sábado, 27 de abril de 2013

Leahna

No entendió por qué sucedió, ni cómo llegó a ese momento. No estaba planeado que ocurriera así. Si alguien le hubiera preguntado, habría dicho que aquello era lo último que pensaba que podría suceder. Pero allí estaba ella, en la parte de atrás del coche en marcha, a 100 km/h, de vuelta a casa. Escuchaba esas canciones que no suelen ser muy oportunas para alguien con una estabilidad emocional tan dudosa como la suya, que además mira las estrellas en medio de la oscuridad por la ventana del coche, reflexionando acerca de esos temas igual de inoportunos que las canciones. Ella misma se reprochaba que eso estaba mal, que no debería de estar haciendo aquello. Intentó pensar en otros temas, o al menos no pensar en ese, pero los resultados dejaron bastante que desear. Tanto, que segundos después ocurrió. Se encontró a sí misma llorando en silencio. Pero su cara no mostraba tristeza, tan solo vacío. No mostraba absolutamente nada. Miraba a las estrellas, y a cada parpadeo, gotitas saladas caían suaves. Y contemplando aquel panorama, se dijo: hoy las estrellas son bonitas, pero están vacías. Su mente comenzó a divagar, y las palabras comenzaron a conectar.

"Salud, querido. Esto es por ti y por tu adorable chica.

Salud, querido. Me diste tres cigarrillos para fumarme mis lágrimas. Y muero cuando mencionas su nombre. Y miento; debería haberte besado cuando corríamos bajo la lluvia, solos tú y yo. Dime, ¿qué soy? ¿Un susurro en tu oído? ¿Un trozo de tu tarta? ¿Qué soy yo? ¿La chica a la que puedes temer? ¿Un gran error? Salud, querido... Esto es por ti y por tu adorable chica." 

Una pobre borracha mental. Una idiota tan vacía como una de esas promesas que tanto desearía poder cumplir, esas que una vez tuvieron tanto, esas que ya apenas tienen lo que tuvieron. Una desconocida a sus propios ojos. Una máscara constante. Una contradicción en toda regla. Un acúmulo de miles de palabras retenidas en la garganta, de miradas desviadas, de pensamientos estampados en papel y no transmitidos jamás, de memorias y cuentos sobre elefantes y un loro que podía hablar, de fotografías que nunca llegó a tomar.
Y allí estaba todo eso, sentado en la parte de atrás del coche en marcha, con forma humana, mirando inútilmente por la ventana, dejando al tiempo marchar. Sin despedidas.
Allí estaba yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario