lunes, 17 de noviembre de 2014

Los derrotados

<<Los derrotados son aquellos que no fracasa.
La derrota nos hace perder una batalla o una guerra.
El fracaso no nos deja luchar.
La derrota llega cuando no conseguimos algo que deseamos mucho. El fracaso no nos permite soñar. Su lema es: "no anheles nada y nunca sufrirás".
La derrota termina cuando volvemos de nuevo al combate. El fracaso no tiene un final: es una elección vital.
La derrota es para los valientes. Sólo ellos pueden tener el honor de perder y la alegría de ganar.
No estoy aquí para decir que la derrota forma parte de la vida; eso todos lo sabemos. Sólo los derrotados conocen el amor. Porque es en el reino del amor donde libramos nuestros primeros combates. Y generalmente perdemos.
Estoy aquí para deciros que hay personas a las que nadie ha derrotado.
Son aquellas que nunca han luchado.
Consiguieron evitar las cicatrices, las humillaciones, el desamparo y los momentos en los que los guerreros dudan de la existencia de Dios.

Esas personas pueden decir con orgullo: "nunca he perdido una batalla". Sin embargo, nunca podrán decir: "he ganado una batalla".
Pero eso no les interesa. Viven en un universo en el que creen que nadie logrará alcanzarlas, cierran los ojos a las injusticias y al sufrimiento, se sienten seguras porque no necesitan afrontar los desafíos diarios de los que se arriesgan a ir más allá de sus propios límites.
Nunca han escuchado un "adiós". Tampoco un "ya estoy de vuelta. Abrázame con el sabor del que me había perdido y ha vuelto a encontrarme".
Los que nunca han sido derrotados parecen alegres y superiores, dueños de una verdad por la que no han movido ni un dedo. Están siempre al lado del más fuerte. Son como hienas, que sólo comen los restos que el león desperdicia.
Enseñan a sus hijos: "no os involucréis en conflictos, saldréis perdiendo. Guardad vuestras dudas para vosotros mismo y nunca tendréis problemas. Si alguien os agrede, no os sintáis ofendidos ni os rebajéis respondiendo al ataque. Hay otras cosas de las que preocuparse en la vida".
En el silencio de la noche, afrontan sus batallas imaginarias: los sueños no realizados, las injusticias que fingieron no sufrir, los momentos de cobardía que consiguieron disfrazar ante todos -menos ante sí mismos-, y el amor que con un brillo en los ojos se cruzó en su camino, un amor que les estaba destinado por la mano de Dios y que, sin embargo, no tuvieron el coraje de abordar.
Y prometen: "mañana será diferente".
Pero el mañana llega y también la pregunta que los paraliza: "¿y si todo sale mal?".
Entonces no hacen nada.
¡Ay de los que nunca han sido vencidos! Tampoco serán vencedores en esta vida.>>

jueves, 16 de octubre de 2014

Límites

Intuyo las preguntas que el silencio pálido no hace. Intuyo las palabras a cada paso, y con cada paso las piso y quedan debajo. Supongo que visto así, seguiré caminando, y seguiré siendo un tanto miope de fuerza y de coraje, siempre ante una realidad que prefiero ver borrosa. Mientras, intuyo lo que voy pisando. E intuyo mi rostro, mis ojos y mi boca, pero no lo que hay detrás. Aquello lo refracto y queda lejos de toda esta masa borrosa.
Parpadeo y siento, "calmo los mares", cuando ya inundan el espacio y me alcanzan toda la cara. Y tirito y pienso, "será de este horrible frío", mientras cruzo un vasto desierto. Y toso y digo, "me atraganté con un poco de agua", pero apenas sale una mínima voz ronca de mi garganta seca y muerta de sed. Y corro y grito, "¡qué día tan maravilloso!", y entonces me alcanza la bestia que me va siguiendo detrás y muere mi voz.Sin ver ni hablar aquí fuera, intuyo los sonidos que me rodean. Intuyo una impotencia que me crece por dentro y se agarra a mis pies, y a cada paso me trepa y se derrama en mi cabeza. Intuyo que es invencible, que no hay camino de vuelta y que el retorno se ha perdido entre tanta eternidad. Intuyo que pronto será mejor ser muda y ciega.
Intuyo que, esta vez, me sentaré a escuchar.

viernes, 3 de octubre de 2014

El profesor

"Demasiadas opciones pueden matar a un hombre.
Amar está bien si tienes tiempo de sobra para andar en zancos por el borde de tu mente. Amar está bien si tu polla es de madera, aunque sólo la mitad metida la entendió a ella. Amar está bien si no está en tu mente. Amar está bien si no es entendido.
¿Qué le hace a ella venir y qué le hace quedarse? ¿Qué hace al animal correr, huir lejos? ¿Qué le hace a él pararse y quedarse en pie? ¿Qué sacude al elefante ahora? ¿Y qué hace a un hombre?"


jueves, 11 de septiembre de 2014

Demiurgo en el vendaval

Muchas veces caminamos teniendo que saltar grietas secas en el suelo. Y parece muy oportuno escapar, pero al mismo tiempo parece imposible irse sin más. Parecemos pedir a gritos un castigo, un insulto. Parecemos temblar inútilmente ante un vendaval que no existe más allá de nuestra debilidad. Y temblando, parece que gozo y dolor pueden llegar a bailar en un mismo renglón. Temblamos y nos castigamos. Olvidamos nuestro derecho a temblar. Olvidamos nuestra condición de tembladores profesionales. 
Y es que temblando se derrumban las fachadas y barreras. Temblando nos quedamos a solas con nosotros mismos, nos quedamos sin más capas con las que ocultarnos, ni más máscaras con las que intentar pasar desapercibidos. Temblando podemos vernos casi como iguales. Pequeños, humanos. Temblando se nos caen las mentiras al suelo y quedamos al desnudo, y sólo nos queda en los bolsillos nuestro olvidado derecho a temblar. Y entonces el otro temblador profesional nos ve enteramente, y ve todo lo que se nos ha derrumbado. Vemos y somos vistos.
Y es curioso cómo disminuye el temblor y se calma el vendaval cuando, íntimamente, nos encontramos tan indefensos ante el otro temblador profesional.




martes, 9 de septiembre de 2014

¿Cuánto más?

Ofrecí durante largo tiempo. Ofrecí muchas veces ignorando lo que me rodeaba. Ofrecí cuando ni siquiera me quedaba nada por dar. Ofrecí mintiéndome. Me ofrecí cuando nadie lo hacía. Me volqué en una realidad absurda. Yo, luché por una realidad absurda. 
He tirado tiempo a la basura y he desechado metas. Pagué conmigo misma, con todo lo que me quedaba. Pagué por dos, cuando ni siquiera era mía la jugada. Mordí el polvo, me dejé pisotear; y convivo con ello. Me perdí a mí misma, desaparecí; pero aquí estoy de nuevo. Tracé sola un maldito camino de vuelta porque no existía otra opción.Y lo conseguí. Conseguí volver a mí y nada de lo anterior me importa ya. Ese camino terminó hace tiempo. Hace tiempo que volví a casa. Yo ya hice mi trabajo; un trabajo que no me correspondía. Pero se acabó. Volví a dormir tranquila, a disfrutar de todo mi tiempo, a disfrutar de mi vida, a buscar, a ser crítica, a mirar por los demás sin abandonarme a mí. Y ahora nada importa, porque el pasado es un prólogo.
Ahora yo juego mis cartas en u
na vida en la que -sin dolor, ni desprecios, ni lástima, sin sentir absolutamente nada- tú no entras. La mía.
Quédatelo todo. Al fin y al cabo, la arena está sobrevalorada.


lunes, 25 de agosto de 2014

Baila como quieras bailar

Y aquellos que eran vistos bailando fueron considerados locos por aquellos que no podían oír la música.


domingo, 29 de junio de 2014

Anclajes

¿Alguna vez has pensado cómo sería una última despedida con alguien que va a morir?
¿Qué le dirías? ¿Te temblaría la voz? ¿Permanecería tranquilo tu semblante? ¿Podrías acariciarle y permanecer de una sola pieza? ¿Podrías, simplemente, estar ahí sin derrumbarte?
¿Alguna vez has perdido esa última oportunidad? ¿La has dejado escapar voluntariamente?
¿Alguna vez has sido tan cobarde? ¿Tanto como para negarte a pasar por ese momento?

Aún no entiende qué clase de temor podía haberse arraigado tan adentro de sus entrañas. Aún no comprende cómo pudo pensar que negar todo aquello podría evitar lo que ya estaba brutal y definitivamente escrito. Aún no se explica cómo pudo seguir latiendo su cuerpo y su mente y su ser, sabiendo que lejos de allí, otro corazón, demasiado cercano a pesar de las distancias, dejaba de latir.
¿Acaso temía a la muerte? ¿Acaso no era consciente de que jamás podría volver a ese momento? ¿Acaso serían segundos demasiado eternos? ¿Sus piernas no correrían lo suficiente? ¿Sus brazos no habrían alcanzado aquel cuerpo ya cansado y a medio dormir? ¿Acaso no entendía el significado de un "adiós"?
No, no temía a la muerte. Era consciente de que sus ojos no volverían a posarse sobre aquellos ojos entrecerrados. Los segundos se habrían congelado allí dentro, pesarían como toneladas, y aplastarían su pequeño cuerpo; pero eran segundos, y como segundos que eran, acabarían, morirían, y dejarían a más segundos llegar. Sus piernas habrían corrido como jamás lo habían hecho, y la habrían alcanzado. Sus brazos abrazarían como jamás lo habían hecho, y la habrían alcanzado. Alcanzaría a entender aquel adiós, con punto y final.
Pero se temía a ella misma. Temía a su debilidad. Tenía miedo a su punto débil. Tenía miedo a que aquellos ojos le vieran desfallecer allí en medio. Temía no soportar el peso de la situación. Temía no saber cómo decir adiós. Tenía miedo de las lágrimas que apenas podía retener. Y sentía la contradicción más viva, palpitante, que jamás haya probado en este mundo. Sentía el coraje, el miedo, la rabia, la impotencia. Sentía que había comenzado una carrera contrarreloj, y ya había desperdiciado demasiado tiempo; tiempo que, en la distancia, se despedía para siempre de aquellos ojos a los que, por miedo, jamás dijo adiós.

¿Cuánto habrá llovido desde entonces...?
Demasiado. Y sin embargo, no lo suficiente.
Hacía mucho tiempo que aquellos ojos se habían marchado, muy lejos de aquí, y de este mundo quizás. Ahora nadie puede asegurar dónde están. Lo único seguro es la irrevocable ausencia, la irreversible decisión de abrazar al miedo y no decir adiós.
De aquellos ojos nada le quedaba.
De aquella voz ya dormida, el timbre de sus palabras apenas recordaba.
Conservaría sin embargo, y para siempre, el peso del momento no vivido, de su último resquicio de vida, de su último mirar, de su última sonrisa quizás. ¿Sufría? ¿Lloraba? ¿Permanecía tranquila y en paz? ¿Comprendía su final? ¿Tuvo miedo? ¿O por el contrario reía, feliz?
Jamás encontraría una sola respuesta. Todas se esfumaron con el adiós que  jamás salió de boca. Todas se congelaron en el momento que jamás tuvo lugar.
Todas, absolutamente todas, murieron con ella y con mi muda despedida.




viernes, 27 de junio de 2014

El nombre de la rosa

Sólo me queda callar.

[...]

Me internaré deprisa en ese desierto vastísimo, perfectamente llano e inconmensurable, donde el corazón piadoso sucumbe colmado de beatitud. Me hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una unión inefable, y en ese hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad
, y en ese abismo mi espíritu se perderá a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen.

Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.



lunes, 23 de junio de 2014

Respirar

El mundo desenfocado saluda entre las pestañas. Y entonces, el aire. El aire que llega a los pulmones. Y allí llega la sangre y recoge millones de pequeñas partículas gaseosas para volver de nuevo al corazón. Sístole auricular. Cerradas las válvulas correspondientes, llega ahora la sístole ventricular, y como un rayo de electricidad ardiendo, la sangre saldrá disparada al resto del cuerpo, a todos y cada uno de los más recónditos recovecos escondidos del cuerpo.
Una y otra vez, el corazón se contrae y se relaja.
Una y otra vez, el corazón late y siempre calla.

Una mañana, el mundo parece más enfocado de lo habitual, y saluda de nuevo entre tus pestañas. Y entonces, la brisa se cuela por el balcón, por debajo de las sábanas. El aire alcanza tus pulmones. Tus manos se entrelazan con esas manos, y allá que va tu sangre, y tu mente, y tu sed, y tus ojos. Y allá que vas tú. Y recoges la siembra olvidada. Siembra que vuelve a tus pulmones, y entra en tu sangre, entra en tus entrañas, entra en tus latidos, entra en ti y suavemente te araña. Sístole auricular. Sístole ventricular. Fuera, como un rayo de luz, cruza tu cuerpo llevando el recuerdo de las noches reversibles a huecos de ti de donde jamás escaparán. Quedan incrustados ahí dentro.
Una y otra vez, tu corazón se contrae y se relaja.
Una y otra vez, recuerda las noches reversibles.
Escuchas el silencio tranquilo entre latido y latido. Tu corazón vacila entre segundos callados que podrían parecer eternos. Pero cuando late, ya casi habla. Casi lo alcanza. Articula palabras más allá de la piel.

Y se contrae.
Y se relaja...




domingo, 15 de junio de 2014

Cénit

¿No lo ves?
Apenas necesito abrir la boca, y ya sabes todo lo que tengo que decirte. Ya se van desbordando las horas dentro de mí, y ya mis ojos casi te gritan como locos. Poco a poco me destapo como llevaba ya tiempo sin hacer. Llegas y me descubres casi sin esfuerzo, como si tuvieras todos los derechos ganados de hace tiempo. Y yo me juego todo lo reservado hasta ahora, escondido en un rincón, y te dejo entrar como quien da la bienvenida al sol después de un largo invierno, y caes despacio sobre mi cintura y yo lo acepto, bebo de lo que creía que sería veneno, y arrojo la copa al suelo.
Apenas necesitan rozarme tus dedos para imaginarme disfrazada con tu piel, transpirándote poquito a poco, rompiendo todos mis esquemas. De forma irreversible, media de tu sonrisa me asegura soñar bonito, con la delicadeza y la fragilidad de toda esta casualidad. Y apenas consigo perderte de vista incluso cuando no estás a mi vera, porque te recuerdo y juro que estás clavado en los dos lados de mi cama, para las buenas noches y los buenos días. Voy bajando la impasible guardia y me descongelo en tu fuego amigo.
Apenas necesito oír tu voz para escucharte en mil canciones, en cientos de acordes diferentes, anclado en cada nota que arranco de la guitarra. Me quedo más tranquila si son tus brazos los que me envuelven. Encuentro mayor placer al cerrar los ojos y dormir si es tu calor el compañero con quien las comparto. Me crezco un poco más si son tus dedos los que me brindan sonrisas cómplices, y ya casi vuelo mejor leyendo páginas de libros que te llevan atado a sus historias.
Apenas ha llegado tu complicidad, como una libertad soñada, y la vida sabe ya un poco mejor.

martes, 10 de junio de 2014

Veneno

¿Cuándo han llegado las nubes? Han vuelto a equivocarse en la predicción del tiempo. Queda menos a lo que aferrarse. Queda menos suelo firme; la lluvia traerá su fango. Su cama se quejará todas las noches y apenas la dejará dormir. No se dará cuenta ni de su propia ausencia y perderá el poco sentido que le queda. ¿Qué pretende? Tan vulnerable y poca cosa. Tan débil. Tan ella. No va a engañar a nadie; va a empezar a romperse. Ni siquiera pudo ser fuerte para ella misma. Sinceramente, da un poco de lástima. Ahora colecciona las ojeras que siempre esquivó. Consume sonrisas de usar y tirar. Y sigue teniendo esa patética barrera, sigue sin soltar prenda, sigue callando presa de un silencio que sólo ella se impone. Ojalá y que se pudra en su silencio. O eso, o que salga de una vez de su propia cárcel. Tanto miedo le hace débil. Tanto miedo le hace estúpida. Le deja indefensa. Ojalá abra de una maldita vez los ojos. Ojalá que despierte y deje de buscar antídotos.
Porque odio a esa chica.

lunes, 9 de junio de 2014

Tiempo muerto

De todos los valores que reconocemos como válidos para toda la vida y para todos los seres humanos, tal vez sea precisamente eso, lo perdurable, lo duradero, lo que no lleva la etiqueta de usar y tirar, una de las cosas que más deberíamos resaltar y no pasar tan por alto.
Nuestro tiempo está impregnado de todo lo contrario, bañándose en el cambio continuo, la búsqueda de la novedad, comidas rápidas, amores rápidos...y por supuesto, fracasos rápidos. Nos basta con parecer ser (que es más rápido) en lugar de ser realmente (más lento pero duradero). Adoramos sin saberlo, casi sin ser conscientes, a lo superficial, a lo cambiante, que nos desarraiga de nuestro propio ser. Sin embargo, todas aquellas cosas que realmente podrían cimentar al fin un poco de felicidad están sujetas a la perdurabilidad. ¿Por qué tanta prisa entonces? ¿Por qué tan poca profundidad? Somos maestros de primera a la hora de ignorar nuestro interior mientras vivimos aquí afuera; ese interior que busca reconocer su inmortalidad a través de lo que vence al tiempo, y dejar de ser al fin insaciables.




Dame

Dame algo más que silencio o dulzura,
algo que tengas y no sepas.
No quiero regalos exquisitos,
dame una piedra.

No te quedes quieto mirándome,
como si quisieras decirme 
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice.

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda.
Y si no tienes nada que darme,
dame todo lo que te falta.

(Carlos Edmundo de Ory)

jueves, 29 de mayo de 2014

El magnético caso de la niña imantada y el chico perdigón

Y ahora yo he de admitirlo. Ahora yo presiento que has vencido y no hay manera humana de escapar. Así que alégrate, lo has conseguido. No hay manera humana de escapar. Y ya está, ya lo pudimos escuchar, ya lo anunciaron.

<<Ella ha vuelto a caer>>.
Dijeron que llevaba media vida huyendo. Que los infiernos de los que habló Dante para ella quedaban cortos. Muy a su pesar, cayó más hondo, más profundo, más oscuro. Y tenía un horrible don, una maravillosa condena: esperar. Pasó mucho tiempo esperando allí abajo, sentada en medio de un páramo vacío. En mitad de la nada se erguía una lejana parada de autobús, y allí se sentaba ella, casi tan vacía como aquel sitio. De nada le servía mirar a uno u otro lado; no había camino alguno por el que pudiera esperar la llegada de su autobús, y simplemente no había nada. Estaba atrapada en una jaula vacía, terriblemente grande, vasta y muerta. Muchas veces probó a gritar. Gritaba pidiendo ayuda, buscando otro sonido como respuesta diferente al silencio. Gritaba en una desesperación paciente hasta morir. Corrió muy lejos hasta no poder más, hasta caer al suelo derrotada y moribunda; mas cuando alzaba la cabeza, la parada de autobús seguía impasible junto a ella, inseparable, irrompible, presa de algún magnetismo hacia ella. Sin saber cómo había llegado hasta allí, la niña imantada se fue llenando de abandono por dentro.
Así pasó los primeros siglos, después se resignó. Ya había tirado la toalla y su vida transcurría mientras ella simplemente esperaba allí sentada, a demasiados niveles bajo el suelo, pegada como un imán a aquella parada, en mitad de una nada infernal. El diablo se paseaba de vez en cuando por allí, reboloteaba y saciaba su sed de angustia con sólo mirarla. Emitía desagradables risas burlonas y ese era el único sonido que retumbaba por toda la nada como un impetuoso eco. Cualquier otro sonido simplemente moría en aquella inmensidad y jamás regresaba...
Habrían pasado ya unos 667 años, y la niña imantada continuaba allí sentada, intacta e inmóvil. Intocable para el tiempo, que allí se perdía y se esfumaba. Ni una sola facción de su cara ni de su cuerpo habían cambiado lo más mínimo, sin embargo su alma parecía haberla abandonado hacía ya muchos años. Y hacía también muchos años ya que no veía al diablo, pues dejó de visitarla incluso él. Comenzó a pensar incluso que casi le echaba de menos, simplemente por el hecho de sentir que no estaba absolutamente sola allí en medio. Nunca comprendió del todo por qué había acabado ella en aquel sitio, tan por debajo de cualquier infierno, qué había ocurrido para ser abandonada de aquella manera. Pensó que seguramente ella fuera la primera persona que jamás hubiera alcanzado tal nivel de infierno, tan profundo y vacío.  Y con estos pensamientos, continuó esperando a su autobús...
Y fue entonces cuando ocurrió algo inesperado. Un par de libélulas azules aparecieron volando delante de sus ojos.
Durante un momento tuvo miedo a estar realmente loca y estar imaginando aquellas visiones tan lindas. Pero entonces una de las libélulas se posó en su nariz, y sintió el pequeño soplo de aire que levantaba el batir de sus alas en su cara, y supo que eran reales, tanto como aquel páramo vacío. No daba crédito a lo que ocurría y casi se atrevía a sonreír, cuando comenzó a escuchar una voz a lo lejos. El sonido de aquella voz parecía estar viajando desde lejos hasta sus oídos y, al alcanzarlos, estremeció cada vértice de la niña imantada. No era la voz del diablo y no podía ser su propia voz. Se levantó y comenzó a andar en dirección de donde provenía aquel maravilloso sonido. Le sorprendió descubrir que su magnetismo con la parada de autobús se había roto, ya no la seguía, y en su lugar volaban las dos libélulas azules a su alrededor. Entrecerró los ojos mirando al blanco horizonte que tantas veces había aborrecido y comenzó a distinguir una pequeña figura negra que también avanzaba hacia ella, haciéndose cada vez mayor.
La niña imantada, siempre paciente, fue distinguiendo cada vez mejor los detalles. Era otra persona, un chico. Sus latidos se estaban disparando por momentos y no podía terminar de creer que hubiera alguien con ella allí abajo, tan lejos de todo lo que una vez vivió. El chico continuó avanzando y su rostro comenzó a ser más nítido, sus ojos claros comenzaron a ver un poco mejor. Las libélulas azules volaron entonces más rápido y se dirigieron al chico, reboloteando a su alrededor esta vez, y la niña imantada paró en seco.
Se detuvo y comenzó a notar que el magnetismo ahora era hacia aquel chico, conocido y extraño al mismo tiempo. Descubrió que aún quedaban lágrimas de alegría dentro de ella; aún le quedaban muchas sonrisas por regalar. Pero lo mejor de todo fue descubrir en el rostro al que miraba, ahora de cerca, que aún le quedaban muchas sonrisas por recibir, por abrazar.

La niña imantada y el chico perdigón no tardarían mucho más en salir de allí.




domingo, 18 de mayo de 2014

Sólo son dos días

Prométeme que no te romperás. Que no te vas a esfumar entre diez mil suspiros que finalmente resulten estúpidos. Que querrás volver a aquel sitio. Que nos verán las tres damas de piedra, riendo frente a ellas, y envidiarán el color de nuestras mejillas. Prométeme que no harás en vano, que no pronunciarás palabra que no quieras dejar salir de tu boca, que me dejarás alguna que otra vez más allí, subiendo y mirándome, y riendo y mirándote, y entonces me alejaré para volver a volver.
Quiero saber que mi tiempo no ha sido derrochado, que nuestro tiempo récord en un abrazo siempre será más del estipulado. Que sin necesidad de más por el momento, sabremos disfrutar de este descubrimiento, y dos besos en mi mejilla y otros dos en la tuya bastarán para saciar el hambre, y no habrá necesidad de acuerdos para saber que no olvidaremos. Prométeme que esto es lo que quieres. Lentamente, te entrelazaste a mis extremidades, y tú viste y yo vi todo lo que el viento trajo en un momento.
Ya está dicho, amigo mío. El viento lo silbó.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Semilla en la tierra

Cada cual en su destino va llenando de soles sus venas.
Pero no me pidas tanto, corazón, que tengo poco aire en el pulmón. Lo único que tengo es un castillo en el cielo. Y si llegase la guadaña a mi rincón, enjuágame la frente en tu sudor y dale un beso a todos si me muero. Si la vida viviese por compasión, puedes estar seguro de que nada tendrá que ver con la muerte. Pero cuando llegue ese instante, déjame verte, pues no hay mayor libertad que tenerte enfrente; no hay mayor placer que morir en tu risa; no hay mejor condena que la crucifixión en tu pelo. Y te lo pido, tornando miserable, sin importarme, sin saber lo que sé o lo que escribo, pero, a duras penas, aquí estoy, y aquí te pido. Con las manos vacías, con la boca muerta, la voz rota, los ojos ardiendo, los oídos aturdidos, la garganta abierta en dos, el pecho contraído, los pies sordos, el cabello empapado. Con demasiadas cosas que no son nada. Con demasiadas cosas que no me hacen a mí, no me definen, ni me construyen. Me mutilan, endeudan y ahogan. Con todo esto de sobra, te lo pido, y te lo digo: me faltas.
Por eso, soy semilla en la tierra contra la última frontera.
Y por eso, tú.
Y después, yo.
Y jamás, nosotros.




domingo, 11 de mayo de 2014

Outlet for the soul

Her words whistles white light winding around my head down into somewhere within where I find my silence. Someplace else entirely and eternally where echoes imagined were memories more fresh the the breath I am stealing each second.
She stares not at me but through me. How has she found this heaven I've hidden from the world for so long? There is something of her in me. A voice. A moment. A rhythm I've felt since my heart first produced the beat I've moved to since my face first met light.
Wherever we go, I know, the she will always be with me. She has always been with me.
I am not afraid to be alone.
(D. Moss)

sábado, 10 de mayo de 2014

Dragonfly's lionheart

Te miré a los ojos y aquello no parecía un par de ojos. Dos libélulas partieron de ellos y volvieron hasta mis ojos con una historia que contar. Miré entonces a mis manos, y mis manos estaban sucias, y entre ellas estaban las tuyas. Tus huesos se encontraban allí con los míos, resonaban y era divertido. Chocaban y me estremecías casi sin querer. Se me iban los dedos y los ojos, dejé de ver la suciedad en mis manos y preferí buscar a las libélulas que aún revoloteaban nerviosas. Las agujas del reloj comenzaron sin pensar una carrera de relevo. El tiempo huía como si temiera ser descubierto. Corría con pánico, y entonces un parón. Descansaba cuando me asomaba a tu mar. Dejaba de respirar cada vez que esto ocurría. Era un trance raro y adictivo. Y cuando dejaba de mirar en tu mar, el tiempo volvía a huir como un loco; como yo de tu mar.
No lo voy a negar. No lo puedo negar. No negaré que hoy te temo. Hoy debo huir. Hoy disfrazaré el corazón de león con la sonrisa de una hiena.
Mis manos ya están sucias y llevo en mis ojos tus libélulas azules.



jueves, 10 de abril de 2014

Delantera mítica

Más de un año y un café después, puedo dejarlo marchar. Más de un año y un café después, se confirma. Fuimos una delantera mítica y, por suerte, él tenía razón:
"Si no perdemos la fe, cuando miremos atrás veremos que, aunque fue una medicina horrible, el paciente la necesitaba".




lunes, 7 de abril de 2014

Papel secante

(Como te atrevas a decir que estás de mono, te machaco).

Está subiendo y cada vez quieres más. Se apodera de tus sentidos en un tiempo récord. Te recorre de una punta a otra. Aspiras fuerte, dejas caer la cabeza, te saluda el cielo. Y ahí está, en tus pupilas. Y aquí llega con total certeza. Te sacude aunque seas de piedra. Te atraviesa y dejas de pensar por qué estás ahí. Notas la fuerza, como un huracán, y te bebes hasta la luna. Y es que a estas alturas poco importa ser poeta o ser basura.
La marea ya ha subido, el sol se ha derramado, ha hecho cenizas a las estrellas que caen de tus manos. Cosía tu cabello a lo más alto de las montañas y desde allí resurgía a golpes, desde allí te hizo amiga de la muerte, y desde allí escupió tu insípida sonrisa bocabajo. Reservaste para entonces tu derecho para reírte de Dios, un patético sin-cara que desquicia el tiempo de un maldito mundo entero solo por tener más vidas que un gato. Y casi lo alcanzas, casi-gato, casi-Dios. Resucitas al tercer día...en un manicomio.






martes, 1 de abril de 2014

Enferma

Enferma, sé que voy a dejarme caer. Sé que subiré de nuevo, y que de nuevo miraré hacia abajo desde lo más alto. No sabré después adónde mirar, y siempre seguirá pareciendo que no me ves. Y sin embargo, yo seguiré viéndote dormir, y caerá sobre mí todo el peso necesario, y hasta que mis huesos no se quiebren, jamás podré dejar de hacerlo. Hasta que no vea a alguien que ya no reconozco, no podré dejar de pensarte. Hasta que no me pudra, me parta en dos y se abra mi pecho, no podré quitarte los ojos de encima. Hasta que el tiempo no se canse, no podré borrarte, pero tampoco encontrarte. Como un espantapájaros, permanecerás anclado en mitad de mi cabeza, ahuyentando cada mínima posibilidad para extenderme un poco más alto, más libre. Mis dedos se van disolviendo y desaparecen, y le siguen mis manos, muñecas, brazos...
Extraño a un desconocido que nunca llega. Extraño a una sombra que no conozco. A un fantasma que no existe. A una creencia, una hipótesis, un sueño, un deseo. Extraño esquinas que construyo en mi cabeza. Recovecos oscuros y arrugas en mis sábanas. Extraño dar los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches. Extraño las noches reversibles. Extraño al tiempo que se ha ido y al que no llega aún. Extraño poder recordar cómo era reír hasta no poder más, reír hasta doler.
Es extraño sentirse así y no sentirse fuera de lugar...



jueves, 27 de marzo de 2014

Callejón

Ojalá deje de jugar algún día. Que encuentre una salida, y deje de existir, de hacerme más mal que bien. Ojalá que deje de preguntarme todos los días, de buscar un cielo en tu mirada. Ojalá consiga dormir sin desvelarme entre tus pestañas. Que consiga apagar las luces, que reduzca a cenizas esa habitación, que aquella música torne en ruido amargo, que no quede agua que beber. Ojalá no quede demasiado por vivir aquí. Que deje de hablar con las nubes, como si pudieran ayudarme de alguna forma. Que deje de perseguir sombras con los ojos, de romper con el sol todos los días.
"Demasiado fácil entrar", pienso mientras me pregunto cómo voy a salir.

domingo, 16 de marzo de 2014

Grita la piel

Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan para que no las puedas convertir en cristal. Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo. Ojalá que la luna pueda salir sin ti. Ojalá que la tierra no te bese los pasos. Ojalá que la aurora no de gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado. Ojalá que el deseo se vaya tras de ti a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones.

Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones...

lunes, 3 de marzo de 2014

Todo lo profundo ama la máscara

El cuerpo gana otra vez, y nadie esconde deseos más allá de la piel. Pero intentas dibujar tu cuerpo, y surcas veredas con témperas, y crees que así flotarás y apenas te romperán sus manos aunque apenas lleguen a rozarte. Crees que podrías ser real, que podrías arriesgar y entrar, que quien no arriesga no gana. Pero tu pelo se enreda entre los matorrales y tu ropa es desgarrada, y nadie acude, ya no hay nadie que mate monstruos por ti. Y nadie acude. De nada sirvió dibujar tu piel. De nada sirvió creer. De nada sirves hoy, porque hoy eres demasiado vulnerable.

Y nadie acude...

miércoles, 5 de febrero de 2014

Renacer

Me confesó que se vio perdida al ver morir a la eternidad entre sus manos, disolviéndose como tiempo de humo. Que ante esto, decidió darle ventaja al viento, por no poder volar. Que se trasladó a un valle sonoro, un pedregal, donde piedra por piedra, quedaba enterrada su supuesta mitad. Me contó de cómo allí, sola, se sintió un poco más muerta de lo normal. De cómo desapareció el sentimiento de pertenencia a algún lugar, convirtiéndose en una experta para no encajar. Conoció a la sombra de su yo desconocida, pero nunca se llegaron a agradar, nunca confió en aquella extraña...

Sin embargo, también me habló de cómo comprender el desorden, de cómo descubrir el mundo a través de los reflejos en el agua, que río abajo va. Aseguraba que el lenguaje del aire que soplaba fue el único en el que jamás encontró maldad. Vio nacer mil canciones bajo fuertes diluvios que no cesaban, pero antes de la lluvia, procuraba fumarse siempre los recuerdos de papel. Me silbó al oído el secreto para sentir la lluvia y no simplemente dejarse mojar.
Me confesó que su cielo nunca lloraba de pena, tan solo de felicidad. Que en los vuelos de las gaviotas también se esconden las olas del mar, y no solo en las pequeñas caracolas. Que la vida es tener la actitud adecuada, que para ser feliz solo necesitamos querer serlo. Que en el fuego se consumen igualmente eso que llaman el bien y el mal. Que lo que nos rodea es mucho más simple de lo que podríamos llegar a sospechar. Me aconsejó que no me engañase más, que al final todos vestimos la misma piel bajo las ropas y las máscaras. Me mostró la riqueza de saber escuchar, el placer de apreciarse a uno mismo, la pasión de morir por ayudar. 

Finalmente, supo convertir su pasado en un prólogo con punto y final, pero jamás olvidó la grandeza de ser amado y poder amar.



La eternidad muerta

Tómame.
Mi cuerpo, que no tiene nada ya que ofrecer, yacía muerto en el suelo. Podía sentir el frío calándose en mis pulmones, empapándolos y ahogándome. Tus manos que me cogían, calientes, deseaban devolverme a la vida. Me tocaban con miedo, lloraban sin lágrimas, gritaban sin hacer ruido, sentían dolor con solo ver, con solo mirar. Todo era silencio, extraña paz en la habitación. Ni siquiera te salían las palabras. No había voz en tus cuerdas vocales. No había voz para mi cuerpo. Solo había manos echándome de menos, abrazos rotos que hablaban por sí solos, labios que humedecían mis labios secos, ya muertos, ya sin vida, ya mustios.
Retumbaba el sonido del silencio, como si en el espacio exterior estuviésemos. Todo roto, todo perdido, toda la muerte en su esplendor: bella como nunca, presente como siempre.
El miedo aterrador que yo antes sentía te fue transmitido. Era un plaga, una enfermedad. Y te salió un hilo de voz que tenía la forma de mi nombre, ya desconocido para mí. Y dabas formas con tu lengua a la voz que antes me daba la bienvenida, y que ahora me decía adiós sin querer hacerlo. Tu mente se colapsaba, sin quererlo aceptar y, para no ver, anegabas tus ojos de lágrimas, cegándolos.
Y por fin, el grito. El dolor estallando en tu corazón. La voz quebrada. No había respiración. No había calor. Los gritos desgarraban tu garganta al salir. Masacraban a mi alma rota, hecha añicos ante tu dolor, ante mi impotencia. Los recuerdos ahogaban. Las manos ya no sabían qué tocar. Los brazos no sabían qué abrazar. Los ojos no sabían qué mirar. La voz no sabía qué gritar. Mi alma no sabía regresar, y me consumí. Tu alma se sintió más ligera al haberle sido arrancada mi presencia.
Fueron los diez segundos más horribles de mi muerte.




domingo, 2 de febrero de 2014

Anochece

¿Por qué fue suficiente mirarle con los ojos desde allí?
¿Por qué brotó en torrente el miedo y las ganas de sentir?

Yacía en su cama, y vagando por su almohada, la venía a visitar en sueños él. La delicadeza que encerraba su sonrisa se mecía de un lado a otro, la revolvía por dentro y el cielo se teñía de marfil. Moldeó su pelo con tenues movimientos y ella se dejaba hacer. Ya fuera las lluvias y libre de tormentos, en ese mismo instante su vida fue tranquila y feliz. Nació la ternura, y con leche y azúcar, él se la dio a beber. La calidez descendía por su garganta, se asentaron las bases en su vientre, y sus pies fríos entraban de nuevo en calor. Amanecer junto a sus ojos se antojaba lo más hermoso, iluminando el mundo. El aire se convertía en cristal y amenazaba con estallar. El silencio resultaba la forma más perfecta de habitarle.
Ella encontraba siempre razones para buscarle. Razones de sobra, para pedir al viento que volviera aunque fuera como una sombra, para no quererle olvidar, pues el trocito de felicidad fue él quien se lo dio a probar. Y él posaba, dulce, su mano sobre su mejilla. Y ella lo guardaba muy dentro de su esencia, donde nadie jamás alcanzaría a vislumbrar un solo vértice. Se encerraba en su voz, se dejaba hornear entre sus risas. Se dejaba ser.

Yacía en su cama, y vagueando por su almohada, la venía a despertar de sus sueños él.





viernes, 31 de enero de 2014

Equilibrio inestable

Confundí los colores en tu piel.
Te marqué con el pincel equivocado.
Despertar tornaba siempre en vano.

Dormí demasiadas horas seguidas, y cuando desperté no me conocía. El tiempo se burló de mí, y no supe atar las horas a las agujas del reloj. Desaparecí por un momento de mi conciencia. Ignoré durante unos segundos mi presencia. Se borró de mí todo lo que me hacía ser yo, todo lo que me hacía persona. Desconocía absolutamente todo lo que me rodeaba.
Deseé no haber despertado, porque sin saberlo, volví a hacerlo en vano. Se arrugó mi rostro, se apretaron mis párpados, y con los ojos cerrados deseé de nuevo no haber despertado.




miércoles, 29 de enero de 2014

Bolsillos

Soy palabras aleatorias
que sin saberlo van sin rumbo.
Rompen puertas giratorias 
al cruzar las vidas dando tumbos.

Cruzaría campos enteros
bañándome en mil reflejos.
Admiraría siempre a mi cielo
aún encerrado en tu lago de espejo.


Dormiría mil veces en tu nido,
mil y un cuentos me bastarían como abrigo.
Sabe Dios que no miento...

Preguntaré al viento por tu aroma,
preguntaré al tiempo por las comas
que hoy borra de esta carta.
Mataré al vidrio que encerró tu mensaje
para después matar a la furia y su traje.
Hoy bebo del agua que formó tu escarcha.

Veré nacer colores entre luces y cortinas, 
flores de neón y pútridas, muertas colillas.
Se perfilarán en mis párpados las sombras del enemigo, vestido de amor, mas de trampas llenos los bolsillos.

Saluda desde lejos, tras las luces de neón.
Las sombras se proyectaron; mi pincel tembló.
Quizás vio mis bolsillos...

...¿vacíos?







domingo, 12 de enero de 2014

Ojos que no ven...ojos de pez

Ojos que se resbalan por el cuerpo. Imposibles de atrapar, escapan a cualquier alcance, son demasiado escurridizos. Se dejan ver tan sólo de lejos, por fuera. Se escapan como si se tratara del tiempo. Encierran un color ciego que jamás entenderé. Son una jaula que perdió su llave, un cuarto sin ventanas. Cual cobarde, esquivan muchas veces sólo por no enfrentar la situación real. Inseguros, no paran de preguntar en silencio. Buscan siempre aprobación, siempre se procuran el éxito que jamás encuentran, se ahogan con facilidad. Temen sin pensar, temen sin saber. Carecen de norte, no digamos ya de sur, este u oeste. Carecen de una figura fundamental en su puzzle. Nadan sin saber por qué, sin saber qué quieren, sin saber qué esperan. Se olvidan de su propia vida, la abandonan con facilidad y sin apenas importarle. Se han perdido en un cielo sin héroes ni gloria.
¿Cuándo perdieron de vista su camino? ¿Dónde olvidaron su esencia?
Jamás duermen esos ojos que hoy vuelven a escapar. Sin rosa de los vientos, sin centro principal, sin rumbo o algo que los pueda guiar. Retienen para olvidar, y olvidan para nadar. Y nadan sin saber a dónde van, sin saber si volverán. Como pez fuera del agua, impotentes, desubicados, pretenden volar, pero encuentran escamas en lugar de plumas, de alas, de libertad.



miércoles, 8 de enero de 2014

Ríe chinito

La guitarra sonaba en aquella dulce canción que casi era una nana. La voz se desperezaba en mi garganta, y suave, cruzaba el aire hasta sus pestañas. Se posaba en ellas y formaba sueños en su cabeza. Florecían colores en sus mejillas y un poquito de luz me dejaba ver su sonrisa. Yo escuchaba risas por mis recovecos, nacían de mi interior. Miraba al cielo y volvía a ver mis nubes, y cada una de ellas era un plan. Los pijamas se pegaban a nuestra piel con delicadeza, se fundían, y con ellos nos hundíamos en la oniria. Bajo las sábanas, ya dormidos, seguía vislumbrando su sonrisa, y la canción sonaba aún en mi cabeza. Detrás del sonido de la canción podía escuchar también el silencio. Podía oler el perfume que encierran las olas del mar. Podía acariciar el rocío de los rayos de la luna. Podía flotar como una pluma que vuela sin necesitar ser batida por las alas de otro pájaro. Podía ver en la plena oscuridad de mis propios ojos cerrados. Captaba cada movimiento, era sensible a cualquier minúsculo cambio, e incluso el tiempo procuraba parecer de hielo para no desentonar. Lo precipitado estallaba en calma y serenidad. Lo brutal tornaba en liviano. Tornábamos lentamente, tumbados bajo mil sábanas de aguas dulces, que poco a poco tornaron en mares donde mil lunas iban a bañarse. Mira a la luna mi niño, y se acuna, que es larga la noche y es claro el camino.
Mi despedacito de río, ¿hasta dónde bajarás?



Segundos, minutos, horas, días, meses, años...vidas

¿Y quién no está loco en este espectáculo barato a lo que llamamos vida?
Miente y alza tu mano, que quizás muy dentro de mi locura te crea.

Si hoy me caigo, mañana me levanto y pasado caerá la lluvia y me mojará. El tiempo borrará de mí diferentes situaciones, desaparecerán esquinas que prometí conservar en mi cabeza. Y es que al final, supongo que todos, en algún momento, alzamos la mano negando estar locos. Todos mentimos y prometemos mentir cuando prometemos falsas verdades. Solo el viento promete barrer todas las mentiras, y solo él cumple.
Los demás seguimos aquí y allá. Creemos conocer, creemos prometer e ignoramos miles de cosas que se nos escapan. Convivimos en  muchas situaciones con muchas personas. Personas a las que creemos conocer; personas a las que jamás terminaremos de conocer.
Ignoraremos, y seremos felices durante "x" tiempo, y como si se tratara de algún contrato que firmamos sin saber, el tiempo acabará, acabarán las falsas promesas y nuestra felicidad absurda expirará. Descubriremos de qué pasta estamos hechos todos y cada uno de nosotros, pero jamás renunciaremos a mentir. Jamás renunciaremos a saborear el poder de prometer algo que no podrás cumplir.