Si llega un momento en que dependemos y estamos totalmente apegados a una persona o a una situación, entonces tenemos un grave problema. Cuanto más desapegados de ese néctar de dependencia que nos atrapa, más cerca estaremos de encontrarnos a nosotros mismos. La mayoría de las personas crece con la errónea y, desafortunadamente, extendida idea preconcebida de la "media naranja". No se dan cuenta de que, con esos pensamientos, tan solo conseguirán someterse a una persona, que al fin y al cabo, es solo una persona más de este vasto mundo en el que vivimos. Y por desgracia, tarde o temprano acabarán volcando su mundo y su futuro (su vida) en esa persona. Perderán otras cosas de mucho valor (y valor importante) por esa persona. Podrán pasar años incluso antes de que ambos se den cuenta de lo que hacen. Si antes no te conocías del todo a ti mismo, al crear esa dependencia tan fuerte y adictiva puedes estar seguro de que te alejas de ti mismo y, tranquilamente, puedes darte por perdido. Garantizado.
Pero como decía, desafortunadamente, esta "teoría de la media naranja" está bastante extendida, y a pesar de lo cara que acaba resultando (perdernos a nosotros mismos), demasiada gente está dispuesta a pagar el precio. Una vez se ha experimentado, es curioso observar desde fuera cómo caen todos, al igual que caí yo una vez. Un bonito letargo de tres años. Para mí sólo existía una persona. Porque a mí nadie me habló de la otra cara de esta teoría. Nadie me contó el precio que habría de pagar. Nadie me habló del peligro que tendría el final de mi historia si cada vez ésta era más y más larga, y la teoría me absorbía más y más, y me perdía en ella.
Tirarse y sumergirse en esta teoría tiene peligro. No es ninguna broma. Llega un triste momento en que ni siquiera se es consciente de que nos hemos perdido a nosotros mismos. Ya no recordamos cómo éramos, qué queríamos, qué nos gustaba...quiénes éramos. Quiénes somos. Porque sin quererlo, un día, lo dimos por olvidado, y nuestra mente y nuestro ser así lo asimilaron. Y nos olvidamos de nosotros mismos. Nunca nos vimos completos sin tener que depender de ese néctar, y ahora solo queda una sonrisa triste y desganada en la cara cuando nos damos cuenta. Así que, sin saberlo, podemos llegar a cargar con un grave y pesado problema, y éste pasa tan desapercibido y la ceguera puede ser tal, que el peso del problema se asume sin más y pasa a ser parte de nosotros, como una extensión del alma. Allí anclado, queda el recuerdo olvidado de quienes éramos realmente, de quienes necesitamos volver a ser para darnos cuenta de que aparcar ese recuerdo fue un grave error del pasado, que por nuestro bien, no debería repetirse en el futuro.
Es todo parecido a un juego de malabares, bailando las pelotas, de una mano a otra, de arriba a abajo, dando vueltas y vueltas. Es divertido mientras lo haces, cuesta trabajo conseguir que fluyan sin problema, pero así la recompensa sabe mucho mejor. Sin embargo, requiere para ello demasiada atención y concentración. Requiere mucho tiempo y dedicación llevarlo a cabo. Pero supongo que al final solo es necesaria mucha práctica y experiencia para pillarle el truco y, finalmente, conseguir encontrar el equilibrio, en el que aprendas los malabares y al mismo tiempo no necesites y no tengas que perder de vista el mundo que te rodea para poder seguir bailando sin problema las pelotas.
Todo se trata de tiempo, para poco a poco, aprender a no perdernos y encontrarnos a nosotros mismos, sin depender de nada ni de nadie.
Me gusta mucho. Se podría aplicar el historia el hombre que buscaba al sabio que encontró la felicidad.
ResponderEliminarLe pidió visitar su casa y disfrutar de las vistas mientras sostenía una cuchara con un líquido sin derramarlo.