Hace como 50 años se descubrió que mirases a donde mirases, en el cielo se detectaba una radiación de fondo de microondas. Esta radiación era uniforme, parecía que de todas partes provenía la misma.
Pensando un poco, llegaron a la conclusión de que esa radiación venía de cuando se formó el universo justo después del Big-Bang. Pero había un problema, y es que si era uniforme todo el universo debía estar entonces a la misma temperatura, y en esas condiciones era imposible que se hubieran formado galaxias ni nada de nada.
Pasó el tiempo, se afinaron los aparatos y se descubrió que en realidad esa radiación no era uniforme, sino que había pequeñísimas fluctuaciones.
Fueron esas pequeñas cosas, apenas imperceptibles en la normalidad de la radiación, las que habían hecho posible en su día que hoy haya un universo lleno de galaxias y cuerpos apasionantemente raros.
<<Seguro que tu vida "normal" está llena de infinitos matices que la hacen una vida apasionante>>.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
martes, 24 de septiembre de 2013
Desactiva la bomba...prefiero usar dinamita
Qué extraño. Qué decepción. Oportunidades, una tras otra van partiendo cuando apenas han llegado. Pero es que, extrañamente, hoy me sabe a decepción. Sus palabras entraron una vez en mí. Entraron, sí, me taladraron; una vez. Las escuché una primera vez, e inconscientemente creí entenderlas. Más tarde averigüé que no. Y entonces las volví a escuchar, y entonces, no antes, entraron en mí. Y me hicieron daño, para qué negarlo. Y me apagaron también. Eran palabras contrariadas, algunas estúpidas, necesarias también, pero nada agradables. Después de aquello, todo era muy extraño. Ciertas palabras me pedían algo que desde luego no podría ser así, al menos en un tiempo (corto, en un principio). Después de aquello debían llegar mis palabras, pero ellas decidieron ser silencio y una prolongada mirada perdida hacia adelante. Y así fue como mis palabras nunca llegaron. Así fue como creía que todo terminó. Después de mis no-palabras, me vi rodeada de conversaciones, de bandejas con vasos llenos que se vaciarían al cabo de unos minutos para ser recogidos y vueltos a llenar, de saludos y despedidas de extraños cercanos, de risas agudas, graves, falsas o totalmente francas, de llamadas por megáfono a decenas de nombres diferentes, de humo de tabaco. Allí estaban todos menos yo, aunque mi cuerpo permanecía sentado entre todo aquello; yo no me recuerdo allí siendo yo...
Abrir la puerta de casa me cerró muchas otras puertas. Recordaba entonces las palabras que seguían dentro de mí, tirando mientras tanto demasiado esfuerzo a la basura sin ningún reparo.
Veinticuatro horas más tarde seguía tirando demasiado esfuerzo sin ningún reparo. La diferencia es que sus palabras ya no tenían hueco ninguno dentro de mí, pues veinticuatro horas después no fue mi puerta la que se abrió. No la de mi casa. Detrás de su puerta me esperaban palabras totalmente diferentes a las que me taladraron veinticuatro horas antes. Se contradecía demasiado, y aun así, yo no me paré a pensar por qué.
Abrir la puerta de casa después de aquello me derribó. Mi estupidez, mi insensatez, mi locura...
Yo me derribé en el preciso momento en que me dejé llevar por su corriente.
Abrir la puerta de casa me cerró muchas otras puertas. Recordaba entonces las palabras que seguían dentro de mí, tirando mientras tanto demasiado esfuerzo a la basura sin ningún reparo.
Veinticuatro horas más tarde seguía tirando demasiado esfuerzo sin ningún reparo. La diferencia es que sus palabras ya no tenían hueco ninguno dentro de mí, pues veinticuatro horas después no fue mi puerta la que se abrió. No la de mi casa. Detrás de su puerta me esperaban palabras totalmente diferentes a las que me taladraron veinticuatro horas antes. Se contradecía demasiado, y aun así, yo no me paré a pensar por qué.
Abrir la puerta de casa después de aquello me derribó. Mi estupidez, mi insensatez, mi locura...
Yo me derribé en el preciso momento en que me dejé llevar por su corriente.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Si salimos de ésta
Si el volante se ha roto y salir por la ventana es la única elección, si son desiertos de fango, de ésos que a cada paso es un millón, tú saldrás de ésta, créeme, y pronto entonarás pequeños cánticos. Y en algún bar apartado, ahogaremos al espanto y nos pedirá perdón.
Tu ansiedad cederá. Como el rastro de un avión, se esfumará. Si tras el naufragio hay tempestad, nadie desertará. Tú sube a cubierta y ya verás, mil comandantes más. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán de viento, y tú harás de mástil, no será fácil, pero si ganas habrá valido por dos. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán viento, y tú atado a un mástil, tu propio mástil, mientras yo sigo bebiendo el agua que entró.
Nadie más lo entenderá, sólo los que allí estuvieron sonreirán.
Tu ansiedad cederá. Como el rastro de un avión, se esfumará. Si tras el naufragio hay tempestad, nadie desertará. Tú sube a cubierta y ya verás, mil comandantes más. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán de viento, y tú harás de mástil, no será fácil, pero si ganas habrá valido por dos. No baja nadie, no huye nadie, mil comandantes que harán viento, y tú atado a un mástil, tu propio mástil, mientras yo sigo bebiendo el agua que entró.
Nadie más lo entenderá, sólo los que allí estuvieron sonreirán.
martes, 17 de septiembre de 2013
Entre medio, tan sólo botellas vacías
Allí sentada observas con detalle a tu alrededor. Los movimientos arbitrarios de un viento extraño, las hojas del suelo que le dedican sus impulsivos bailes, los pájaros que parten hacia quién sabe dónde para quién sabe qué, esas personas que ríen y empañan tus oídos, enturbian el sonido y lo desenfocan en tu cerebro. Todo es un poco menos nítido. Retumban esos agradables sonidos en tu cabeza y el viento traslada sus bailes bajo tu ropa, y respiras.
Allí sentada echas tus redes al presente más palpable, a aquel presente, y recoges cansancio de jugar a ser tú la que habita su salón, recoges tinta apelmazada en hojas de cuadernos arrancadas, recoges injustas sinrazones nunca demostradas o justificadas, recoges falta de tiempo mientras sobra espacio, recoges una carta cinco veces leída, recoges la segunda leyéndola de memoria...recoges cosas que nunca sembraste.
Allí sentada piensas que, a pesar de todo, puede existir una vía de escape, la puerta trasera, la oportuna ventana abierta, la coartada perfecta. Vuelve a ser nítido y claro el sonido exterior, y tus oídos se centran de nuevo. Vuelves a enfocar tu alrededor, donde los demás continúan charlando, echando unas risas, dando caladas a cigarrillos a medio morir, compartiendo tiempo y vida, manteniendo profundas miradas que gritan más que hablar en tan solo un segundo, o incluso menos.
Allí sentada tienes claro lo que deseas, y todo parece ser mucho más fácil de lo que la realidad te mostrará al día siguiente, cuando tu mente no esté tan enturbiada. Así que permaneces allí, sentada, comiéndote por dentro las ganas de estallar, fumando y observando cómo expulsas el humo, disfrutando de todo aquello, dentro de lo que cabe.
Allí, sabes que todo podría ser más gratificante, sabes que simplemente podrías estar sentada unos pasos más allá, sabes que podrías no estar explotando por dentro, sabes que no tendrías por qué callar cosas, sabes que todo podría ser más natural, sabes que podría ser. Y, allí, rezas para que esa sea tu vida sin ti.
Por desgracia, tienes que levantarte...
Allí sentada piensas que, a pesar de todo, puede existir una vía de escape, la puerta trasera, la oportuna ventana abierta, la coartada perfecta. Vuelve a ser nítido y claro el sonido exterior, y tus oídos se centran de nuevo. Vuelves a enfocar tu alrededor, donde los demás continúan charlando, echando unas risas, dando caladas a cigarrillos a medio morir, compartiendo tiempo y vida, manteniendo profundas miradas que gritan más que hablar en tan solo un segundo, o incluso menos.
Allí sentada tienes claro lo que deseas, y todo parece ser mucho más fácil de lo que la realidad te mostrará al día siguiente, cuando tu mente no esté tan enturbiada. Así que permaneces allí, sentada, comiéndote por dentro las ganas de estallar, fumando y observando cómo expulsas el humo, disfrutando de todo aquello, dentro de lo que cabe.
Allí, sabes que todo podría ser más gratificante, sabes que simplemente podrías estar sentada unos pasos más allá, sabes que podrías no estar explotando por dentro, sabes que no tendrías por qué callar cosas, sabes que todo podría ser más natural, sabes que podría ser. Y, allí, rezas para que esa sea tu vida sin ti.
Por desgracia, tienes que levantarte...
martes, 10 de septiembre de 2013
Festival de colores
Hoy le dibujaba en miles de situaciones diferentes, azuladas, grisáceas, siempre frías. El marco que rodeaba mis imágenes rara vez cambiaba de sabor de boca final, pero no parecía importarme. Dilapidaba mi sueldo mental, que ya de por sí era bastante escaso. Había rayos de luz que trazaban su camino hasta mis pupilas, y mis ojos se entrecerraban. Fue entonces cuando me cegué mínimamente, aunque lo suficiente como para añadir algo de verde a sus ojos, que yo recordaba ya negros y vacíos. Reviví sin querer el color donde nos encontrábamos escondidos en silencio, y mis colores se esparcieron por la habitación.
A su colorida imagen confesé por un momento haber perdido el juicio. Toqué fondo, mordí el polvo y besé el suelo. Me equivoqué más veces que acerté, dibujándole mientras el sol manchaba mis ojos y, sin querer, los suyos con demasiados colores para ser él.
Para entonces, siendo culpable aquel maldito sol, sus mejillas habían sido marcadas con trazos anaranjados, sus ojos verdes se me clavaban, su pelo raro ondeaba en mil tonos de castaños, amarillos, rojos, azules, violáceos. Quedaba trazado sobre mis días raros.
Terminaron sus caminos cruzados mis lápices y pinceles cuando mi cuaderno se cerraba. Pero había algo muy extraño en mí, notaba que algo me había ocurrido. Usé mil colores por culpa del sol, y a pesar de ello, mis manos tan solo estaban manchadas de grises y azules, y estaban frías.¿No serían mis ojos los que le coloreaban?, me pregunté con algo de miedo, y un tambor retumbaba en mi pecho. Mi habitación tornó en gris y azul, y se volvió tan fría que de mi boca salía vaho al respirar. Me llevé las manos a la boca para intentar calentarlas con algo de aquel vaho, pero solo conseguí manchar mi cara de gris y azul, y pronto se extendió por todo mi cuerpo al mismo tiempo que me hacía débil allí dentro. Y mi cuaderno permanecía sobre la mesa, goteando amarillo, cian, naranja, verde... Tan solo tuve que volver a abrirlo para entender que lo que le hacía grande dentro de mi mente no era otra cosa más que yo misma.
Cuando cerré la puerta de mi colorida habitación goteaban grises y azules del frío cuaderno que decidí soltar sobre mi mesa. Mis manos estaban repletas de colores y de vida. Yo misma estaba repleta de colores y de vida.
Sí, decidí no volver a hacerle grande.
Y se hizo muy pequeño.
miércoles, 4 de septiembre de 2013
¿A quién le gusta ser un blanco fácil?
Alzo el vaso, más vacío que yo, y lo elevo hacia el infierno.
En un nuevo viaje, calzo nuevos zapatos, mas no zapatos nuevos. Únicamente son nuevos para mí; pero ellos llevan tiempo esperándome, esperando mis pasos, que al fin parecen llegar. Algo desgastadas, las suelas son tan finas que aún puedo sentir el suelo a cada paso que doy como si fuera descalza, pero son sólo los primero pasos.
Cuando avanzo, en mis cielos nocturnos, puedo ver constelaciones de gente, como un planetario. Unas brillan profundamente entre las antenas de los edificios; otras que parecen apagadas y olvidadas, comienzan a parpadear de manera puntual; otras, brillan con una fuerza que llama la atención, pero poco después la van perdiendo (desconozco la razón) y su brillo deja de ser nítido. Todas las constelaciones de mi pequeño planetario tienen historia, a veces increíbles historias, y algunas llevan incluso promesas enlazadas a ellas, y en algunas me encuentro a mí misma.
Así, mis cielos se llenaban de constelaciones.
Y sin brindar, celebraba los días no vividos.
En un nuevo viaje, calzo nuevos zapatos, mas no zapatos nuevos. Únicamente son nuevos para mí; pero ellos llevan tiempo esperándome, esperando mis pasos, que al fin parecen llegar. Algo desgastadas, las suelas son tan finas que aún puedo sentir el suelo a cada paso que doy como si fuera descalza, pero son sólo los primero pasos.
Cuando avanzo, en mis cielos nocturnos, puedo ver constelaciones de gente, como un planetario. Unas brillan profundamente entre las antenas de los edificios; otras que parecen apagadas y olvidadas, comienzan a parpadear de manera puntual; otras, brillan con una fuerza que llama la atención, pero poco después la van perdiendo (desconozco la razón) y su brillo deja de ser nítido. Todas las constelaciones de mi pequeño planetario tienen historia, a veces increíbles historias, y algunas llevan incluso promesas enlazadas a ellas, y en algunas me encuentro a mí misma.
Así, mis cielos se llenaban de constelaciones.
Y sin brindar, celebraba los días no vividos.
miércoles, 21 de agosto de 2013
La complicidad
Soy el verbo que da acción a una buena conversación y cuando tú me nombras sientes ganas. Soy la nueva alternativa contra contaminación y tú eres la energía que me carga. Soy una arboleda que da sombra a tu casa, un viento suave que te soba la cara. De todos tus sueños soy la manifestación, tú eres esa libertad soñada. Soy la serenidad que lleva a la meditación y tú eres ese tan sagrado mantra. Soy ese jueguito que te baja la presión y siempre que te sube tú me llamas.
Ya, tira la sábana, sal de la cama, vamos a conquistar toda la casa. De todo lo que tú acostumbras soy contradicción, creo que eso es lo que a ti te llama. La complicidad es tanta que nuestras vibraciones se complementan, lo que tienes me hace falta. La afinidad es tanta, miro a tus ojos y ya se lo que piensas. Te quiero porque eres tantas cositas bellas que me hacen sentir muy bien.
Soy la levadura que te hace crecer el corazón y tú la vitamina que me hace falta. Soy ese rocío que se posa en tu vegetación y tú esa tierra fértil que está escasa. Soy la blanca arena que alfombra tu playa, todo el follaje que da vida a tu mapa. De toda idea creativa soy la gestación.
Tú eres la utopía liberada.
Ya, tira la sábana, sal de la cama, vamos a conquistar toda la casa. De todo lo que tú acostumbras soy contradicción, creo que eso es lo que a ti te llama. La complicidad es tanta que nuestras vibraciones se complementan, lo que tienes me hace falta. La afinidad es tanta, miro a tus ojos y ya se lo que piensas. Te quiero porque eres tantas cositas bellas que me hacen sentir muy bien.
Soy la levadura que te hace crecer el corazón y tú la vitamina que me hace falta. Soy ese rocío que se posa en tu vegetación y tú esa tierra fértil que está escasa. Soy la blanca arena que alfombra tu playa, todo el follaje que da vida a tu mapa. De toda idea creativa soy la gestación.
Tú eres la utopía liberada.
miércoles, 14 de agosto de 2013
jueves, 8 de agosto de 2013
Quiero
Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten, que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy, hoy puedes contar conmigo sin condiciones.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten, que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy, hoy puedes contar conmigo sin condiciones.
jueves, 1 de agosto de 2013
Más allá
Se interpone en mi camino de forma intermitente y también me impide ver más allá de su figura recortada por la luz sol. Pero ahora veo un poco más, pues ellos mismos me han abierto los ojos, y aunque no pueda mirar hacia el sol, sé que sigue brillando ahí detrás.
Mis ojos se centran en la chispa adecuada y no en las raíces que intentan adherirse a mí, en la luz más allá y no en su figura que se interpone sin permiso ninguno.
Mis ojos se centran en la chispa adecuada y no en las raíces que intentan adherirse a mí, en la luz más allá y no en su figura que se interpone sin permiso ninguno.
lunes, 8 de julio de 2013
Memorias con cuerdas atadas a ti
Cuando menos me lo esperaba, cuando me di cuenta, estaba en esa playa, donde solo encontraba memorias con cuerdas atadas a ti. Mirando entre las dunas de suaves arenas nos veía aparecer y desaparecer, y yo nos seguía con la mirada, curiosa, como quien descubre un tesoro, un diamante embruto, intentando no perdernos la pista. Y me acercaba a paso rápido a las dunas, porque nos perdí de vista, y cuando llegué a ellas vi cómo salíamos por mi derecha corriendo felices hacia el mar, y tú me perseguías y reíamos tan felices...Y tan solo escuchaba nuestras respiraciones agitadas y nuestras risas cuando por fin me alcanzabas en la orilla del mar, bajo un cielo oscuro con brillantes estrellas.
La expresión de mi rostro que nos observaba desde fuera no cambiaba a pesar de vislumbrar tan tiernas memorias, y tan solo reflejaba vacío, sin siquiera una pequeña sonrisa, pero mantenía aún esa mirada de curiosidad, una mirada hacia algo magnífico y delicado. Guardaba íntegro silencio y medía cada movimiento de mi cuerpo cuando me acercaba a nosotros, como intentando no ser descubierta por nuestras memorias y así pasar desapercibida, para no alterar ni el más mínimo detalle. Pero entonces algo falló, y bajo mis pies que se acercaban a la orilla, se rompió una pequeña caracola, y su pequeño y frágil crujido bastó para alterarnos en mi memoria, y nosotros me descubrimos allí, acercándome a nosotros. Y la imagen se fue desenfocando, iba desapareciendo, mientras tú y yo manteníamos una fría y distante mirada en mis ojos, como quien mira a una amenaza con precaución. Nos alejábamos de mí, pero ninguno se movía; se movía mi mundo, en el que todo es una memoria con cuerdas atadas a ti. Yo comenzaba a ver todo borroso, viendo solo grandes manchas deformes y oscuras, y entonces nos perdí por completo de vista, y acto seguido perdí también el equilibrio, y caí.
Cuando menos me lo esperaba, cuando me di cuenta, estaba en esa playa, donde solo encontraba memorias con cuerdas atadas a ti. Sentada en la orilla frente al mar, el sol acariciaba mi piel y me sentía bien respirando sola, en tranquilidad. Observaba a las olas romperse, como aquella caracola que sin quererlo me delató dentro de mi propia mente, buceando entre memorias que ya creía haber enterrado en lo más profundo de aquel mar que se extendía ante mí. Pero allí mismo me di cuenta de otra cosa; y es que nunca podría ni querría enterrarlas, y que gracias a eso, poco a poco, pude aprender a vivir con ellas a flor de piel.
Me puse entonces en pie y me di la vuelta para volver a casa. Y allí a lo lejos nos vi de nuevo corriendo felices y riendo entre las dunas, y sonreí, feliz por poder conservar de aquella manera todas esas memorias con cuerdas atadas a ti.
Y yo volví a casa, tranquila y en paz. Y entre las dunas, para siempre, parte de nosotros siguió corriendo y riendo, felices.
La expresión de mi rostro que nos observaba desde fuera no cambiaba a pesar de vislumbrar tan tiernas memorias, y tan solo reflejaba vacío, sin siquiera una pequeña sonrisa, pero mantenía aún esa mirada de curiosidad, una mirada hacia algo magnífico y delicado. Guardaba íntegro silencio y medía cada movimiento de mi cuerpo cuando me acercaba a nosotros, como intentando no ser descubierta por nuestras memorias y así pasar desapercibida, para no alterar ni el más mínimo detalle. Pero entonces algo falló, y bajo mis pies que se acercaban a la orilla, se rompió una pequeña caracola, y su pequeño y frágil crujido bastó para alterarnos en mi memoria, y nosotros me descubrimos allí, acercándome a nosotros. Y la imagen se fue desenfocando, iba desapareciendo, mientras tú y yo manteníamos una fría y distante mirada en mis ojos, como quien mira a una amenaza con precaución. Nos alejábamos de mí, pero ninguno se movía; se movía mi mundo, en el que todo es una memoria con cuerdas atadas a ti. Yo comenzaba a ver todo borroso, viendo solo grandes manchas deformes y oscuras, y entonces nos perdí por completo de vista, y acto seguido perdí también el equilibrio, y caí.
Cuando menos me lo esperaba, cuando me di cuenta, estaba en esa playa, donde solo encontraba memorias con cuerdas atadas a ti. Sentada en la orilla frente al mar, el sol acariciaba mi piel y me sentía bien respirando sola, en tranquilidad. Observaba a las olas romperse, como aquella caracola que sin quererlo me delató dentro de mi propia mente, buceando entre memorias que ya creía haber enterrado en lo más profundo de aquel mar que se extendía ante mí. Pero allí mismo me di cuenta de otra cosa; y es que nunca podría ni querría enterrarlas, y que gracias a eso, poco a poco, pude aprender a vivir con ellas a flor de piel.
Me puse entonces en pie y me di la vuelta para volver a casa. Y allí a lo lejos nos vi de nuevo corriendo felices y riendo entre las dunas, y sonreí, feliz por poder conservar de aquella manera todas esas memorias con cuerdas atadas a ti.
Y yo volví a casa, tranquila y en paz. Y entre las dunas, para siempre, parte de nosotros siguió corriendo y riendo, felices.
domingo, 30 de junio de 2013
jueves, 27 de junio de 2013
¿Qué esperar?
Se deja caer. No esperes otra cosa de ella si fue tu piedra lo que le hizo tropezar. No esperes otra cosa si es tu fantasma lo que ve al irse a la cama. No esperes verdades cuando sembraste mentiras. No esperes vida si la arrancaste de sus manos. No esperes palabras si se quedó sin voz. Música, si desapareció contigo. No esperes confianza, pues, ¿dónde quedó eso para ti?
Ella...ella esperaba a alguien allí cuando cayera. No esperaba tu piedra, no esperaba tus fantasmas, nunca esperó mentiras. No de ti, nunca tuyas. ¿Cómo iba ella a esperar todo eso? ¿Cómo, viniendo de ti? Lo nunca concebido, pero lo más real y palpable.
Ella esperaba poder creerte; quería hacerlo, lo deseaba, porque eres tú. Eras, eras tú. Esperaba poder seguir confiando en ti, esperaba demasiado bien de tanto daño hecho. Esperaba no tener que sentirse insegura contigo. Supongo que esperó muchas cosas, y que finalmente fueron demasiadas para ti.
Ahora no espera nada.
Y mientras se deja caer, ni siquiera espera dejar de hacerlo.
Ella...ella esperaba a alguien allí cuando cayera. No esperaba tu piedra, no esperaba tus fantasmas, nunca esperó mentiras. No de ti, nunca tuyas. ¿Cómo iba ella a esperar todo eso? ¿Cómo, viniendo de ti? Lo nunca concebido, pero lo más real y palpable.
Ella esperaba poder creerte; quería hacerlo, lo deseaba, porque eres tú. Eras, eras tú. Esperaba poder seguir confiando en ti, esperaba demasiado bien de tanto daño hecho. Esperaba no tener que sentirse insegura contigo. Supongo que esperó muchas cosas, y que finalmente fueron demasiadas para ti.
Ahora no espera nada.
Y mientras se deja caer, ni siquiera espera dejar de hacerlo.
miércoles, 26 de junio de 2013
Uno entre un millón
Lo llaman divagar, estar en las nubes, no estar, no tener los pies en la tierra.
Cuando se cuela por aquí esto se cumple. Cuando mira en mí esto se cumple. Cuando ni siquiera está, se cumple. Es ya una ciencia exacta, es una ley física real en esta realidad, encajando perfectamente como engranajes en un mecanismo tan complejo como se pueda imaginar. Es uno entre un millón. Pero es en ese "uno" donde puedo ver todas las situaciones que se despiertan en mí cuando esto se cumple, porque sorprendentemente es el responsable de que se cumpla.
Y ahora solo cabe pensar, pensar y esperar.
Y cuando cabe pensar, pues pienso, y pensando, sonrío. Pensar en el uno entre el millón es tan delicioso como un helado de limón en una tarde calurosa, tan gratificante como la ayuda esperada o necesitada en el momento y lugar precisos. Pensarle es el perfecto crimen imperfecto. Pensarle es imaginar...y me es imposible imaginar con los pies en la tierra.
lunes, 24 de junio de 2013
Cigarrillos
Cada situación flota sin más. Mírala: viene, ocurre y muere.
Anoche fumaba un cigarro en la playa, a la orilla. Hacía un frío terrible y se le erizaba el vello. Le dio una calada profunda.
El pelo trenzado caía sobre su espalda y el vestido corto, tan negro como aquel cielo que la sobrevolaba, se mecía entre los empujones del viento que se levantaba entre las dunas. La marea luchaba por alcanzarle los pies pero ella mantenía las distancias. Allí sentada tan solo se preocupaba por mirar el mar tranquilo enfrente suya y darle caladas al cigarrillo que se consumía entre sus dedos.
Le dio entonces otra calada, entrecerrando los ojos. Y cuando fue a espirar, alzó el cigarrillo y se lo puso a la altura de la cara. Espiró entonces, y se quedó observándolo. Todas las cartas que nunca envió estaban allí, consumiéndose con él, y simplemente se iban, como situaciones y oportunidades. Llaman a tu puerta para despedirse.
Después de esto y a pesar de que el cigarrillo no se había consumido del todo, lo hundió en la arena sin apartar la mirada del mar. Sacó el paquete de cigarrillos y el mechero del bolsillo de su vestido y los dejó en la arena.
Olía a verano y a despreocupaciones. Olía bien. Se puso en pie y volvió la cabeza para afirmar que seguía estando sola en aquella playa a oscuras. Se levantó un poco más de viento y apretó los dedos de los pies entre la arena. Sacudió un poco los brazos queriendo expulsar el frío de su interior y después se quitó el vestido. Se descalzó, y echó a correr hacia el mar. Pero algo extraño ocurría, y es que nunca llegaba a él. El tiempo parecía ir más despacio como si la vida ocurriera a cámara lenta. Y así corría ella, a cámara lenta.
Volvió la vista hacia atrás y vio su ciudad en llamas. Todo lo que una vez tuvo ardía ahora, y como uno de sus cigarrillos, se consumía. Asustada, corría viendo su ciudad morir, ardiendo en el reflejo vidrioso de sus ojos, y olvidó que su objetivo era mirar hacia adelante, hacia el mar hacia el que corría pero que nunca alcanzaba. Nunca alcanzaba... Y recordó. Y en el instante en que volvió la vista hacia adelante las cadenas que ataban al tiempo se rompieron y éste fluyó de golpe, a gran velocidad.
Cuando menos se lo esperaba, su pie derecho impactaba brutalmente contra el agua helada de la orilla, y después su pie izquierdo, las rodillas, la cintura, manos...y se sumergió.
Y como situación, vino, ocurrió y murió. Y el segundo cigarrillo comenzó a consumirse, pero no entre sus dedos. Se consumió en su ciudad ardiente, mientras ella se sumergía.
domingo, 23 de junio de 2013
El descanso
¿Por qué iba yo a soltar la pistola ya cargada?
"Sería lo mejor", dirías tú. Pero tú no estás aquí. Así que, ¿por qué tendría que soltarla?
"Suéltala", dirías tú, "se fuerte". Pero sigues faltando.
¿Por qué no morir? ¿Por qué no poder decidir cuándo quiero que mi corazón pare y deje de malvivir? Si mi dedo presiona, tu presión desaparece y yo descanso. Si mi dedo es fuerte, tú...no te vas, y yo muero. Tú sigues. Reinventas tu ciudad. ¿Tuve yo una ciudad? ¿Es que no soy alegre? ¿O risueña? ¿Cómo soy yo ahora?
Pensar en la ventana abierta una y otra vez, pensar y escribir, escribir y recordar, recordar y sonreír, sonreír y llorar, llorar y...tú. Vais de la mano.
Así que, ¿por qué iba a soltar una pistola que tú mismo has puesto en mi mano? ¿Por qué iba a darte esa satisfacción? ¿Por qué te quiero?
No pertenezco a ningún sitio. Allí donde voy nadie me reconoce. Pero la pistola nunca se despegó de mi mano. Me veo y es algo tan miserable y pobre. Aquí no hay nada. Se busque lo que se busque en mí no se encontrará.
¿Por qué no subir a la azotea y solucionar allí las cosas? ¿Por qué no iba a apretar el gatillo allí? Tú no estás, ni te importa. Ya tienes tu entretenimiento, tu fuente personal de olvido, tú ya lo tienes todo hecho. Así que, ¿por qué no...?
Nadie me va a dar la respuesta, porque en el desierto uno se siente muy solo sin nadie, pero incluso entre personas uno se puede sentir solo. Porque estoy rodeada. Rodeada y sola.
Me rodean, pero nadie me apunta con un arma y me grita que alce los brazos...hasta que soy yo misma la que se encañona, porque no me rodeas.
¿Por qué no lo haces? Apunta y dispara.
Podría hacerlo por ti, por mí. Podría ser fuerte. Pero dejarse llevar suena demasiado bien.
"Apunta y dispara. Remata la jugada. Y a ti con ella", pienso para mí misma.
Y tu eco aún resuena. "Se fuerte", decías tú.
"¿Por qué? ¿Cuánto más?", grité yo.
"Sería lo mejor", dirías tú. Pero tú no estás aquí. Así que, ¿por qué tendría que soltarla?
"Suéltala", dirías tú, "se fuerte". Pero sigues faltando.
¿Por qué no morir? ¿Por qué no poder decidir cuándo quiero que mi corazón pare y deje de malvivir? Si mi dedo presiona, tu presión desaparece y yo descanso. Si mi dedo es fuerte, tú...no te vas, y yo muero. Tú sigues. Reinventas tu ciudad. ¿Tuve yo una ciudad? ¿Es que no soy alegre? ¿O risueña? ¿Cómo soy yo ahora?
Pensar en la ventana abierta una y otra vez, pensar y escribir, escribir y recordar, recordar y sonreír, sonreír y llorar, llorar y...tú. Vais de la mano.
Así que, ¿por qué iba a soltar una pistola que tú mismo has puesto en mi mano? ¿Por qué iba a darte esa satisfacción? ¿Por qué te quiero?
No pertenezco a ningún sitio. Allí donde voy nadie me reconoce. Pero la pistola nunca se despegó de mi mano. Me veo y es algo tan miserable y pobre. Aquí no hay nada. Se busque lo que se busque en mí no se encontrará.
¿Por qué no subir a la azotea y solucionar allí las cosas? ¿Por qué no iba a apretar el gatillo allí? Tú no estás, ni te importa. Ya tienes tu entretenimiento, tu fuente personal de olvido, tú ya lo tienes todo hecho. Así que, ¿por qué no...?
Nadie me va a dar la respuesta, porque en el desierto uno se siente muy solo sin nadie, pero incluso entre personas uno se puede sentir solo. Porque estoy rodeada. Rodeada y sola.
Me rodean, pero nadie me apunta con un arma y me grita que alce los brazos...hasta que soy yo misma la que se encañona, porque no me rodeas.
¿Por qué no lo haces? Apunta y dispara.
Podría hacerlo por ti, por mí. Podría ser fuerte. Pero dejarse llevar suena demasiado bien.
"Apunta y dispara. Remata la jugada. Y a ti con ella", pienso para mí misma.
Y tu eco aún resuena. "Se fuerte", decías tú.
"¿Por qué? ¿Cuánto más?", grité yo.
miércoles, 19 de junio de 2013
Después
Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado.
Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma...
Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla, y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida.
Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma...
Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla, y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida.
martes, 11 de junio de 2013
Hola y adiós
Hoy una pequeña abeja se coló por mi ventana.
Y yo sentada junto a ésta mientras escribía, allí anclada me quedé. ¡Me ancló el miedo!
Nunca me ha picado una abeja, pensé, y cerré los ojos pensando en moverme y dejar el miedo absurdo a un lado. Lo conseguí. Los abrí de nuevo y de un salto me levanté y me giré a observar con cuidado mi habitación vacía por la que debía de estar rondando dicha intrusa.
Venga hombre, ¿dónde estás? Y entonces la vi aparecer al fondo, y respiré más rápido, incluso di un pequeño paso hacia atrás, pero ni uno más. Ella fue acercándose cada vez más, zumbando y dando vueltas, y parecía que se acercaba sin querer, ¡como si disimulara al hacerlo! Como quien no quisiera, y sin embargo yo la sentía cómo una amenaza. ¿Qué hago ahora? ¿Y si me pica?, pensaba yo. Y no hice nada. Me quedé allí plantada, y la abeja bien podría haberme picado con toda la tranquilidad del mundo. Pero no lo hizo.
Vi cómo en lugar de eso -que yo ya había dado por supuesto y que de algún modo ya había asimilado- la abeja pasaba por mi lado haciendo círculos y círculos, y con cuidado, me giré para ver adónde iba la pequeña. Y la vi en el escritorio, allí quieta. No se movía, y me quedé extrañada. Me acerqué un poco y la observé durante unos momentos. Se movía muy poco, cada vez menos.
Y entonces sus movimientos fueron disminuyendo cada vez más...hasta que murió sin más.
Esta es una anécdota sin apenas importancia o relevancia alguna. Es una anécdota vulgar quizás. Pero es la triste y curiosa anécdota de una abeja que entró en mi habitación para morir.
domingo, 9 de junio de 2013
La delicadeza
Camino a través de todas las edades de Nathalie.
Detrás de ese pequeño árbol debió de esconderse cuando tenía seis años.
De adolescente, rechazaba los juegos de su infancia y pasaba entre las rosas enfurruñada.
De joven se sentaba en ese banco, soñadora. François corrió tras ella y se amaron. Luego se encontró sola; él ya no estaría más. Los intentos de su abuela por consolarla no cambiaron nada.
Si camino por aquí voy pisando su dolor. Y es en este lugar, el corazón de todas las Nathalie, donde decido esconderme.
Detrás de ese pequeño árbol debió de esconderse cuando tenía seis años.
De adolescente, rechazaba los juegos de su infancia y pasaba entre las rosas enfurruñada.
De joven se sentaba en ese banco, soñadora. François corrió tras ella y se amaron. Luego se encontró sola; él ya no estaría más. Los intentos de su abuela por consolarla no cambiaron nada.
Si camino por aquí voy pisando su dolor. Y es en este lugar, el corazón de todas las Nathalie, donde decido esconderme.
sábado, 8 de junio de 2013
Finales alternativos
Eres...
Una historia hermosa. Una de las historias más gratificantes e inolvidables que jamás haya escrito. Pero, ahora también, una de las más frustantes, pues desconozco cómo ponerle final.
Medio final ya fue firmado.
¿Cómo firmar la otra mitad?
Una historia hermosa. Una de las historias más gratificantes e inolvidables que jamás haya escrito. Pero, ahora también, una de las más frustantes, pues desconozco cómo ponerle final.
Medio final ya fue firmado.
¿Cómo firmar la otra mitad?
viernes, 7 de junio de 2013
Ha sido un placer desconocerte
Nada. Hoy vi su fotografía, y no ocurrió nada. Nada dije, ni sentí, ni pensé, ni añoré...
Nada fue lo que vi en esa fotografía. ¿Es posible que ocurra? La observé durante unos minutos, intentaba buscar algo, pero nada. ¿De verdad? ¿Nada?
Pero en ese momento de nada me fiaba, de nadie, ni siquiera de mí misma (de hecho, de mí misma era de quien menos me fiaba). Por suerte, lo entendí un poco mejor: el "para siempre" es "casi", y en nada se quedó.
Pero por desgracia, muchas veces prescindo de observar esos trozos de papel para verle. Porque caigo y sé que caeré. Prescindo de las fotografías para seguir pensando en eliminar los recuerdos y desconocer. Desconocer sería un placer. Aunque, desconocer, también sería triste cuando se piensa conociendo.
Sería tan fácil simplemente mirarle y decir: por la mañana habrás desaparecido... Ha sido un placer desconocerte. Y ya está. Y después, nada. Después libertad. No más recuerdos, no más tropezones con alguna foto, carta, piedra o cualquier cosa que no escondí bien intencionadamente, no más lágrimas en vano, no más evitarle y esforzarme para ello. Nada.
Lo fuimos todo, y ya no somos nada.
Pero ahora, como el ruido sin aire, ¿qué haré?
Nada.
lunes, 3 de junio de 2013
Ella ha caído otra vez
Se abrió de golpe el tragaluz de mi cárcel, que llevaba ya cerrada y abandonada bastante tiempo. Sin embargo, siempre conservé la llave.
No sé muy bien cómo o por qué...
No sé muy bien cómo o por qué...
martes, 28 de mayo de 2013
*
En el momento en que nos preguntamos si realmente queremos a una persona, es que ya hemos dejado de quererla...
Un mundo y tú
Soy una fortaleza milenaria.
Llevo ya mucho tiempo en pie, pero justo hoy vi cómo se derrumbaba una de mis torres. Se esfumó por culpa del tiempo, o quizás fue por tu culpa...Cedió, y los años pesaron demasiado.
Pero, ¿qué será de la fortaleza cuando vueles? Nadie sabe si se abrirán sus puertas o si, simplemente, se limitará a observar caer y desfallecer cada una de sus torres y sus gruesas murallas.
Tras las vidrieras de sus habitaciones observo la vida al desnudo de esos seres, que a mis ojos son muy únicos. Y descubro que allí fuera estás tú: especialmente brillante entre tantos únicos. Y vi al mundo y te vi a ti. Me aparté lo antes posible de la ventana desde la que te vi, y crucé muchos pasadizos desconocidos por mi propia fortaleza para alcanzar otra ventana diferente desde la que seguir observando a los seres únicos.
Me arrepentí en lo más profundo de mi ser nada único, sabiendo que ese sentimiento estaba mal colocado si había aparecido allí. Quise colocarlo en su sitio, que no era otro sino un pequeño baúl insonorizado, para paliar la voz de aquel sentimiento. ¿A quién iba a engañar? Tenía que hacerlo callar cuanto antes mejor.
Hice de mi vida una dictadura y me encerré en mi fortaleza, pues ya hace algún tiempo salté las murallas y caí justo aquí, así que no debía saltar de nuevo. Sabía que, pronto, verte sería lo más hermoso y triste del mundo. Por esa misma razón me encerré. Pero yo misma me ponía trampas, y al asomarme a las vidrieras, sin quererlo, te buscaba con la mirada.
Envidiaba a los seres únicos.
Vivían sin murallas ni fortalezas. Eran todo vida y risa. No necesitaban vidrieras para observarte porque te tenían al lado. Me fui rompiendo allí dentro; dentro de mí misma. Y las torres se fueron haciendo débiles y las murallas frágiles; hasta que una segunda torre se hundió entre las murallas.
Para cuando quise salir de mi fortaleza ya era demasiado tarde y no podía. A cada día que pasaba, mi miedo a verme enterrada por un derrumbamiento inesperado aumentaba, y tenía que pisar con extrema precaución cada rincón de la fortaleza, o de lo que iba quedando de ella.
Mi dictadura se había transformado sin avisar en una cuenta atrás. Y mientras observaba, derrotada, cómo mi fortaleza inestable se derrumbaba, en mi mente se dibujaban imágenes de mundo en el que, una vez, fuimos un mismo ser. Y, tras la vidriera, me dispuse a esperar que el derrumbamiento me alcanzara...
Pero entonces lo escuché. Escuché aquel sentimiento que tiempo atrás escondí en el pequeño baúl insonorizado, tal y como hice conmigo misma en la fortaleza. Tal era la fuerza de su voz, que el baúl estalló en mil pedazos e inundó toda la fortaleza. Comencé a correr por los pasillos infinitos donde la noche parecía haber caído ya, cuando fuera, donde estaban los seres únicos, brillaba con fuerza el sol. Sabía que buscaba algo, pero no sé qué exactamente. Y llegué a una puerta que jamás había visto antes.
Se trataba de una vieja puerta de madera, grande e imponente. Pero lo curioso de esta puerta inesperada, era la llave de metal que estaba metida en la cerradura. Me quedé quieta, allí plantada. Era como si alguien hubiera colocado esa puerta allí, justo en ese momento, cuando más la necesitaba, e incluso me cedía la llave para cruzarla. Cuando me acerqué tímidamente, pude comprobar que la voz del sentimiento se hallaba tras la gran puerta, y mi mano temblorosa giró la llave para abrirla.
Me inundó una cegadora ola de luz blanca, y mientras cruzaba, me vi forzada a cerrar los ojos ante tal intensidad. Sin embargo, cuando los volví a abrir me envolvía la noche eterna.
Ya había anochecido en el mundo de los seres únicos.
Me encontraba en la azotea de un alto edificio, y junto al pequeño muro que nos separaba de la caída más brutal, allí, estabas tú. Tan sólo veía la silueta negra de tu cuerpo que recortaban las luces lejanas de una gran ciudad a kilómetros y kilómetros de distancia de nosotros. En el cielo brillaban, pequeños, los seres únicos; pero tú te habías quedado aquí abajo.
Y entonces tan sólo pude decir:
Puede que en realidad sea como tú...
Llevo ya mucho tiempo en pie, pero justo hoy vi cómo se derrumbaba una de mis torres. Se esfumó por culpa del tiempo, o quizás fue por tu culpa...Cedió, y los años pesaron demasiado.
Pero, ¿qué será de la fortaleza cuando vueles? Nadie sabe si se abrirán sus puertas o si, simplemente, se limitará a observar caer y desfallecer cada una de sus torres y sus gruesas murallas.
Tras las vidrieras de sus habitaciones observo la vida al desnudo de esos seres, que a mis ojos son muy únicos. Y descubro que allí fuera estás tú: especialmente brillante entre tantos únicos. Y vi al mundo y te vi a ti. Me aparté lo antes posible de la ventana desde la que te vi, y crucé muchos pasadizos desconocidos por mi propia fortaleza para alcanzar otra ventana diferente desde la que seguir observando a los seres únicos.
Me arrepentí en lo más profundo de mi ser nada único, sabiendo que ese sentimiento estaba mal colocado si había aparecido allí. Quise colocarlo en su sitio, que no era otro sino un pequeño baúl insonorizado, para paliar la voz de aquel sentimiento. ¿A quién iba a engañar? Tenía que hacerlo callar cuanto antes mejor.
Hice de mi vida una dictadura y me encerré en mi fortaleza, pues ya hace algún tiempo salté las murallas y caí justo aquí, así que no debía saltar de nuevo. Sabía que, pronto, verte sería lo más hermoso y triste del mundo. Por esa misma razón me encerré. Pero yo misma me ponía trampas, y al asomarme a las vidrieras, sin quererlo, te buscaba con la mirada.
Envidiaba a los seres únicos.
Vivían sin murallas ni fortalezas. Eran todo vida y risa. No necesitaban vidrieras para observarte porque te tenían al lado. Me fui rompiendo allí dentro; dentro de mí misma. Y las torres se fueron haciendo débiles y las murallas frágiles; hasta que una segunda torre se hundió entre las murallas.
Para cuando quise salir de mi fortaleza ya era demasiado tarde y no podía. A cada día que pasaba, mi miedo a verme enterrada por un derrumbamiento inesperado aumentaba, y tenía que pisar con extrema precaución cada rincón de la fortaleza, o de lo que iba quedando de ella.
Mi dictadura se había transformado sin avisar en una cuenta atrás. Y mientras observaba, derrotada, cómo mi fortaleza inestable se derrumbaba, en mi mente se dibujaban imágenes de mundo en el que, una vez, fuimos un mismo ser. Y, tras la vidriera, me dispuse a esperar que el derrumbamiento me alcanzara...
Pero entonces lo escuché. Escuché aquel sentimiento que tiempo atrás escondí en el pequeño baúl insonorizado, tal y como hice conmigo misma en la fortaleza. Tal era la fuerza de su voz, que el baúl estalló en mil pedazos e inundó toda la fortaleza. Comencé a correr por los pasillos infinitos donde la noche parecía haber caído ya, cuando fuera, donde estaban los seres únicos, brillaba con fuerza el sol. Sabía que buscaba algo, pero no sé qué exactamente. Y llegué a una puerta que jamás había visto antes.
Se trataba de una vieja puerta de madera, grande e imponente. Pero lo curioso de esta puerta inesperada, era la llave de metal que estaba metida en la cerradura. Me quedé quieta, allí plantada. Era como si alguien hubiera colocado esa puerta allí, justo en ese momento, cuando más la necesitaba, e incluso me cedía la llave para cruzarla. Cuando me acerqué tímidamente, pude comprobar que la voz del sentimiento se hallaba tras la gran puerta, y mi mano temblorosa giró la llave para abrirla.
Me inundó una cegadora ola de luz blanca, y mientras cruzaba, me vi forzada a cerrar los ojos ante tal intensidad. Sin embargo, cuando los volví a abrir me envolvía la noche eterna.
Ya había anochecido en el mundo de los seres únicos.
Me encontraba en la azotea de un alto edificio, y junto al pequeño muro que nos separaba de la caída más brutal, allí, estabas tú. Tan sólo veía la silueta negra de tu cuerpo que recortaban las luces lejanas de una gran ciudad a kilómetros y kilómetros de distancia de nosotros. En el cielo brillaban, pequeños, los seres únicos; pero tú te habías quedado aquí abajo.
Y entonces tan sólo pude decir:
Puede que en realidad sea como tú...
lunes, 27 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
Sí, ya lo verás
jueves, 23 de mayo de 2013
*
Alguien dijo una vez que lo que más nos aproxima a una persona es esa despedida, cuando acabamos separándonos, porque el sentimiento y el juicio no quieren ya marchar juntos; y aporreamos con violencia el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros...
miércoles, 22 de mayo de 2013
Aquella brisa que vuelve a abanicar tu mirada
Parece que se haya empeñado en entrar en mi lista de promesas a olvidar. Parece que sólo quede la última opción: quemar sus recuerdos.
Y, sin embargo, parece que ésa es justamente la opción que menos deseo...
No paro de preguntarme por qué ha tenido que acabar todo así. Por qué ha tenido que esfumarse. Por qué ya apenas sé de su vida. Por qué ha tenido que ser así. Por qué perdernos ha sido el final. Ni siquiera quedan miradas o palabras sueltas. No queda nada. ¿Por qué ha ocurrido así? A veces se me pasa por la cabeza que quizás todo esto ya no le importe lo más mínimo, no le preocupa.
Nos hemos convertido en una eternidad de ausencias, y ni siquiera soy del todo consciente de la forma en que llegamos hasta aquí. Creo que me ha convertido en una desconocida. Creo incluso que él ya se ha convertido -un poco- en un desconocido para mí. Soy algo externo a él mientras duerme tranquilo entre sábanas que llevan mi aroma impregnado en los pliegues más recónditos. Es como si tuviera en mi poder el título de "licenciada en esa persona" que ya no me sirve para nada, pero que, a pesar de ello, guardo con todo mi aprecio.
Mi pobre corazón, no importa que sea pequeño, mi pobre corazón siempre te echa de menos.
Juntitos, no teniendo nada, nos sobraba la mitad...¿recuerdas?
Y, sin embargo, parece que ésa es justamente la opción que menos deseo...
No paro de preguntarme por qué ha tenido que acabar todo así. Por qué ha tenido que esfumarse. Por qué ya apenas sé de su vida. Por qué ha tenido que ser así. Por qué perdernos ha sido el final. Ni siquiera quedan miradas o palabras sueltas. No queda nada. ¿Por qué ha ocurrido así? A veces se me pasa por la cabeza que quizás todo esto ya no le importe lo más mínimo, no le preocupa.
Nos hemos convertido en una eternidad de ausencias, y ni siquiera soy del todo consciente de la forma en que llegamos hasta aquí. Creo que me ha convertido en una desconocida. Creo incluso que él ya se ha convertido -un poco- en un desconocido para mí. Soy algo externo a él mientras duerme tranquilo entre sábanas que llevan mi aroma impregnado en los pliegues más recónditos. Es como si tuviera en mi poder el título de "licenciada en esa persona" que ya no me sirve para nada, pero que, a pesar de ello, guardo con todo mi aprecio.
Mi pobre corazón, no importa que sea pequeño, mi pobre corazón siempre te echa de menos.
Juntitos, no teniendo nada, nos sobraba la mitad...¿recuerdas?
lunes, 20 de mayo de 2013
Ayer se repite
Puedes gritar. Puedes correr. Maldecir. Llorar. Cerrar los ojos. Puedes pedir ayuda. Puedes pensar que no es real. Pensar que esas cosas no existen. Pensar que son imaginaciones.
Pero no vas a escapar a ellos.
Clavarán sus miradas en ti desde rincones donde no puedas verlos, tan sólo sentirlos. Sabrás que están ahí, esperando ansiosos a que caigas. Dormirán contigo y se introducirán en tus sueños. No se van a alejar, porque siempre han estado cerca.
Tienen forma de mar azul aquí dentro. Tienen forma de tornados de edificios destrozados y ruidos. Tienen forma de arena blanca. Tienen formas extrañas. Hablan y no dicen nada. Transmiten miedo e inseguridad. Trastocan la aparentemente "firme y definida" realidad que sostenía en mi cabeza.
Rompen. No me ayudan. Me ponen nerviosa. Me hacen actuar de manera irracional. No me siento yo cuando los noto aquí. Y ahora los noto aquí. Me miran y me rompen. Escribo mientras pienso que me da miedo alzar la mirada.
Existe, aquí y ahora.
Pero no vas a escapar a ellos.
Clavarán sus miradas en ti desde rincones donde no puedas verlos, tan sólo sentirlos. Sabrás que están ahí, esperando ansiosos a que caigas. Dormirán contigo y se introducirán en tus sueños. No se van a alejar, porque siempre han estado cerca.
Tienen forma de mar azul aquí dentro. Tienen forma de tornados de edificios destrozados y ruidos. Tienen forma de arena blanca. Tienen formas extrañas. Hablan y no dicen nada. Transmiten miedo e inseguridad. Trastocan la aparentemente "firme y definida" realidad que sostenía en mi cabeza.
Rompen. No me ayudan. Me ponen nerviosa. Me hacen actuar de manera irracional. No me siento yo cuando los noto aquí. Y ahora los noto aquí. Me miran y me rompen. Escribo mientras pienso que me da miedo alzar la mirada.
Existe, aquí y ahora.
domingo, 19 de mayo de 2013
Mar azul
Estaba sentada en la orilla de una playa de arena blanca, mirando al azul infinito del mar que se extendía antes sus ojos. Corría viento del este y mecía su pelo con cierta agresividad, como si quisiera llevárselo muy lejos de allí. Era una mañana nublada de invierno, y salvo el intenso azul del mar, el resto del mundo que le rodeaba parecía estar dominado por diferentes tonos de gris. El aura de aquel lugar no dejaba de resultarle un tanto extraña y artificial. Se sentía insegura allí sentada, sin vigilar sus espaldas. Llegaba a sentir miedo y estaba intranquila. Sin embargo, no apartaba los ojos de la vasta mancha azul.
Pero allí había demasiado silencio, todo era demasiado perfecto, y a pesar del viento que corría, en el mar no rompían olas y apenas se percibían ondas o algún vago movimiento.
Tenía las pupilas extremadamente dilatadas y los ojos abiertos de par en par, pues ni un sólo grano de arena se alzaba con el viento. Parecían anclados al suelo, como si cada uno pesara toneladas. Aquel sitio le ponía los pelos de punta, sentía miles de miradas clavándose en su nuca, un frío horrible le calaba los huesos, se sentía en peligro y encerrada, atrapada, a pesar de encontrarse en aquel sitio abierto. Allí no había salida, no podía respirar con tranquilidad.
¿Por qué no se movía el mar? ¿Por qué no se alzaba la arena? ¿Por qué no podía moverse? ¿Por qué ni siquiera podía apartar la mirada de aquel azul envolvente? ¿Por qué sentía el aliento helado de la muerte en su nuca?
Su respiración era más acelerada a medida que transcurrían los minutos allí, que parecían marcar una cuenta atrás. Comenzaba a escuchar sonidos extraños en la lejanía, a sus espaldas. Escuchaba edificios derrumbarse, crujidos terribles, algún grito que desgarraba los oídos, bombas estallar, emisoras de radio dando noticias a gran velocidad en diferentes idiomas. Todo se le acercaba lentamente, y los sonidos a sus espaldas eran cada vez más próximos e intensos. Se amontonaban, se pisaban unos con otros, le aprisionaban, aceleraban su pulso y su respiración, se atropellaban, atropellaban sus pensamientos, le estaban acorralando y se asfixiaba.
Los sonidos de los gritos, las emisoras de radio e incluso las bombas, crujidos y derrumbamientos, se transformaron y le pareció que formulaban una palabra estridente en su cabeza: ayúdanos. Y no pudo más. Necesitaba levantarse y salir corriendo de allí. Si no lo hacía enseguida acabarían encontrándole y quién sabe qué ocurriría entonces. Y se levantó, con los ojos clavados en el mar. Y fue a volverse hacia el peligro; pero sus ojos estaban anclados en el mar. Y salió corriendo por la orilla de la playa, pidiendo a gritos que alguien le ayudara; pero sus ojos estaban anclados en el mar. Tropezó con sus propios pies y cayó, pero cuando levantó la cabeza tan solo veía el absorbente mar. Gotas de sudor resbalaban por su frente y un grito desolador le desgarró la garganta al brotar de su miedo interior; y solo veía mar.
Fue entonces cuando la pesada arena blanca tomó vida y le atrapó brazos y piernas, rompiendo cada unos de sus frágiles huesos, impidiéndole tomar cualquier posible vía de escape. Los gritos se mezclaban con todo el estruendo y el ruido que para entonces ya le había alcanzado. Se había convertido en desesperación y miedo puros.
Pero en todo aquel caos de tornados, ruido, dolor, y miedo, lo último que videaron sus ojos de pupilas dilatadas e inyectados en sangre fue la tranquilidad y la paz del inmenso, estático, y constante azul infinito del odiado mar donde quedó encadenada.
miércoles, 15 de mayo de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
El principio del agua
Adaptación. Analizar la situación y sí, ser agua.
Por una vez dije lo que debía decir. Quería decir precisamente lo que salió de mi boca. No me permitiré seguir vacía, como tus promesas. Las mentiras ardieron durante demasiado tiempo, pero la verdad mordió con rapidez. Y ahora quiero ser agua.
Llegará el momento en el que tus derechos y los míos sean leídos, y entonces, no antes, podré pensar en ti a menudo. Quizá incluso pueda mirarte y quién sabe si incluso podré dedicarte alguna que otra frase desinteresada, por resultar "cortés" o porque de verdad quiera hacerlo.
Pero ahora seré agua.
Ya está bien de mirar atrás. Ya está bien de verte en cada rincón que alcanzan a ver mis ojos.
Basta de pensarte, de pensarle; de pensaros. De perder mi tiempo de esa forma tan estúpida, de no ser yo, de no llevar las riendas de mi vida, de permitiros ser los protagonistas de mi historia, de que me hagáis tocar fondo y me hundáis como lo estáis haciendo. No voy a permitir que hagáis eso conmigo. Tan sólo quería la verdad, y solo recibía mentiras. Mentiras que, lamentablemente, no solo me engañaban a mí, sino también a vosotros mismos...
No merezco todo esto. No merezco esta puñalada por doble. Así que se acabó, no estoy dispuesta a seguir recibiéndola. Seré agua, y vuestra decepcionante puñalada por la espalda no podrá hacerme daño. Y haré mi corazón de mimbre, para que se doble antes que partirse. Llenaré mis miradas de un frío ardiente que congele todo intento de acercamiento.
Habéis dejado demostrado no merecer más que eso...
lunes, 13 de mayo de 2013
Fin
Se acabó: el final perfecto para una perfecta historia de mierda.
Se acabaron las mentiras. Se acabó el amor. Se acabó la amistad. Se acabó él, se acabó ella y me acabé yo. Y además en un tiempo récord. Todo se acabó en el tiempo que tarda una gota de agua en aparecer y desaparecer en el mar de agua al que cae.
Todo se esfumó en un "plic", y no quedó nada. Poco más... Tarde o temprano acabaría ocurriendo.
No entiendo en qué pensaba guardando tanto silencio, sembrando tantos engaños y mentiras, ocultando la realidad que todos veíamos por mucho que intentara evitarlo. No le sirvió de nada. Mentir no le sirvió de nada. Fue algo absurdo al intentar ocultármelo.
A pesar de la enorme contradicción que tengo dentro, aún me pregunto: ¿cómo pueden hacerme esto a mí? Precisamente ellos...
Se acabaron las mentiras. Se acabó el amor. Se acabó la amistad. Se acabó él, se acabó ella y me acabé yo. Y además en un tiempo récord. Todo se acabó en el tiempo que tarda una gota de agua en aparecer y desaparecer en el mar de agua al que cae.
Todo se esfumó en un "plic", y no quedó nada. Poco más... Tarde o temprano acabaría ocurriendo.
No entiendo en qué pensaba guardando tanto silencio, sembrando tantos engaños y mentiras, ocultando la realidad que todos veíamos por mucho que intentara evitarlo. No le sirvió de nada. Mentir no le sirvió de nada. Fue algo absurdo al intentar ocultármelo.
A pesar de la enorme contradicción que tengo dentro, aún me pregunto: ¿cómo pueden hacerme esto a mí? Precisamente ellos...
domingo, 12 de mayo de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Reflejos y realidad
Ando sin saber la verdad. Ando ignorando. Soy una sinrazón sin lógica ni sentido. Por no tener, no tengo ni dirección siquiera. Soy desorden y culpa. Humana.
No tengo amor ni destino con señales. No sé si tengo metas. No me queda música dentro. Pero ando.Ando tras perder la fe en todo lo que viví. Ando notando la pérdida de amistad. Ando sintiendo las distancias y el silencio absurdo. Me lleno de un extraño y desagradable odio al avanzar, injusto e irracional en parte. Ando sin saber bien qué decir o pensar a cada instante.
Veo el mundo a través del reflejo deforme del río que capta mi cámara, sentada en los viejos tablones de madera, sin ganas de levantar la mirada para ver la realidad sin deformar. Y mientras caminaba viendo mi mundo en aquel tranquilo reflejo, alguien se asomó por allí. Me pilló algo desprevenida y no supe bien cómo actuar.
Era un chaval algo desaliñado. Él también miraba el reflejo del río mientras andaba, y entonces se detuvo, y automáticamente, yo me paré tras él. Me quedé al margen, observando con cautela a aquel chico que miraba absorto el río. Los peces que saltaban a veces por la superficie provocaban ondas y la imagen del chico se deformaba en el agua. Por más que me fijaba, nunca lograba del todo verle con claridad, definir sus rasgos. Intenté capturarle en alguna fotografía, pero siempre salían movidas y borrosas.
Él parecía no verme en ningún momento, como si mi reflejo en nuestro mismo río fuera invisible a sus ojos.
Hasta que un día, tras haber dormido una plácida siesta junto al río, abrí los ojos y miré al río; allí estaba él, sentado junto a mí. Me miraba y le miraba. Los dos guardamos silencio durante unos largos segundos, y entonces me saludó con un hola decidido, pero tímido.
Fue en ese momento cuando comprendí que sólo quedaban buenas cosas por llegar, pues había estado tan hundida en la miseria que nada peor podía ocurrir. Supe que comenzaba a cumplirse aquello de que después de la tormenta llega la calma. Supe que en un tiempo, quizá más rápido de lo que yo pensaba, levantaría la mirada más allá del reflejo del río, y le miraría a la cara. Y, por fin, podría verle. Podría verme, y levaría mis anclas.
No tengo amor ni destino con señales. No sé si tengo metas. No me queda música dentro. Pero ando.Ando tras perder la fe en todo lo que viví. Ando notando la pérdida de amistad. Ando sintiendo las distancias y el silencio absurdo. Me lleno de un extraño y desagradable odio al avanzar, injusto e irracional en parte. Ando sin saber bien qué decir o pensar a cada instante.
Veo el mundo a través del reflejo deforme del río que capta mi cámara, sentada en los viejos tablones de madera, sin ganas de levantar la mirada para ver la realidad sin deformar. Y mientras caminaba viendo mi mundo en aquel tranquilo reflejo, alguien se asomó por allí. Me pilló algo desprevenida y no supe bien cómo actuar.
Era un chaval algo desaliñado. Él también miraba el reflejo del río mientras andaba, y entonces se detuvo, y automáticamente, yo me paré tras él. Me quedé al margen, observando con cautela a aquel chico que miraba absorto el río. Los peces que saltaban a veces por la superficie provocaban ondas y la imagen del chico se deformaba en el agua. Por más que me fijaba, nunca lograba del todo verle con claridad, definir sus rasgos. Intenté capturarle en alguna fotografía, pero siempre salían movidas y borrosas.
Él parecía no verme en ningún momento, como si mi reflejo en nuestro mismo río fuera invisible a sus ojos.
Hasta que un día, tras haber dormido una plácida siesta junto al río, abrí los ojos y miré al río; allí estaba él, sentado junto a mí. Me miraba y le miraba. Los dos guardamos silencio durante unos largos segundos, y entonces me saludó con un hola decidido, pero tímido.
Fue en ese momento cuando comprendí que sólo quedaban buenas cosas por llegar, pues había estado tan hundida en la miseria que nada peor podía ocurrir. Supe que comenzaba a cumplirse aquello de que después de la tormenta llega la calma. Supe que en un tiempo, quizá más rápido de lo que yo pensaba, levantaría la mirada más allá del reflejo del río, y le miraría a la cara. Y, por fin, podría verle. Podría verme, y levaría mis anclas.
martes, 7 de mayo de 2013
¿Tienes fuego?
No sé distinguir entre besos y raíces,
Y ahora estás en mi lista de promesas a olvidar,
todo arde si le aplicas la chispa adecuada.
lunes, 6 de mayo de 2013
Se marchó por donde vino
Efímero. Así me resultaste hoy, así me resultas en este mismo instante.
Hoy paseé por algunos recuerdos importantes, recuerdos de gran valor. Recuerdos que salen caro recordar, pero -tonta de mí- he estado dispuesta a pagar por pasearlos.
Pensaba que no pasaría nada por entrar en ellos, pero me equivoqué. Caminando, inmortalizaba trazos que una vez, tiempo atrás, pintamos con nuestras pisadas, y ahora era yo allí una forastera, una extranjera que visita un museo de recuerdos donde yo misma soy cliente y guía. Mis ojos corrían de un lado a otro y las imágenes se me aparecían como relámpagos, y me inquietaban en mi tarde tranquila. Me pesaba el alma cada vez más a medida que me adentraba en ellos, y se me iba cayendo a parches por el camino.
Un bosque que una vez fue precioso, lleno de luz y de vida, ahora me parecía cochambroso, desgraciado, gris e incluso, a veces, me llegaba a dar miedo. Me sentí muy vulgar e insignificante allí en medio...Sola.
Y crucé el puente de tu tormenta pensando que podrías estar en la otra orilla, aquella de la que viniste corriendo hasta mis brazos una vez, aquella por la que te has ido para no volver. Y cuando llegué hasta ella, ya no me quedabais ni tú ni mi alma.
martes, 30 de abril de 2013
Allí se paró mi reloj de arena
Cuando el tiempo se detuvo, pude visualizarlo desde fuera...
Flotaba tranquila entre sábanas negras que acariciaban mi cuerpo desnudo. Tocaban, fingiendo casualidad, mi espalda marmólea, mis labios dormidos, mis pies entrelazados, y entre ellas soplaba una leve brisa que traía el aroma del mar hasta mi nariz, y el sonido de las olas al romper hasta mis oídos aún despiertos. Cabellos de cobre bailaban alrededor de mi cabeza, como si me encontrase sumergida bajo el agua de un mar donde convivían armoniosamente la música y el silencio. Nunca jamás había visto existir la paz sin la guerra, la satisfacción sin el dolor, la vida sin la muerte; a excepción de allí.
Allí, mirándome a mí misma, pude ver paz sin necesidad de conocer la guerra. Pude sentir satisfacción sin recordar qué era el dolor. Pude sentirme viva, y perder de vista a la muerte.
Allí pude sentirme tan pequeña y protegida como si me encontrara en el vientre de mi madre. Se justificó mi existencia y sentí que volvía a amar.
Allí no tenía la necesidad de desear, pues el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. Y el amor, en cambio, es un eterno insatisfecho, que a veces hace de la bestia un hombre, y del hombre una bestia.
Allí, volví a mi interior y dormí durante varias eternidades...cuando se detuvo el tiempo.
Flotaba tranquila entre sábanas negras que acariciaban mi cuerpo desnudo. Tocaban, fingiendo casualidad, mi espalda marmólea, mis labios dormidos, mis pies entrelazados, y entre ellas soplaba una leve brisa que traía el aroma del mar hasta mi nariz, y el sonido de las olas al romper hasta mis oídos aún despiertos. Cabellos de cobre bailaban alrededor de mi cabeza, como si me encontrase sumergida bajo el agua de un mar donde convivían armoniosamente la música y el silencio. Nunca jamás había visto existir la paz sin la guerra, la satisfacción sin el dolor, la vida sin la muerte; a excepción de allí.
Allí, mirándome a mí misma, pude ver paz sin necesidad de conocer la guerra. Pude sentir satisfacción sin recordar qué era el dolor. Pude sentirme viva, y perder de vista a la muerte.
Allí pude sentirme tan pequeña y protegida como si me encontrara en el vientre de mi madre. Se justificó mi existencia y sentí que volvía a amar.
Allí no tenía la necesidad de desear, pues el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. Y el amor, en cambio, es un eterno insatisfecho, que a veces hace de la bestia un hombre, y del hombre una bestia.
Allí, volví a mi interior y dormí durante varias eternidades...cuando se detuvo el tiempo.
domingo, 28 de abril de 2013
Compañero de viaje
Me topé hará un mes o así con un singular anciano, bastante rico (millonario, decían), y por unas u otras circunstancias, finalmente acabé junto a él paseando por un parque cerca de casa. Era una tarde bastante agradable, y la conversación con el sabio y rico anciano era fácil y se hacía amena. Llegamos caminando a unos rosales, punto en el que mi desconocido acompañante quiso hacer una parada. Nos sentamos en un banco que estaba juntos a los rosales, y entonces el anciano sonrió y comenzó así una de las lecciones más valiosas que jamás haya aprendido:
"Debo de haber olido estas rosas miles de veces y, sin embargo, cada vez es una experiencia diferente. ¿Sabe usted por qué? Porque he aprendido a vivir aquí y ahora. Olvidándome del pasado, sin importarme el futuro.
El secreto es extremadamente simple. Todo reside en la concentración mental. Cuanto más se concentra su mente, más vive ésta el presente, más absorta está en lo que hace. La concentración es la clave del éxito en todas las facetas de la vida. Cuanto más aumente su capacidad de concentración, con mayor rapidez y mayor eficacia podrá trabajar. Usted descubrirá los detalles que los demás pasan por alto. Llegará a darse cuenta de que los problemas de la vida no tienen ningún dominio sobre usted. Entonces comprenderá lo que voy a decirle a continuación, y que en estos momentos quizá le parezca una perogrullada un tanto banal. Las rosas sólo son importantes en la medida que la mente cree que lo son. Un problema sólo es un problema cuando se piensa que lo es. ¿Qué significa esto? Si usted considera que nada es serio, que nada es realmente importante, entonces nada será serio a sus ojos, nada será realmente importante. Los problemas le parecerán grandes e insolubles en proporción directa a la debilidad de su mente. Cuanto más fuerte sea la mente, más insignificantes le parecerán los problemas. Este es el secreto de la paz eterna. Así que concéntrese. Esta es una de las grandes claves del éxito.
Recuerde siempre que, a cierta altura, jamás hay nubes. Si las nubes en su vida le tapan la luz, es porque su espíritu no se ha elevado lo suficiente. La mayoría de las personas cometen el error de luchar con los problemas. Es como si constantemente se dedicaran a eliminar las nubes, a disolverlas a través de una especie de proceso mágico. Desde luego, tal vez puedan disolverlas temporalmente, pero las nubes siempre volverán a interponerse entre ellos y el sol, ocultando la luz, por brillante que esta sea. Lo que usted debe hacer es elevarse de una vez por todas por encima de las nubes, que se renuevan incesantemente...
Tal vez no haya entendido lo que acabo de decirle, pero acéptelo de buena fe."
Dicho esto, el anciano se puso en pie y dijo que debía irse a arreglar unos asuntos que le quedaban pendientes. Se despidió con un "ha sido un placer pasear y charlar con usted", y se marchó por donde habíamos venido. Y allí sentada en el banco, me quedé yo, junto a los rosales, atesorando cada palabra que el enigmático anciano con el que me topé me había dedicado. Me dije a mí misma que todo ocurría por alguna razón, y supe, sin lugar a dudas, que aquello había sido una señal. Una de las mejores y más valiosas de mi vida.
"Debo de haber olido estas rosas miles de veces y, sin embargo, cada vez es una experiencia diferente. ¿Sabe usted por qué? Porque he aprendido a vivir aquí y ahora. Olvidándome del pasado, sin importarme el futuro.
El secreto es extremadamente simple. Todo reside en la concentración mental. Cuanto más se concentra su mente, más vive ésta el presente, más absorta está en lo que hace. La concentración es la clave del éxito en todas las facetas de la vida. Cuanto más aumente su capacidad de concentración, con mayor rapidez y mayor eficacia podrá trabajar. Usted descubrirá los detalles que los demás pasan por alto. Llegará a darse cuenta de que los problemas de la vida no tienen ningún dominio sobre usted. Entonces comprenderá lo que voy a decirle a continuación, y que en estos momentos quizá le parezca una perogrullada un tanto banal. Las rosas sólo son importantes en la medida que la mente cree que lo son. Un problema sólo es un problema cuando se piensa que lo es. ¿Qué significa esto? Si usted considera que nada es serio, que nada es realmente importante, entonces nada será serio a sus ojos, nada será realmente importante. Los problemas le parecerán grandes e insolubles en proporción directa a la debilidad de su mente. Cuanto más fuerte sea la mente, más insignificantes le parecerán los problemas. Este es el secreto de la paz eterna. Así que concéntrese. Esta es una de las grandes claves del éxito.
Recuerde siempre que, a cierta altura, jamás hay nubes. Si las nubes en su vida le tapan la luz, es porque su espíritu no se ha elevado lo suficiente. La mayoría de las personas cometen el error de luchar con los problemas. Es como si constantemente se dedicaran a eliminar las nubes, a disolverlas a través de una especie de proceso mágico. Desde luego, tal vez puedan disolverlas temporalmente, pero las nubes siempre volverán a interponerse entre ellos y el sol, ocultando la luz, por brillante que esta sea. Lo que usted debe hacer es elevarse de una vez por todas por encima de las nubes, que se renuevan incesantemente...
Tal vez no haya entendido lo que acabo de decirle, pero acéptelo de buena fe."
Dicho esto, el anciano se puso en pie y dijo que debía irse a arreglar unos asuntos que le quedaban pendientes. Se despidió con un "ha sido un placer pasear y charlar con usted", y se marchó por donde habíamos venido. Y allí sentada en el banco, me quedé yo, junto a los rosales, atesorando cada palabra que el enigmático anciano con el que me topé me había dedicado. Me dije a mí misma que todo ocurría por alguna razón, y supe, sin lugar a dudas, que aquello había sido una señal. Una de las mejores y más valiosas de mi vida.
Extraña risoterapia de un árbol sin raíces
Veía el mundo desde el interior de la bañera llena de agua. La burbujitas que salían de su nariz ascendían como pececillos. Qué bonito y sencillo era todo visto desde esa perspectiva, simplemente porque no había nada más que su cuerpo allí dentro. Soltó un poco de aire, y su mundo se balanceó inestable formando ondas, y sonrió ante aquella visión.
No malgastó su tiempo pensando en alguien allí abajo. Era extraña la alegría que sentía, pero era tan bienvenida que comenzó a reir allí abajo, escuchando a su voz sorda. Bajó la mirada a sus pies y observó a sus deditos moverse y bailar; estaban vivos. Ella estaba viva, y no estaba necesitando del aire podrido de siempre; ese aire que tenía que respirar cuando no lograba sumergirse todo lo que debería.
El agua se estaba helando cada vez más y su piel comenzaba a ser cristal, era su propio desafío a la muerte en su eterno estar presente, acechando a cada instante, sin dejarse conocer, para ser temida por todos. Las cadenas le habían enseñado a volar, el amor le había enseñado a mentir, y la vida le había enseñado a morir.
Cerró los ojos.
Aún quedaba un poco de su sabor en su boca, aún resaltaba un poco difícil decir qué estaba pasando. Aún quedaba un poco de su fantasma en ella: su debilidad. Aún quedaba un poco de su cara que no había besado. Se alejaba un paso de ella cada día, y le resultaba aún un poco difícil definir qué pasaba. Aún quedaba un poco de su canción en su oído, aún quedaban algunas palabras que seguía esperando oír. Sin embargo, no se permitió centrar sus pensamientos en lo que aún quedaba de él. Su mente, en esos momentos, bajo el agua, se asemejaba más a algo así:
"Lo que quiero de ti es que vacíes tu cabeza. Dicen que pasará, así que ya está bien de mojar mi almohada. Hacemos lo que podemos para ser libres, pero se me viene todo encima y soy un árbol sin raíces.
Lo que quiero de nosotros es que borremos nuestras mentes. Finjamos un escándalo, y ni una despedida más. Nos volvimos ciegos cuando más necesitábamos ver, y a mí se me derramó el mundo entero cuando vi cómo, ante mis ojitos llenos de la nada más infinita que se pueda imaginar, rompías nuestra historia en mil pedazos diminutos e insignificantes. La matabas.
Así que, que te jodan, a ti y a todo lo que me haces pasar. Te digo que lo dejes, porque esto no significa nada para ti. Y si me odias, ódiame tanto que puedas dejarme fuera, dejarme marchar, dejarme ir de este infierno que siento cuando estáis cerca.
Déjame ir, déjame marchar. Lo que quiero de todo esto no es más que aprender a dejarlo ir. No sólo a ti, sino a todo lo que hemos pasado. Los asesinos reinventan y después se lo creen, así que déjame decirte que te jodan. A ti, a todo lo que ya no me das, a todo lo que no me dejas ofrecer, a todo lo que pretendes y -no entiendo cómo- consigues ignorar. Y ódiame; ódiame tanto que seas capaz de dejarme fuera de todo esto.
Ódiame tú, porque yo no puedo..."
Había caído para entonces en un dulce letargo, y suavemente abrió los ojos. De su nariz no ascendía ya ninguna burbuja. El mundo no se deformaba en ondas tranquilas. Y a pesar de tener los ojos abiertos, éstos ya no veían nada. Su piel de cristal se había vuelto pálida y sus labios habían perdido su color. Los dedos de sus pies terminaron su baile hace rato. Y el árbol sin raíces se marchitó.
sábado, 27 de abril de 2013
Leahna
No entendió por qué sucedió, ni cómo llegó a ese momento. No estaba planeado que ocurriera así. Si alguien le hubiera preguntado, habría dicho que aquello era lo último que pensaba que podría suceder. Pero allí estaba ella, en la parte de atrás del coche en marcha, a 100 km/h, de vuelta a casa. Escuchaba esas canciones que no suelen ser muy oportunas para alguien con una estabilidad emocional tan dudosa como la suya, que además mira las estrellas en medio de la oscuridad por la ventana del coche, reflexionando acerca de esos temas igual de inoportunos que las canciones. Ella misma se reprochaba que eso estaba mal, que no debería de estar haciendo aquello. Intentó pensar en otros temas, o al menos no pensar en ese, pero los resultados dejaron bastante que desear. Tanto, que segundos después ocurrió. Se encontró a sí misma llorando en silencio. Pero su cara no mostraba tristeza, tan solo vacío. No mostraba absolutamente nada. Miraba a las estrellas, y a cada parpadeo, gotitas saladas caían suaves. Y contemplando aquel panorama, se dijo: hoy las estrellas son bonitas, pero están vacías. Su mente comenzó a divagar, y las palabras comenzaron a conectar.
"Salud, querido. Esto es por ti y por tu adorable chica.
Salud, querido. Me diste tres cigarrillos para fumarme mis lágrimas. Y muero cuando mencionas su nombre. Y miento; debería haberte besado cuando corríamos bajo la lluvia, solos tú y yo. Dime, ¿qué soy? ¿Un susurro en tu oído? ¿Un trozo de tu tarta? ¿Qué soy yo? ¿La chica a la que puedes temer? ¿Un gran error? Salud, querido... Esto es por ti y por tu adorable chica."
Una pobre borracha mental. Una idiota tan vacía como una de esas promesas que tanto desearía poder cumplir, esas que una vez tuvieron tanto, esas que ya apenas tienen lo que tuvieron. Una desconocida a sus propios ojos. Una máscara constante. Una contradicción en toda regla. Un acúmulo de miles de palabras retenidas en la garganta, de miradas desviadas, de pensamientos estampados en papel y no transmitidos jamás, de memorias y cuentos sobre elefantes y un loro que podía hablar, de fotografías que nunca llegó a tomar.
Y allí estaba todo eso, sentado en la parte de atrás del coche en marcha, con forma humana, mirando inútilmente por la ventana, dejando al tiempo marchar. Sin despedidas.
Allí estaba yo.
"Salud, querido. Esto es por ti y por tu adorable chica.
Salud, querido. Me diste tres cigarrillos para fumarme mis lágrimas. Y muero cuando mencionas su nombre. Y miento; debería haberte besado cuando corríamos bajo la lluvia, solos tú y yo. Dime, ¿qué soy? ¿Un susurro en tu oído? ¿Un trozo de tu tarta? ¿Qué soy yo? ¿La chica a la que puedes temer? ¿Un gran error? Salud, querido... Esto es por ti y por tu adorable chica."
Una pobre borracha mental. Una idiota tan vacía como una de esas promesas que tanto desearía poder cumplir, esas que una vez tuvieron tanto, esas que ya apenas tienen lo que tuvieron. Una desconocida a sus propios ojos. Una máscara constante. Una contradicción en toda regla. Un acúmulo de miles de palabras retenidas en la garganta, de miradas desviadas, de pensamientos estampados en papel y no transmitidos jamás, de memorias y cuentos sobre elefantes y un loro que podía hablar, de fotografías que nunca llegó a tomar.
Y allí estaba todo eso, sentado en la parte de atrás del coche en marcha, con forma humana, mirando inútilmente por la ventana, dejando al tiempo marchar. Sin despedidas.
Allí estaba yo.
jueves, 25 de abril de 2013
Máscaras

Miro en el espejo y no tengo ni idea de quién me devuelve la mirada. Como si cada vez que me mirara al espejo cada día, viera a una persona diferente. A veces una persona triste, sin metas en su vida; otras veces una persona con unas ganas inmensas de devorar al mundo entero, segura de sí misma (aunque esto ha sido muy raro de ver); otras veces veía a una persona vacía, en la que no había de nada, tan solo la carne y los huesos que la sostenían; otras veces en los ojos de esa persona solo se leía rabia y enfado. Y así innumerables veces.
Cada día lleva una máscara diferente, ya se ha convertido en algo automático. Lo extraño de todo esto es que esa persona que se refleja en el espejo tiene mi forma: tiene mi cara, mis brazos, mis piernas, mi pelo. Es físicamente idéntica a mí, y sin embargo me resulta una desconocida. Esta persona con tantas identidades diferentes llegó hace unos meses a mi espejo. Alguna que otra vez le he preguntado el por qué de tantas máscaras diferentes, según la situación, los que le rodean, los días de la semana, pero nunca se ha molestado demasiado por contestarme. Todo lo que hace es devolverme la mirada. Y es algo curioso su mirada. Cuando no soy yo la persona a quien devuelve la mirada, usa la mirada que la máscara indique que debe usar. Sin embargo, cuando soy yo a quien va a devolver la mirada, no importa qué máscara lleve en ese momento; su mirada es siempre vacía y penetrante. A pesar de ser así conmigo, espero que algún día se encuentre. Espero que logre averiguar qué hay más allá de las máscaras. Y que vuelva sin máscara en el rostro.
Si no sales de mis sueños dejaré de despertar
Sleep, don't weep my sweet love.
My face is all wet 'cause my day was rough.
But do what you must do to find yourself, wear another shoe to comfort the soul.
Those times that I was broken and you stood strong...
Think I've found a place where I can sleep, not weep.
So sleep, don't weep my love.
Abrí los ojos. Ya no estabas. Y me quemaban las mejillas.
martes, 23 de abril de 2013
Un semáforo en rojo
Hoy
mi cabeza te ha soñado. Ha soñado a tu abrazo y a tu inocente beso
y, no sé si por desgracia o por suerte, no recuerda nada más. Un
sueño de cartón en medio de una fuerte tormenta. Sin embargo, se
sentía tan real y cercano, que odié con todas mis fuerzas
despertar. Lo odié como nunca he odiado, y grité a esta puta
realidad. Le pregunté a gritos que por qué, por qué,
no me dejaba seguir bañándome en ese sueño. Por qué no me dejaba
ser feliz, y sentir ese calor que hoy he extrañado, cuando,
esperando a cruzar en un paso de peatones, mi mente divagando se
perdió en recuerdos y se asustó. Se asustó, y me asusté, y me
entristeció el alma darme cuenta de que esa sensación de calor, esa
intimidad con la que yo convivía, nuestro fuerte enlace que veo en
mis recuerdos, todo eso, ahora me parecía...extraño. Como si todo
eso fuese ahora irreconocible. ¿Dónde está aquella increíble
confianza? ¿Dónde quedó? ¿Es que está aparcada para no regresar
jamás? Me apenó muchísimo, porque cuando me veía en mis
recuerdos, me di cuenta de que no me veía a mí, sino que era como
si viera a una extraña que hacía y vivía en mis recuerdos todo
aquello que yo hice y viví en su momento. Las vivencias se me
escapaban de la memoria, y esto no quiere decir que las olvide ni
mucho menos; es algo más complejo. Como si los lazos que me unen a
ellas fueran desgastándose y cada vez me fueran resultando más y
más extrañas, más raras, menos parte de mí. Fue entonces cuando
el pitido intermitente y constante que indicaba que podía cruzar
comenzó a sonar, haciendo que volviera de sopetón al mundo real,
que abandonara mi mente caótica y que mis ojos enfocaran de nuevo lo
que tenían delante. Después mi cerebro ordenó cruzar, y así lo
hice.
lunes, 22 de abril de 2013
Mírame joder
La marea me dejó la piel cuarteada, la miel en los labios, las piernas enterradas.
Si ayer no hubo sonrisa alguna en mi rostro, sabes por qué fue. Si hacía las cosas sin ser yo quien las hacía, si miraba sin ver, si respiraba intentando al mismo tiempo no hacerlo, si oía pero no escuchaba, si sentía pero no interiorizaba, si estaba pero no estaba, sabes por qué fue. Y ahora que blasfemo por Dios me gustaría decir(te):
Mírame, ¡soy feliz! (¿?) Tu juego me ha dejado así. No sé dónde quedó el rumor que nos vio nacer.
Si ayer no hubo sonrisa alguna en mi rostro, sabes por qué fue. Si hacía las cosas sin ser yo quien las hacía, si miraba sin ver, si respiraba intentando al mismo tiempo no hacerlo, si oía pero no escuchaba, si sentía pero no interiorizaba, si estaba pero no estaba, sabes por qué fue. Y ahora que blasfemo por Dios me gustaría decir(te):
Mírame, ¡soy feliz! (¿?) Tu juego me ha dejado así. No sé dónde quedó el rumor que nos vio nacer.
jueves, 11 de abril de 2013
La media naranja
Si llega un momento en que dependemos y estamos totalmente apegados a una persona o a una situación, entonces tenemos un grave problema. Cuanto más desapegados de ese néctar de dependencia que nos atrapa, más cerca estaremos de encontrarnos a nosotros mismos. La mayoría de las personas crece con la errónea y, desafortunadamente, extendida idea preconcebida de la "media naranja". No se dan cuenta de que, con esos pensamientos, tan solo conseguirán someterse a una persona, que al fin y al cabo, es solo una persona más de este vasto mundo en el que vivimos. Y por desgracia, tarde o temprano acabarán volcando su mundo y su futuro (su vida) en esa persona. Perderán otras cosas de mucho valor (y valor importante) por esa persona. Podrán pasar años incluso antes de que ambos se den cuenta de lo que hacen. Si antes no te conocías del todo a ti mismo, al crear esa dependencia tan fuerte y adictiva puedes estar seguro de que te alejas de ti mismo y, tranquilamente, puedes darte por perdido. Garantizado.
Pero como decía, desafortunadamente, esta "teoría de la media naranja" está bastante extendida, y a pesar de lo cara que acaba resultando (perdernos a nosotros mismos), demasiada gente está dispuesta a pagar el precio. Una vez se ha experimentado, es curioso observar desde fuera cómo caen todos, al igual que caí yo una vez. Un bonito letargo de tres años. Para mí sólo existía una persona. Porque a mí nadie me habló de la otra cara de esta teoría. Nadie me contó el precio que habría de pagar. Nadie me habló del peligro que tendría el final de mi historia si cada vez ésta era más y más larga, y la teoría me absorbía más y más, y me perdía en ella.
Tirarse y sumergirse en esta teoría tiene peligro. No es ninguna broma. Llega un triste momento en que ni siquiera se es consciente de que nos hemos perdido a nosotros mismos. Ya no recordamos cómo éramos, qué queríamos, qué nos gustaba...quiénes éramos. Quiénes somos. Porque sin quererlo, un día, lo dimos por olvidado, y nuestra mente y nuestro ser así lo asimilaron. Y nos olvidamos de nosotros mismos. Nunca nos vimos completos sin tener que depender de ese néctar, y ahora solo queda una sonrisa triste y desganada en la cara cuando nos damos cuenta. Así que, sin saberlo, podemos llegar a cargar con un grave y pesado problema, y éste pasa tan desapercibido y la ceguera puede ser tal, que el peso del problema se asume sin más y pasa a ser parte de nosotros, como una extensión del alma. Allí anclado, queda el recuerdo olvidado de quienes éramos realmente, de quienes necesitamos volver a ser para darnos cuenta de que aparcar ese recuerdo fue un grave error del pasado, que por nuestro bien, no debería repetirse en el futuro.
Es todo parecido a un juego de malabares, bailando las pelotas, de una mano a otra, de arriba a abajo, dando vueltas y vueltas. Es divertido mientras lo haces, cuesta trabajo conseguir que fluyan sin problema, pero así la recompensa sabe mucho mejor. Sin embargo, requiere para ello demasiada atención y concentración. Requiere mucho tiempo y dedicación llevarlo a cabo. Pero supongo que al final solo es necesaria mucha práctica y experiencia para pillarle el truco y, finalmente, conseguir encontrar el equilibrio, en el que aprendas los malabares y al mismo tiempo no necesites y no tengas que perder de vista el mundo que te rodea para poder seguir bailando sin problema las pelotas.
Todo se trata de tiempo, para poco a poco, aprender a no perdernos y encontrarnos a nosotros mismos, sin depender de nada ni de nadie.
Pero como decía, desafortunadamente, esta "teoría de la media naranja" está bastante extendida, y a pesar de lo cara que acaba resultando (perdernos a nosotros mismos), demasiada gente está dispuesta a pagar el precio. Una vez se ha experimentado, es curioso observar desde fuera cómo caen todos, al igual que caí yo una vez. Un bonito letargo de tres años. Para mí sólo existía una persona. Porque a mí nadie me habló de la otra cara de esta teoría. Nadie me contó el precio que habría de pagar. Nadie me habló del peligro que tendría el final de mi historia si cada vez ésta era más y más larga, y la teoría me absorbía más y más, y me perdía en ella.
Tirarse y sumergirse en esta teoría tiene peligro. No es ninguna broma. Llega un triste momento en que ni siquiera se es consciente de que nos hemos perdido a nosotros mismos. Ya no recordamos cómo éramos, qué queríamos, qué nos gustaba...quiénes éramos. Quiénes somos. Porque sin quererlo, un día, lo dimos por olvidado, y nuestra mente y nuestro ser así lo asimilaron. Y nos olvidamos de nosotros mismos. Nunca nos vimos completos sin tener que depender de ese néctar, y ahora solo queda una sonrisa triste y desganada en la cara cuando nos damos cuenta. Así que, sin saberlo, podemos llegar a cargar con un grave y pesado problema, y éste pasa tan desapercibido y la ceguera puede ser tal, que el peso del problema se asume sin más y pasa a ser parte de nosotros, como una extensión del alma. Allí anclado, queda el recuerdo olvidado de quienes éramos realmente, de quienes necesitamos volver a ser para darnos cuenta de que aparcar ese recuerdo fue un grave error del pasado, que por nuestro bien, no debería repetirse en el futuro.
Es todo parecido a un juego de malabares, bailando las pelotas, de una mano a otra, de arriba a abajo, dando vueltas y vueltas. Es divertido mientras lo haces, cuesta trabajo conseguir que fluyan sin problema, pero así la recompensa sabe mucho mejor. Sin embargo, requiere para ello demasiada atención y concentración. Requiere mucho tiempo y dedicación llevarlo a cabo. Pero supongo que al final solo es necesaria mucha práctica y experiencia para pillarle el truco y, finalmente, conseguir encontrar el equilibrio, en el que aprendas los malabares y al mismo tiempo no necesites y no tengas que perder de vista el mundo que te rodea para poder seguir bailando sin problema las pelotas.
Todo se trata de tiempo, para poco a poco, aprender a no perdernos y encontrarnos a nosotros mismos, sin depender de nada ni de nadie.
miércoles, 10 de abril de 2013
Créeme
Esto ya va tomando forma. Ahora todo se va aclarando un poco más.
Enciendo mi cigarro, empiezo la primera calada. Entrecierro los ojos y observo cómo se desata el humo. Por las esquinas de la habitación rebota sin cesar la melodía de un piano. Rebota y choca, cambia su rumbo, su dirección, su norte, su sentido. Cambia. Y si cierro los ojos, despacito, puedo sentir que me transformo en las notas que se desprenden del piano, que rebotan y viajan dando vueltas, rodando, por las esquinas y paredes de la habitación. Pero esto no es una de esas decisiones que siempre duelen, así que abro los ojos de nuevo y decido transportarme de vuelta a mi cuerpo, mi instrumento de vida, y refugiarme allí de sus demonios. Así mejor. Mis pulmones van expulsando el humo también, y se siente bien estar allí y no hacer nada. Se siente extrañamente bien, porque por fin estaba teniendo un momento para mí. Y mientras consumía aquel cigarro, calada tras calada, pensé en ti. Pensé en las palabras que escribiste, y créeme si te digo que, en mi cara, apareció una de esas sonrisas extrañamente reales y profundas. Las echaba de menos, esas que tú me das. Créeme. Y ahora se convierten en mi droga personal, un deseo garantizado si tú rondas por aquí cerca. Me conviertes poquito a poco en prisionera del cielo de tu boca, en drogadicta a ti. No eres fácil de olvidar, y te quedas anclado en los recovecos de mi cabeza, y mis huesos y piel te llaman a ti. Y me siento bien, y pienso: no leves anclas, y quédate cerquita.
Y el cigarro se consumió por completo, pero esa sonrisa seguía en mi boca. Créeme.
Enciendo mi cigarro, empiezo la primera calada. Entrecierro los ojos y observo cómo se desata el humo. Por las esquinas de la habitación rebota sin cesar la melodía de un piano. Rebota y choca, cambia su rumbo, su dirección, su norte, su sentido. Cambia. Y si cierro los ojos, despacito, puedo sentir que me transformo en las notas que se desprenden del piano, que rebotan y viajan dando vueltas, rodando, por las esquinas y paredes de la habitación. Pero esto no es una de esas decisiones que siempre duelen, así que abro los ojos de nuevo y decido transportarme de vuelta a mi cuerpo, mi instrumento de vida, y refugiarme allí de sus demonios. Así mejor. Mis pulmones van expulsando el humo también, y se siente bien estar allí y no hacer nada. Se siente extrañamente bien, porque por fin estaba teniendo un momento para mí. Y mientras consumía aquel cigarro, calada tras calada, pensé en ti. Pensé en las palabras que escribiste, y créeme si te digo que, en mi cara, apareció una de esas sonrisas extrañamente reales y profundas. Las echaba de menos, esas que tú me das. Créeme. Y ahora se convierten en mi droga personal, un deseo garantizado si tú rondas por aquí cerca. Me conviertes poquito a poco en prisionera del cielo de tu boca, en drogadicta a ti. No eres fácil de olvidar, y te quedas anclado en los recovecos de mi cabeza, y mis huesos y piel te llaman a ti. Y me siento bien, y pienso: no leves anclas, y quédate cerquita.
Y el cigarro se consumió por completo, pero esa sonrisa seguía en mi boca. Créeme.
martes, 9 de abril de 2013
Posdata
Era 1 de abril cuando escribía esto en el cuaderno. Autobús 27. 10:31 de la mañana.
"Debería estar en clase. Estoy de vuelta del centro. Sé dónde estoy, y sin embargo me siento perdida. Sé adonde voy. Bueno, mejor dicho, sé adonde va este autobús, pero, ¿y yo? No...Yo no. Me planteo seriamente dejar la carrera. No me motiva. Creía que era lo que yo quería, pero no encuentro nada que me motive, y si lo encuentro siempre acabo pensando que no sirvo para eso. Así nunca llegaré a ninguna parte."
Hoy es 9 de abril. Mi cama. 22:44 de la noche.
"Q__ T_ F_____"
"Debería estar en clase. Estoy de vuelta del centro. Sé dónde estoy, y sin embargo me siento perdida. Sé adonde voy. Bueno, mejor dicho, sé adonde va este autobús, pero, ¿y yo? No...Yo no. Me planteo seriamente dejar la carrera. No me motiva. Creía que era lo que yo quería, pero no encuentro nada que me motive, y si lo encuentro siempre acabo pensando que no sirvo para eso. Así nunca llegaré a ninguna parte."
Hoy es 9 de abril. Mi cama. 22:44 de la noche.
"Q__ T_ F_____"
viernes, 5 de abril de 2013
miércoles, 3 de abril de 2013
Noches eternas
Hermosa brutalidad de tus labios chocando de pleno contra los míos. Escuchar el "crash" de nuestros cuerpos de cristal que se rompen al encontrarse en el choque clave. La unión, el momento, ese segundo. Tan vulnerable, delicado y brutal al mismo tiempo. Joder. Imagínalo. Congela ese momento en tu mente, y avanza a cámara lenta. Vive y exprime cada movimiento de vuestros cuerpos, cada entrelazamiento. Cada instante, en el que sabes que actúa tu alma, en el que te dejas llevar totalmente por las emociones, los sentimientos, el momento, y sin embargo, sabes perfectamente lo que está ocurriendo. Le hablas, le cuentas todo a la otra persona, y de tu boca no sale ni una sola palabra.
Y ahora que soy medio dos, el antídoto es peor que mi adicción a ti.
Y ahora que soy medio dos, el antídoto es peor que mi adicción a ti.
martes, 2 de abril de 2013
Bienvenidos a mi subconsciente
¡Ahora relájate! Ella lo lleva bien, está aliviada, ¿ves? Todo ha acabado bien. Te dice: "Fíjate. Mira mis manos, ¿ves? No pesan nada, ¿ves? Están flotando, ¿ves?"
No sé yo si funcionará así. No sé si es posible que sea tan simple como creer tus propias mentiras. ¡Despierta de una vez! ¿De verdad te las estás creyendo? Es cierto que las palabras tienen un gran poder para la mente, pero también es igual de cierto que hay que darles el uso justo; un buen uso al fin y al cabo. Las mentiras son palabras, y si usas las palabras de esa forma para levantarte de nuevo, te habrás levantado solo en la mentira que has creado y no habrás aprendido cómo afrontar la verdadera situación (y resalto la palabra verdadera)...Ahora me pregunto si puedes oírme al menos, o si quieres. Si es que simplemente te resignas o no afrontas las cosas y guardas silencio, nada más. Miras con ojos selectivos que solo ven lo que quieren, que es por supuesto lo más agradable al alma, para que cada vez más, te pueda ser propiciada un poco más de paz por dentro. ¿Caeré alguna vez en ese truco barato? Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo, pero desde luego no pienso decirme a mí misma esas mentiras...¿o sí? ...no, jamás. Que sea cierto el jamás, o muérete. Porque si cabe una pequeña duda dentro de mí acerca de usar ese estúpido método es tan solo porque pienso, y me digo y me pregunto, con cautela y un poco de miedo: y si me repito todos los días que te odio...¿llegaré a hacerlo alguna vez?Pero algo dentro de mí me dice que no soy tan valiente como para probarlo si quiera. Aunque no creo que la palabra sea valiente...Puede que la palabra que busco sea totalmente lo contrario: cobarde. Sí. Yo, he dicho cobarde...Yo. Para ti. Por ti.
Y, de repente, otras nuevas preguntas en mi cabeza, recién sacadas del horno: ¿soy valiente?, ¿soy cobarde?, ¿quién soy...? Y termino mi día pensando y entonando con un leve susurro: luz aural, vuelve a mí. Y empieza mi noche, mi sueño. Como si alguien pulsara un interruptor que debe estar escondido en alguna parte de mí, y de un momento a otro, ¡puf!, transportada a un mundo totalmente desconocido y, sin embargo, muy cercano a mí. Comienzo a avanzar olfateando el aire que se respirar por allí. "Mierda", pienso, y frunzo el ceño. De vez en cuando huele a ti. Por un momento me confundí, y creí escuchar tus pasos, pero solo se trataba de las marcas que dejaron tus huellas el día que te fuiste. Como una niña que juega, comienzo a andar sobre tus huellas, pero noto como se me anclan los pies a ellas cuando las piso. Avanzar se hace lento y pesado. Se me engarrotan las piernas y duele. Pero me mantengo firme y constante con las ansias de descubrir propia de los niños, hasta que finalmente avanzo sin problemas y cuando miro al suelo, tus huellas han desaparecido y solo van quedando las mías. Entonces, cuando levanto la mirada, lo veo, y me hace parar en seco. Por un momento se borró la sonrisa de mi cara. Millones de huellas y pisadas se extendían ante mí. Pero, ¡qué demonios!, pensé. Un reto, ¿eh? Sonreí desafiante, y eché a correr. Corrí como nunca, y la sonrisa nunca desapareció de mi cara.
No sé yo si funcionará así. No sé si es posible que sea tan simple como creer tus propias mentiras. ¡Despierta de una vez! ¿De verdad te las estás creyendo? Es cierto que las palabras tienen un gran poder para la mente, pero también es igual de cierto que hay que darles el uso justo; un buen uso al fin y al cabo. Las mentiras son palabras, y si usas las palabras de esa forma para levantarte de nuevo, te habrás levantado solo en la mentira que has creado y no habrás aprendido cómo afrontar la verdadera situación (y resalto la palabra verdadera)...Ahora me pregunto si puedes oírme al menos, o si quieres. Si es que simplemente te resignas o no afrontas las cosas y guardas silencio, nada más. Miras con ojos selectivos que solo ven lo que quieren, que es por supuesto lo más agradable al alma, para que cada vez más, te pueda ser propiciada un poco más de paz por dentro. ¿Caeré alguna vez en ese truco barato? Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo, pero desde luego no pienso decirme a mí misma esas mentiras...¿o sí? ...no, jamás. Que sea cierto el jamás, o muérete. Porque si cabe una pequeña duda dentro de mí acerca de usar ese estúpido método es tan solo porque pienso, y me digo y me pregunto, con cautela y un poco de miedo: y si me repito todos los días que te odio...¿llegaré a hacerlo alguna vez?Pero algo dentro de mí me dice que no soy tan valiente como para probarlo si quiera. Aunque no creo que la palabra sea valiente...Puede que la palabra que busco sea totalmente lo contrario: cobarde. Sí. Yo, he dicho cobarde...Yo. Para ti. Por ti.
Y, de repente, otras nuevas preguntas en mi cabeza, recién sacadas del horno: ¿soy valiente?, ¿soy cobarde?, ¿quién soy...? Y termino mi día pensando y entonando con un leve susurro: luz aural, vuelve a mí. Y empieza mi noche, mi sueño. Como si alguien pulsara un interruptor que debe estar escondido en alguna parte de mí, y de un momento a otro, ¡puf!, transportada a un mundo totalmente desconocido y, sin embargo, muy cercano a mí. Comienzo a avanzar olfateando el aire que se respirar por allí. "Mierda", pienso, y frunzo el ceño. De vez en cuando huele a ti. Por un momento me confundí, y creí escuchar tus pasos, pero solo se trataba de las marcas que dejaron tus huellas el día que te fuiste. Como una niña que juega, comienzo a andar sobre tus huellas, pero noto como se me anclan los pies a ellas cuando las piso. Avanzar se hace lento y pesado. Se me engarrotan las piernas y duele. Pero me mantengo firme y constante con las ansias de descubrir propia de los niños, hasta que finalmente avanzo sin problemas y cuando miro al suelo, tus huellas han desaparecido y solo van quedando las mías. Entonces, cuando levanto la mirada, lo veo, y me hace parar en seco. Por un momento se borró la sonrisa de mi cara. Millones de huellas y pisadas se extendían ante mí. Pero, ¡qué demonios!, pensé. Un reto, ¿eh? Sonreí desafiante, y eché a correr. Corrí como nunca, y la sonrisa nunca desapareció de mi cara.
¿Eres tú?
No, no evitarás que quiera largarme cuanto antes si cada vez que me quiero ocultar tú me conviertes en gigante. No pretendas defenderte. Te diré que no, no me convences. Me quiero evaporar entre la gente. No, no vas a negar; algunas bases no resisten. Ya puedes preguntar, preguntar por ahí o a los tuyos, si una gota colma el vaso otras veces ya es el mar, y es el mar esta vez, ¿no entiendes?
Un día me iré, me iré de verdad, no sé si me ves del todo capaz de cambiar nombre y edad y si me encuentras decirte, ¿de quién me estás hablando? No, no lo haré jamás, me falta valor o fuerza vital. ¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad si de quién pretendo huir seguirá dentro de mí? Y eras tú. Y eres tú.
Un día me iré, me iré de verdad, no sé si me ves del todo capaz de cambiar nombre y edad y si me encuentras decirte, ¿de quién me estás hablando? No, no lo haré jamás, me falta valor o fuerza vital. ¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad si de quién pretendo huir seguirá dentro de mí? Y eras tú. Y eres tú.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)