jueves, 25 de abril de 2013

Máscaras

Me ha ocurrido varias veces ya.
Miro en el espejo y no tengo ni idea de quién me devuelve la mirada. Como si cada vez que me mirara al espejo cada día, viera a una persona diferente. A veces una persona triste, sin metas en su vida; otras veces una persona con unas ganas inmensas de devorar al mundo entero, segura de sí misma (aunque esto ha sido muy raro de ver); otras veces veía a una persona vacía, en la que no había de nada, tan solo la carne y los huesos que la sostenían; otras veces en los ojos de esa persona solo se leía rabia y enfado. Y así innumerables veces.
Cada día lleva una máscara diferente, ya se ha convertido en algo automático. Lo extraño de todo esto es que esa persona que se refleja en el espejo tiene mi forma: tiene mi cara, mis brazos, mis piernas, mi pelo. Es físicamente idéntica a mí, y sin embargo me resulta una desconocida. Esta persona con tantas identidades diferentes llegó hace unos meses a mi espejo. Alguna que otra vez le he preguntado el por qué de tantas máscaras diferentes, según la situación, los que le rodean, los días de la semana, pero nunca se ha molestado demasiado por contestarme. Todo lo que hace es devolverme la mirada. Y es algo curioso su mirada. Cuando no soy yo la persona a quien devuelve la mirada, usa la mirada que la máscara indique que debe usar. Sin embargo, cuando soy yo a quien va a devolver la mirada, no importa qué máscara lleve en ese momento; su mirada es siempre vacía y penetrante. A pesar de ser así conmigo, espero que algún día se encuentre. Espero que logre averiguar qué hay más allá de las máscaras. Y que vuelva sin máscara en el rostro.

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