¡Ahora relájate! Ella lo lleva bien, está aliviada, ¿ves? Todo ha acabado bien. Te dice: "Fíjate. Mira mis manos, ¿ves? No pesan nada, ¿ves? Están flotando, ¿ves?"
No sé yo si funcionará así. No sé si es posible que sea tan simple como creer tus propias mentiras. ¡Despierta de una vez! ¿De verdad te las estás creyendo? Es cierto que las palabras tienen un gran poder para la mente, pero también es igual de cierto que hay que darles el uso justo; un buen uso al fin y al cabo. Las mentiras son palabras, y si usas las palabras de esa forma para levantarte de nuevo, te habrás levantado solo en la mentira que has creado y no habrás aprendido cómo afrontar la verdadera situación (y resalto la palabra verdadera)...Ahora me pregunto si puedes oírme al menos, o si quieres. Si es que simplemente te resignas o no afrontas las cosas y guardas silencio, nada más. Miras con ojos selectivos que solo ven lo que quieren, que es por supuesto lo más agradable al alma, para que cada vez más, te pueda ser propiciada un poco más de paz por dentro. ¿Caeré alguna vez en ese truco barato? Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo, pero desde luego no pienso decirme a mí misma esas mentiras...¿o sí? ...no, jamás. Que sea cierto el jamás, o muérete. Porque si cabe una pequeña duda dentro de mí acerca de usar ese estúpido método es tan solo porque pienso, y me digo y me pregunto, con cautela y un poco de miedo: y si me repito todos los días que te odio...¿llegaré a hacerlo alguna vez?Pero algo dentro de mí me dice que no soy tan valiente como para probarlo si quiera. Aunque no creo que la palabra sea valiente...Puede que la palabra que busco sea totalmente lo contrario: cobarde. Sí. Yo, he dicho cobarde...Yo. Para ti. Por ti.
Y, de repente, otras nuevas preguntas en mi cabeza, recién sacadas del horno: ¿soy valiente?, ¿soy cobarde?, ¿quién soy...? Y termino mi día pensando y entonando con un leve susurro: luz aural, vuelve a mí. Y empieza mi noche, mi sueño. Como si alguien pulsara un interruptor que debe estar escondido en alguna parte de mí, y de un momento a otro, ¡puf!, transportada a un mundo totalmente desconocido y, sin embargo, muy cercano a mí. Comienzo a avanzar olfateando el aire que se respirar por allí. "Mierda", pienso, y frunzo el ceño. De vez en cuando huele a ti. Por un momento me confundí, y creí escuchar tus pasos, pero solo se trataba de las marcas que dejaron tus huellas el día que te fuiste. Como una niña que juega, comienzo a andar sobre tus huellas, pero noto como se me anclan los pies a ellas cuando las piso. Avanzar se hace lento y pesado. Se me engarrotan las piernas y duele. Pero me mantengo firme y constante con las ansias de descubrir propia de los niños, hasta que finalmente avanzo sin problemas y cuando miro al suelo, tus huellas han desaparecido y solo van quedando las mías. Entonces, cuando levanto la mirada, lo veo, y me hace parar en seco. Por un momento se borró la sonrisa de mi cara. Millones de huellas y pisadas se extendían ante mí. Pero, ¡qué demonios!, pensé. Un reto, ¿eh? Sonreí desafiante, y eché a correr. Corrí como nunca, y la sonrisa nunca desapareció de mi cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario