta que finalmente avanzo sin problemas y cuando miro al suelo, tus huellas han desaparecido y solo van quedando las mías. Entonces, cuando levanto la mirada, lo veo, y me hace parar en seco. Por un momento se borró la sonrisa de mi cara. Millones de huellas y pisadas se extendían ante mí. Pero, ¡qué demonios!, pensé. Un reto, ¿eh? Sonreí desafiante, y eché a correr. Corrí como nunca, y la sonrisa nunca desapareció de mi cara.


¿Eres tú?

No, no evitarás que quiera largarme cuanto antes si cada vez que me quiero ocultar tú me conviertes en gigante. No pretendas defenderte. Te diré que no, no me convences. Me quiero evaporar entre la gente. No, no vas a negar; algunas bases no resisten. Ya puedes preguntar, preguntar por ahí o a los tuyos, si una gota colma el vaso otras veces ya es el mar, y es el mar esta vez, ¿no entiendes?
Un día me iré, me iré de verdad, no sé si me ves del todo capaz de cambiar nombre y edad y si me encuentras decirte, ¿de quién me estás hablando? No, no lo haré jamás, me falta valor o fuerza vital. ¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad si de quién pretendo huir seguirá dentro de mí? Y eras tú. Y eres tú.

lunes, 1 de abril de 2013

Vislumbraste la estrella polar, y algo más...

Nunca pierdo una sola oportunidad de admirar como te deslizas como si fueras de viento, y al contacto con mis dedos te desvanecieras...Si tu magia ya no me hace efecto, ¿cómo voy a continuar?
Si me sueltas entre tanto viento, ¿cómo voy a continuar?